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Argentina: La lucha continúa

Masa y Poder XVI


Por Colectivo Nuevo Proyecto Histórico

"¿Quién cree que será el candidato del PJ para las futuras elecciones?"
(Encuesta del diario Clarín, 25 de junio, 2002)

"El Departamento de Estado norteamericano está muy contento con la dirección que tomó el Gobierno argentino y la decisión patriótica de Duhalde de adelantar las elecciones, ya que puso los intereses de la Nación antes que los intereses políticos"
(Otto Reich, enviado especial norteamericano, 10 de julio, 2002)

"El PJ avanza en la creación de la comisión para organizar las internas"
(Titular del diario Ámbito Financiero, 25 de junio, 2002)

"Rechazo la posibilidad de que en los próximos comicios se renueven todos los cargos porque sería cortar la continuidad de la marcha de las instituciones".
(Ex presidente Carlos S. Menem, diario La Nación, 10 de julio, 2002)



Mayoría sin mandatos o el futuro del movimiento:
la decisión tomada bajo presión social por Duhalde de adelantar apenas seis meses las elecciones presidenciales se presenta ante el movimiento como el giro más nítido de la contrarrevolución en cuotas. Son once meses para que el "Capital-Parlamentarismo" intente recomponer el centro político que desapareció después del diciembrazo del 2001. El centro en el mapa político es el eje de gravedad del sistema en su totalidad. ¿Podrán las elecciones y el circo sin pan previo resolver los problemas prerrevolucionarios de gobernabilidad? ¿Podrá el "Capital-Parlamentarismo" en agonía recomponer la tierra de nadie entre la derecha blindada y el movimiento? ¿Podrá gobernar un capitalismo salvaje del siglo XIX con tasas de exclusión y desempleo posfordistas? ¿Podrá la política burguesa sublimar lo social y lo económico? Para nosotros los escenarios posibles son tres: 1) 1789; 2) 1848; 3)1936. La primera hipótesis es la conquista social del poder y la autodiseño de la comunidad bajo nuevas bases; implica nítidos puntos de doble poder material que hoy están ausentes. La segunda es una solución dominada por el centro político, pequeñas concesiones, la basura debajo de la alfombra, gatopardismo a la usanza del "espacio progresista"; el tercero es un empate estratégico sin doble poder, se remite a la experiencia de la España republicana; "uso" revolucionario de las instituciones y erosión de la legalidad burguesa. En el estado táctico del momento nos estamos desplazando lentamente hacia el escenario de 1936. Los tres escenarios plantean preguntas similares. Es decir: ¿llegará el movimiento hasta la conquista de una república soberana, popular y revolucionaria o se autolimitará a coartar, a reprimir, a restringir el poder "capitalista-parlamentario" modelo 1994 en un saldo, un régimen "outlet" a lo Carrió? No hay duda de que debemos desear lo primero, y esto se deduce de la propia realidad del sistema.
El parlamentarismo debe ser considerado, hoy más que en 1936, como uno de los medios para la ilustración y educación de la gente, pero, en especial, para organizar indirectamente al movimiento autónomo en su crecimiento. Es uno de los métodos de lucha política que es válido únicamente en su inserción orgánica, práctico-teórica, con la cuestión de la autonomía. Nada lo salva, ni siquiera el jugar el papel de campeón moral de los pobres y desahuciados. Se debe supeditar toda la agitación y "márketing" electoral-parlamentario (que no es otra cosa que participar regularmente en asambleas burguesas de diverso tipo y tamaño) a los intereses generales del movimiento. Jamás se debe considerar esta fase como un fin en sí misma, ni siquiera darle una trascendencia esencial. Nuestra tarea y deber es contraponer a la caza salvaje de bancas y contratos en el estado "Capital-Parlamentario" la defensa absoluta de la posición y futuro del movimiento. Pero aparte de estas consideraciones debemos enfocar cuidadosamente el problema de los medios de lucha. Para el movimiento no es lo importante mirar las encuestas electorales ni obtener x sillones en la legislatura más próxima, sino que esos sillones serán importantes en la medida en que puedan servir, mediar, instrumentarse para el despliegue y el desarrollo de la conciencia del movimiento, de elevar y enriquecer su nivel autónomo, la autoestima colectiva, los niveles de auto-organización, para que mejoren su visión de cual es el verdadero peligro y los objetivos de la lucha contra aquellas fuerzas cuyo poder real nunca reside en el Congreso, lucha que no encuentra resolución en las urnas, que no se debate en el orden del día de las legislaturas y cuyo resultado, que se resolverá fuera del Congreso, decidirá el futuro de la Argentina.

Uso y abuso del grito sagrado "¡Que se vayan todos!": los políticos como profesión y clase social es una variante liberal de la idea que el Pueblo, aunque fuente última de la soberanía, no puede gobernar en forma directa (por su cuenta) y es una fuente caótica de irracionalidad y complejidad. La Nueva Clase, que incluye no sólo a los políticos del sistema sino a los funcionarios estatales de primera y segunda línea, es una variante políticamente legítima del centralismo burocrático, un fruto tardío y posmoderno del capitalismo avanzado. Una Nobleza de Estado, cuya ideología de supervivencia se basa en una mentira fabulosa: que toda sociedad necesita un poderosos aparato de redistribución, el cual es dirigido por partidos políticos "democráticos" en "libre" competencia, para corregir el desequilibrio social creado por el mercado, supuestamente en beneficio de los necesitados, nosotros, y a expensas de los grandes grupos económicos. La política, entendida como un trabajo profesional y gerencial, pasa a ser dominio exclusivo de los intelectuales orgánicos, abogados, escribanos y burócratas, un mecanismo decisivo de exclusión de toda forma de democracia real que delimita a la Nueva Clase en oposición a una población cada vez más clientelizada y más relegada a mera opinión pública. Instintivamente los cacerolazos y piquetes han descubierto, lúcidamente, el primer y obvio enemigo, esta Nueva Clase, rica y prepotente, que amparada en el mito de la representación indirecta, han distorsionado la soberanía y el poder delegado por la gente. El único derecho que el Pueblo se reserva es el "privilegio ridículo" de elegir cada cuatro años un nuevo grupo de amos soberbios, otro bando, que asume para trabajar y consolidar su propia supervivencia como clase parásita. Todo el poder sigue así una suerte de ciclo natural, de eterno retorno: procede del Pueblo y termina levantándose por encima y contra el Pueblo. La Nueva Clase ha mediatizado el consenso democrático de los actos eleccionarios y ha transformado el proceso democrático en un ejercicio de legitimación de su propia dominación y reproducción. La política profesional, terapista y gerencial, como medio sin fines. No hay fines salvo la autogeneración de la Nueva Clase y el negocio cotidiano de los grandes grupos económicos. "¡Que se vayan todos!" apuntaba, por eso, al corazón mismo del sistema. Hoy (julio del 2002) se ha desatado un fiebre de uso, abuso y manoseo instrumentado de la consigna más revolucionaria en la historia de los últimos veinte años. Desde radicales, aristas, frepasistas y caciques provinciales del PJ, pasando por los capocómicos del Teatro Maipo, se rasgan sus vestiduras a codazos proclamando la caducidad de los mandatos. En pocos meses han pasado de la oposición absoluta a un cariñoso toqueteo erótico. El "¡Que se vayan todos!" se ha transformado, en manos de las máquinas del "Capital-Parlamentarismo", en otra estrategia de re-elección más, sinónimo de "los otros", "los demás", los más escrachados, los símbolos del sistema corrupto. La recomposición del centro político pasa por esta fina operación retórica y simbólica: diluir la necesidad radical de la consigna del movimiento, aceptar el calendario de Duhalde, apostar a no tocar nada de la Constitución de 1994, volver a sus cargos sin la frente marchita o en los pliegues de candidatos alternativos. El hilo rojo que une a la derecha con el centro es uno sólo: no modificar la relación de fuerza plasmada en la Constitución, penúltima trinchera antes de la descomposición. Es la tabla de salvación del "Capital-Parlamentarismo", su posibilidad de autoregenerarse. El grito sagrado "¡Que se vayan todos!" debe guardarse como lo que es: crítica devastadora y constituyente a la democracia liberal, al "Capital-Parlamentarismo". Es el retorno de la política como ciencia noble, como herramienta para dar forma a la vida de un Pueblo. Ni caducidad de los mandatos, ni Constituyente limitada, ni aplicación interna del artículo 30 de la Constitución del ’94. La única salida coherente para el movimiento en la relación de fuerzas actual es el llamado salvaje a una Asamblea Constituyente sin condiciones y el nacimiento de una nueva constitución que refleje la relación de fuerzas post-diciembre del 2001. Este debe ser el programa mínimo del movimiento, su umbral infranqueable. El resto es carne podrida.

El partido revolucionario del 27 de junio: el movimiento ha tenido tres gimnasias movilizadoras después de la masacre del Puente Pueyrredón, y ha demostrado no sólo su potencia en la calle sino su capacidad aliancista instintiva con el resto de los trabajadores posfordistas. Sus aliados son los correctos, su desconfianza impolítica, su instinto de clase preclaro ha madura estos últimos siete meses. El bloque social constituyente es un hecho material y social, aún sin expresión política. Su base moral colectiva es la negación activa de ser valor de cambio, de ser parte del metabolismo social del "Capital-Parlamentarismo". Piquetes y Asambleas están en proceso de conformar un frente revolucionario inédito en nuestro país, un frente con capacidad magnética de arrastrar a compañeros de ruta inevitables, la vieja izquierda, e incluso a sectores sindicales fordistas (CTA), y de hacer temblar al "Capital-Parlamentarismo", cuyas medidas de estado siempre miran de reojo al humor constituyente. La recomposición es lenta pero clara: segregación de un nuevo centro político, nueva división entre los social y lo político, recreación de la forma estado "capital-parlamentaria" con la anticipación de las elecciones, segmentación dentro del movimiento, regeneración de una nueva lealtad de masas. Frente a esta ofensiva titubeante hoy la tarea acuciante para el movimiento es eminentemente táctica (en el sentido más futbolero del término) y esencialmente de supervivencia positiva. "Capturar" en el punto más alto de su dialéctica la autoconciencia lograda por las masas, "materializar" en formas institucionales la altura máxima de la marea constituyente, lanzar la mezcla ya solidificada en nuevos cimientos. Juntos construir los cimientos horizontales, los andamios y tablados del Partido del 27 de junio.