La angustia del padre de Diego
por el rol de la policía en el secuestro
"Lo manejaron, lo engañaron, se burlaron" La familia Peralta
está conmovida por una sospecha: que entre los policías que rodearon
al padre de la víctima habrían estado cómplices del crimen
o por lo menos agentes que ya sabían del triste desenlace. "Mi marido
está angustiado por la duda", dice Emilse.
Emilse y Luis, padres del secuestrado y asesinado Diego: angustiados por los
policías. Confiaron en ellos, los dejaron entrar en su casa y ahora están
conmovidos por las revelaciones.
Por Carlos Rodríguez /PAGINA 12
"Mi marido está angustiado porque duda si hizo bien en dejar ingresar
a mi casa a policías bonaerenses." Perdida entre las cámaras
de televisión y los periodistas que le habían copado el patio,
Emilse Silva, la mamá de Diego Peralta, parecía repasar todo lo
que habían vivido desde el 5 de julio, cuando fue secuestrado el chico,
hasta el 12 de agosto, cuando el cuerpo apareció asesinado en una tosquera
de Ezpeleta. Frente al estado actual de las investigaciones, que involucran
directamente a los policías de El Jagüel, esa reflexión de
Emilse parece un mea culpa que agiganta el dolor por la pérdida. Distintas
fuentes, desde allegados a la familia hasta el único detenido por el
secuestro, José Pablo García, creen que entre los policías
que rodearon a Luis Peralta, el papá de Diego, durante la larga espera,
podría estar uno de los responsables o por lo menos uno de los que sabían
ya el triste final. "Lo manejaron, lo engañaron, se burlaron de
él", dijo a este diario una persona cercana a la familia.
Un repaso del caso lleva a recrear las imágenes captadas en vivo del
momento en que Luis llega a su casa, en la tarde noche del lunes 12, para confirmar
que el cuerpo encontrado en Ezpeleta es el de Diego. Desde la vereda de la casa,
lo que puede verse con total nitidez es que tres mujeres salen al patio, disparadas
desde el interior, y que en ninguna de ellas hay llanto. Sólo indignación.
"¡Hijo de puta! ¡Policía corrupto! ¡Hijo de puta!", grita una
de ellas, que siempre eludió el contacto con la prensa, y que es evidentemente
pariente de Emilse, dado el parecido físico. Mientras grita mira hacia
el interior de la casa, como si quisiera expresar: "Yo sabía que
era un corrupto".
Como se sabe, el detenido José Pablo García, único preso
en la causa y vecino de los Peralta, afirmó en su declaración
que sólo presenció el secuestro y que en algún momento
trató de decirle a la familia que les había visto la cara a los
policías a los que incrimina, entre ellos el jefe de calle del Destacamento
de El Jagüel, el sargento Miguel Angel Giménez. Su abogado, Adrián
Tenca, dijo que García le contó que "no se acercó
a la casa porque Luis, el padre, estaba con alguno de los policías que
él dice haber visto participando del secuestro".
Entre los allegados a los Peralta, nadie termina de explicarse por qué
esperaron hasta el 29 de julio –veinticuatro días después del
secuestro y nueve desde el momento en que se pagó el rescate– para hacer
público el caso. "Tenían confianza en que la investigación
policial iba a dar sus frutos y Diego iba a volver con vida", explicó
una de las personas que estuvo siempre cerca de la familia. "Con la policía
siempre tuvimos buena onda, nunca nos pidieron nada", aseguró Emilse
aludiendo a la posibilidad de que su marido se haya negado a pagar una coima
exigida por los uniformados y que eso pudiera haber desencadenado la venganza
mediante el secuestro y posterior asesinato.
¿Cómo era la relación de la familia con la policía antes
del secuestro? Era aparentemente buena, como dice Emilse. Cuando se produce
el secuestro, a las 7.30 del lunes 12, el remisero Fermín Amarilla, que
llevaba a Diego al colegio privado El Jagüel, volvió a la casa de
Cabildo al 300 para contarle a Luis lo que había pasado. Juntos, en el
mismo remise Peugeot 504, salieron a dar una vuelta para ver si encontraban
a Diego. Luego volvieron a la casa y mientras Luis se iba hacia adentro, Emilse
salió unos minutos para hablar con Amarilla.
"Después los dos volvieron a entrar y yo me quedé esperando
un rato en la puerta para ir juntos a hacer la denuncia. Como no volvieron a
salir, yo me fui a la remisería (que queda a sólo dos cuadras)
y recién a las 10.30 me vinieron a buscar dos policías de civil,
en un Ford Falcon amarillo". ¿Qué hicieron los padres hasta entonces?
Luis dijo que el primer llamado de los secuestradores lo recibió apenas
volvió a la casa, después de la recorrida con Amarilla. También
se dice que hablaron con sushasta entonces "amigos" policías,
que seguramente le recomendaron prudencia y silencio para evitar las complicaciones.
Una recorrida por el barrio, luego de conocidas las declaraciones del único
detenido involucrando a la policía, dictaminó que todos creen
que el relato de García puede ser cierto. La única modificación
es que muchos lo ubican a García en el auto blanco donde él dice
que estaban Giménez y los dos "chorritos" que habrían
participado en el secuestro. "Uno de los ‘chorritos’ era el propio García,
que era un ‘buchón’ de la cana", aseguró un comerciante conocido
de los Peralta. Todos parecen sospechar de García, pero la mayoría
tiene la certeza de que el gestor de todo es el sargento Giménez. "Ese
estaba en todas, de eso que no te quepa la menor duda", aseguró
un hombre que también supo tener "buena onda" con la cana y
que hoy está reflexionando sobre esa relación. "Ya no se
puede confiar en nadie", fue su amarga conclusión de vecino convencido
hasta hace poco de las ventajas de ser un "aliado de la cana".
Luis Peralta, sin llegar a hablar mal de los policías, ahora reconoció
que el sargento Giménez le había preguntado una vez si ellos habían
cobrado un juicio o una herencia. Por eso, tal vez, los secuestradores pensaron
que los Peralta podían pagar una recompensa importante. "Ya no confío
en la policía, ya no confío en nadie", llegó a decir
Luis.