Un encuentro de gente de la calle para encontrar salidas a la crisis
Hay cartoneros, cooperativas de sin techo, grupos de travestis, comisiones
de las villas. Se están reuniendo en la Manzana de las Luces para discutir
propuestas que permitan sobrevivir.
Asistentes al encuentro participan de uno de los tantos talleres realizados.
Por Horacio Cecchi
Parecía una escena de la Guerra del Fin del Mundo, una reunión
del ejército de marginados del León de Natuba. Estaban las travestis,
las meretrices, los cartoneros, comisiones vecinales de las villas, cooperativas
de vivienda de sin techo, inquilinos de hoteles del gobierno porteño
y de albergues, y hasta un cacique de la comunidad mapuche llegado desde Trenque
Lauquen, todos desplazados por el sistema, en lucha contra el sistema para reinsertarse
en un sistema (diferente). Desde el lunes, y durante cuatro días, coordinada
por la revista de la gente de la calle Hecho en Bs. As., la Manzana de las Luces
ilumina los manzaneros de las sombras. Ayer eran unos 150, desbordaron el anfiteatro
para plantear, desde su perspectiva, alguna solución para la reinserción
laboral. Las propuestas: desde defender la dignidad de su trabajo y la nacionalización
de las empresas extranjeras a manos de sus trabajadores, hasta la organización
de miniemprendimientos barriales incluyendo talleres de oficios perdidos, venta
de lombrices y caracoles.
"Con los 10 mil que gana un legislador, ¿saben cuántas herramientas
se podrían fabricar?", preguntó Raúl Palacios, representante
de La Ponderosa, cooperativa de viviendas de la populosa Villa Itatí.
Palacios arrancó un aplauso de la tribuna. No fue el único. El
aplauso se repitió cada vez que se mencionó las palabras "resistencia
al Estado", o "no esperemos nada del...".
El encuentro fue convocado por la revista de los homeless, Hecho en Bs. As.,
el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Secretaría
de Desarrollo Social porteña. El nombre formal para la ocasión
fue "Oíd mortales. Diálogo x la gente de la calle".
Pero el encuentro, obviamente, fue pura informalidad. La mecánica: por
la mañana, un disparador inicial debía poner en escena el tema
a tratar. El lunes, se trabajó sobre Salud. Ayer, la cuestión
pasó por la reinserción laboral. Una película debía
funcionar como disparador, pero "a ellos no les hace falta ningún
disparador", mencionó Patricia Merkin, directora de HBA. Después,
se dividieron en talleres para discutir y hacer propuestas.
La propuesta común en casi todos los talleres fue nacionalizar las empresas
extranjeras a manos de sus trabajadores, organizar cooperativas, trabajar la
tierra. Uno de los talleristas propuso recuperar los oficios en los barrios,
armar viveros, criaderos de caracoles y de lombrices californianas. "El
lugar lo tenemos todos a mano –señaló Eduardo–: en cualquier pozo
ciego." El taller naranja, bajo la premisa de que "acá hay
poco para repartir entre muchos", propuso expandirse hacia el interior,
en organizaciones que trabajen la tierra y los oficios.
Las villas Itatí y Azul, de Quilmes, se hicieron presentes con la cooperativa
La Ponderosa, el centro comunitario del mismo nombre, la Comisión de
Padres de Villa Azul, y la cooperativa Progresar, de Itatí. "Hacemos
asistencialismo puro –señaló a este diario Martín Ramírez,
de Padres–. Desde alimentar a un chiquito hasta enterrar un muerto." "De
las autoridades municipales no se puede esperar nada", agregó Palacios,
y junto a Ricardo Ruiz y Adrián Díaz describieron la penosa situación
de las dos villas que agrupan, entre ambas, unas 50 mil personas en la más
absoluta miseria.
A unos metros, Julio Aranda, de piel curtida, gorrito de Volkswagen, bufanda
de lana, dos camisas, pulóver, camperón y prolongada chivita,
recibía el saludo de todos. "Julio me enseñó a andar
la calle", explicaba cada uno a este diario. Casi una síntesis de
las estadísticas frías del Indec, Julio, que acusó 59 años,
fue electricista independiente en el Sur. Trabajó en una empresa de transportes,
también junto a un veterinario. "Me llegué a comprar un auto",
dice con orgullo. Pero, en el ‘85, la crisis se lo llevó puesto. Llegó
a Buenos Aires, trabajó brevemente en La Rural, y terminó durmiendo
en Parque Lezama, donde un cuidacoches lo invitó a colaborar con él.
Hasta hace dos años, durante los inviernos vivía de cuidar coches
en los restaurantes, y los veranos, en la Costanera. Ahoramuestra orgulloso
su número de vendedor de HBA. "El 1212", dice y agrega: "Ahora
puedo juntar unos pesos y pagar el hotel y el lavado de ropa