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Argentina: La Lucha continúa

11 de junio del 2002

Triple femicidio en Cipolletti, Argentina


Hogueras del siglo XXI
Andrea D'Atri
La Verdad Obrera

"Estamos viviendo un alto grado de terror. Además de fobias, padecemos tensión y angustia. La verdad es que estamos durmiendo con el enemigo: es lo peor que nos podía pasar."[1] Con estas palabras, una mujer de Cipolletti describía la situación por la que están atravesando los habitantes de esa localidad después del segundo triple crimen cometido contra mujeres, en menos de cinco años.

Esta vez, las víctimas fueron Mónica García, bioquímica de 30 años de edad, Carmen Marcovecchio, psiquiatra de 39 años y Alejandra Carbajales, una paciente de 37 años. Ketty Bilbao, de 71 años sobrevivió al ataque.

Otra vez las mujeres

Hasta ahora no se ha dado con el asesino. Lo mismo sucedió con el crimen de Yanet Opazo, asesinada al anochecer del 26 de junio de 1993. María Emilia González (24), su hermana Paula (17) y su amiga Verónica Villar (22) salieron a caminar la tarde del 9 de noviembre de 1997. Dos días después, sus cuerpos aparecieron en un bosque.

El 18 de setiembre de 1999 era asesinada la bioquímica Ana Zerdán. Su cuerpo fue hallado en su Laboratorio de Análisis Clínicos, con la cabeza destrozada por los golpes, atada de pies y manos y amordazada.

El 14 de agosto del año pasado, al atardecer, la kinesióloga Diana del Frari era atacada en su consultorio y finalmente asesinada.

Más allá de las hipótesis policiales sobre un supuesto psicópata o un asesino serial o un asesino múltiple, lo cierto es que hay algo que se repite indiscutiblemente: todas las víctimas son mujeres.

El psiquiatra Luis Di Giácomo, abocado a la causa reciente, señaló que el 90% de los asesinos seriales son hombres y prácticamente todas sus víctimas son mujeres.[2]

La madre de Verónica Villar, víctima del primer triple crimen, hacía un comentario similar, desde su dolor: "Nos aterra volver a escuchar la frase de segundo triple crimen. Pensábamos que después de la desaparición tan terrible de nuestras hijas esto nunca más iba a suceder. Y siguió pasando, con Leticia, con Yanet Opazo, con Ana, con Diana y muchos más. Otra vez las mujeres."[3]

Lamentablemente, otras experiencias similares se vivieron en diferentes puntos del país. Por señalar un caso, aún están sin esclarecer los 19 asesinatos de mujeres de la ciudad de Mar del Plata, muchas de ellas en situación de prostitución, cuyos cuerpos fueron encontrados con signos de tortura y violación.

En países como México, por ejemplo, aún hoy siguen reclamando por los 268 asesinatos de mujeres de Ciudad Juárez, la mayoría sin esclarecer. En ese caso, las mujeres asesinadas eran trabajadoras de las maquilas, jóvenes y migrantes. Casi todas fueron halladas con signos de abusos, torturas, violación y mutilación.

La violencia contra las mujeres, una violencia estructural

Violencia conyugal, violaciones, mutilaciones genitales, tráfico sexual, crímenes de honor conforman una larga lista de los crímenes que se cometen diariamente en el mundo contra las mujeres.

Entre un 20% y un 50% de las mujeres del mundo sufre en diversa medida la violencia familiar y una de cada diez mujeres es objeto de una violación a lo largo de su vida.

Se calcula que entre 9 y 40 millones de niñas y mujeres se encuentran atrapadas en el negocio del tráfico sexual que reditúa, cada año, más de 52.000 millones de dólares a sus explotadores que las venden a futuros esposos, proxenetas o comerciantes de esclavas.

En Europa, el 2% de las trabajadoras (casi 3 millones de mujeres) ha sufrido acoso sexual en su lugar de trabajo.

En EE.UU., cada año, las mujeres son víctimas de más de 4 millones de crímenes violentos, incluyendo 500.000 violaciones y otros tipos de agresión sexual. Por año, alrededor de 6 millones de mujeres son golpeadas por sus maridos, novios y amantes actuales y antiguos.

La violencia contra las mujeres es un hecho que las feministas han puesto en evidencia ya hace mucho tiempo. Si antes no se visibilizaba es porque la violencia de género está basada en una construcción cultural que condena a las mujeres y justifica la violencia de los varones de diversas maneras. "En los siglos pasados, la violencia del sistema y de los hombres contra las mujeres era parte de la vida cotidiana. Nadie la llamaba violencia, siquiera. Simplemente, así eran las cosas."[4]

Para el especialista Miguel Acosta, la causa fundamental de la agresión a la mujer debe buscarse en "las normas, valores, principios y creencias de nuestra sociedad, en ese contexto socio-cultural androcéntrico que sitúa a la mujer en una posición de inferioridad con respecto al hombre y otorga papeles diferentes a uno y a otra, entre ellos el del control de la mujer al hombre y del sometimiento a él de la mujer, todo lo cual determina, facilita y permite la adopción de determinados mecanismos de control que pueden llegar, y llegan, hasta la violencia."[5]

A diferencia de otros casos de violencia interpersonal, la violencia contra las mujeres es una violencia estructural porque parte de esas normas socio-culturales que determinan el orden establecido. Mientras otros casos de violencia tienen su origen en la marginalidad (drogas, robos, delincuencia) y actúan desestabilizando y atacando el orden establecido, la violencia estructural hacia las mujeres actúa como un elemento que contribuye a mantener un determinado orden, en el que las mujeres permanecen oprimidas.

Mensajes de sangre para las mujeres vivas

Casi nunca los móviles están claros. En este caso de Cipolletti, como en miles de otros, el móvil del robo está descartado. Lo que sí está claro es que las mujeres de Cipolletti ya no viven como antes: "Como la mayoría de las víctimas son chicas, los novios también se volvieron más controladores. Hasta les recomiendan a sus parejas por qué calles ir, cuando salen a mirar vidrieras."[6]

El temor entre las mujeres profesionales, especialmente entre las que trabajan en el ámbito de la salud, crece día a día. ¿Deberán recluirse, abandonar sus trabajos, renunciar a su autonomía y a sus logros profesionales para estar a salvo del asesino?

En los casos de violencia contra las mujeres, las huellas de la agresión son una advertencia a las otras. ¿Qué tipo de advertencia? ¿Qué dicen esos mensajes transmitidos en heridas punzantes, magullones, golpes, cicatrices?

Acerca de los crímenes de Ciudad Juárez (México), algunos policías que participaban de la investigación alegaron que las víctimas tenían parte de la culpa porque habían desaparecido de clubes nocturnos que eran frecuentados por las trabajadoras, "mujeres que comienzan a llevar una vida independiente." ¿Qué significa esto?

Una de las mujeres que participaba de la marcha por el esclarecimiento de los crímenes de Cipolletti lo resumía de este modo: "Padecemos de asfixia."[7]

Disciplinar, silenciar, controlar parecieran ser los mensajes dirigidos a las otras mujeres que observan estos crímenes aterrorizadas. Mujeres que "deben aprender" la lección que el criminal deja estampada en el cuerpo de la víctima, como las mujeres campesinas de la Edad Media, sometidas a presenciar la quema de brujas (esas otras mujeres que sabían curar, ayudaban en los partos y en la prevención de embarazos a los pobres, algo que la Iglesia y las clases dominantes no estaban dispuestos a permitir).

Demostrar -por la fuerza brutal, el ensañamiento, la furia y el crimen- que las mujeres deben mantenerse recluidas en su hogar, protegidas por otros varones, sometidas a una vida opresiva para no sufrir el castigo que han pagado con sus vidas las que se atrevieron a desafiar el orden socialmente establecido para los sexos.

* Agradezco la colaboración del colectivo feminista La Revuelta, de Neuquén, para la elaboración de este artículo.
andreadatri@ciudad.com.ar

Notas

[1] Diario Río Negro; 25/05/02

[2] Id.

[3] Ibíd.

[4] Inst. Social y Político de la Mujer: "Silencio y miedos históricos"

[5] Miguel Acosta: "La violencia hacia las mujeres: un problema social", s/r

[6] Diario Clarín; 26/05/02

[7] Diario Río Negro; 25/05/02