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13 de julio del 2002
Presidentes del Mercosur
El Aleph en la Quinta de Olivos
Luis Bilbao
Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
La reunión de presidentes del Mercosur, Chile Bolivia y México,
realizada en la quinta presidencial los días 4 y 5 de julio, resumió
el cúmulo de dificultades de las economías latinoamericanas, las
pugnas entre el Norte y el Sur frente a la emergencia, y las severas dificultades
de las economías centrales reflejadas en escándalos de corrupción
y caídas bursátiles.
Extraño sino el del Mercosur. Fue forjado originalmente como
instrumento económico regional al margen -y a menudo en contra- de los
intereses de las naciones y pueblos componentes. Su desarrollo, siempre zigzagueante,
le confirió gradualmente otro carácter: menos amarrado a los requerimientos
inmediatos de un grupo de transnacionales y más anclado en el carácter
de instancia de unión mercantil regional, camino por el que avanzó
considerablemente, antes de ser objeto de fuego graneado desde dentro y fuera.
Y ahora, cuando apenas respira en medio de un cataclismo económico que
excede en mucho sus fronteras, adquiere carácter político, casi
valor de símbolo y se replantea como una abstracción temible:
de frustrada unión aduanera, a barrera geopolítica. Y cuando menos
es lo primero, más se aferra a su nuevo papel, sin lograr no obstante
definirlo y asumirlo.
Esa ambigüedad dominó el ambiente de la reunión de presidentes
del Mercosur más Chile y Bolivia, a quienes se sumaría -novedad
distintiva de la difícil coyuntura- el de México. Más que
el encuentro jubiloso de dirigentes lanzados tras un proyecto de alcance continental,
la reunión pareció una cita de familiares mal avenidos, forzados
a estrecharse la mano por alguna circunstancia trágica. Bajo los efectos
del "contagio" argentino y con cada mandatario -por diferentes razones- en escasísima
posibilidad de ejercer el poder, Eduardo Duhalde, Fernando Henrique Cardoso,
Jorge Batlle, Luis González Machi, Jorge Quiroga, Ricardo Lagos y Vicente
Fox, eludieron a la prensa y toda instancia que pudiese echar luz sobre la naturaleza
del encuentro y despejara la incógnita mayor: el presidente Fox ¿vino
como embajador de Washington para neutralizar el Mercosur, quebrar la resistencia
de Brasil, extender el Tratado de Libre Comercio (TLC) del que su país
es parte con Estados Unidos y Canadá, para dar así una puntada
final al ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas)? ¿O acaso, empujado
por los efectos devastadores de la pertenencia de su país al TLC, y acuciado
por las derivaciones políticas letales de aquellos resultados, llegó
a Olivos a buscar contrapeso para resistir la voracidad de su socio mayor (1)?
Las dos ruedas de prensa ofrecidas en Olivos graficaron con pinceladas patéticas
el tembladeral económico y político sobre el que marchan los presidentes.
En la primera, Duhalde y Fox redujeron el encuentro de México y Argentina
al equivalente de la firma del boleto de compraventa de un automóvil:
no sólo fue ése el único anuncio concreto, sino que en
las intervenciones de ambos brilló por su luminosa ausencia cualquier
idea referida a concepciones y tareas estratégicas para que América
Latina afronte y resuelva no sólo la turbulenta coyuntura, sino una realidad
signada por la pobreza, la marginalidad, la fuga descontrolada de riquezas en
volúmenes que hacen empalidecer los datos de la era colonial, cuando
naves españolas y británicas colmaban su capacidad de carga con
oro y metales preciosos con destino a Europa. El punto central de las intervenciones
de ambos presidentes fue el agradecimiento de Duhalde a Fox por su gestión
de mediador frente a Estados Unidos y los organismos financieros internacionales.
Y viceversa: Fox enfatizó la importancia de ayudar a Argentina a pasar
el mal trago. La regimentación grosera del diálogo posterior con
el periodismo fue, en rigor, una necesidad para que la puesta en escena no se
desmoronara con estrépito.
Y otro tanto ocurrió al cierre del conclave, el viernes 5, cuando tras
la presentación de los siete presidentes para la ceremonia de firma de
documentos... se retiraron cinco y quedaron frente a la prensa sólo Duhalde
y Cardoso: había que evitar el choque de líneas de proyección
continental entre México y Brasil e impedir, sobre todo, que alguno de
los restantes presidentes debiera definirse.
"Preocupación"
El comunicado conjunto emitido por los presidentes del Mercosur más Bolivia
y Chile, tras el obligado tributo a "la profundización de la cooperación
existente", en el punto 3 informa que los presidentes "analizaron con preocupación
el comportamiento actual del sistema económico y financiero internacional,
que ha sido una de las fuentes que ha contribuido a la inestabilidad de la región".
Acusación inusual, y por cierto no excenta de significación. Sin
embargo, a renglón seguido el documento confirma que los presidentes
"se comprometieron a continuar coordinando posiciones sobre los tópicos
más relevantes de la nueva agenda internacional, entre los que se destacan
el terrorismo, la corrupción, el narcotráfico..." (2).
De modo que la "nueva agenda internacional" asumida por los mandatarios no pone
en primer lugar -de hecho no incluye- "tópicos irrelevantes", como, por
ejemplo, el hambre y la marginación de más de 200 millones de
latinoamericanos, la desocupación masiva, el colapso de Argentina y su
previsibles derivaciones a escala regional.
Sorpresas
Bajo el impacto múltiple del asesinato de dos jóvenes desocupados
y la "atroz cacería" (expresión del propio Duhalde) de manifestantes
empujados por el hambre, los presidentes y funcionarios reunidos en Olivos se
mostraban además sorprendidos por otro dato de la realidad regional:
el resultado electoral en Bolivia.
En conversaciones privadas altos diplomáticos apenas disimulaban su consternación
por la noticia impublicable: pese a la manipulación de las cifras y la
postergación de los cómputos, Evo Morales, el dirigente campesino
del Movimiento al Socialismo, había ganado las elecciones en Bolivia.
Recién cuatro días después el dato -convenientemente macerado
para su difusión- traduciría la perplejidad de los gobiernos de
la región a la opinión pública: "Sorpresa en Bolivia: el
cocalero Morales trepó al segundo lugar", titularía el diario
de mayor difusión en Argentina (3).
Es tarea de semiólogos y estudiosos de los medios precisar la significación
del adjetivo "cocalero" en el título. Políticamente, sin embargo,
es fácil entender la morosidad periodística, la reticencia conceptual,
el adjetivo descalificativo y... la sorpresa.
Evo Morales estaba lejos de ser un favorito de las encuestas electorales. Tampoco
tiene detrás un partido mayoritario. Y, al fin y al cabo, es un campesino
que representa a sus pares del trópico cochabambino en la resistencia
a la política estadounidense aplicada casi sin mediaciones en Bolivia
desde hace años. El humilde cocalero, a diferencia de lo ocurrido en
otras esferas, no se sorprendió por el resultado electoral. Antes bien,
parece tener una perspicacia ausente en connotados think tanks, en no pocas
cancillerías y en ciertas redacciones. En octubre de 2000 había
declarado que "la lucha de los campesinos del trópico de Cochabamba es
ahora contra el gobierno de Estados Unidos y no con el boliviano" (4). Días
antes de las elecciones, en aparente asunción de este desafío,
el embajador estadounidense en La Paz, Manuel Rocha, advirtió públicamente
que si se votaba a Morales Bolivia no recibiría ayuda de Washington.
Pero ésa era una carta ya jugada. Y perdida. Le Monde diplomatique expuso
un año y medio atrás la marcha de la coyuntura regional con un
título inequívoco: "Colapsa en Bolivia la estrategia de Washington"
(5). Pero la noción de fracaso no aludía exclusivamente al país
vecino sino a América Latina en su totalidad. Al sistemático debilitamiento
de Estados Unidos no sólo frente a sus tradicionales enemigos, las organizaciones
campesinas y obreras del continente, sino respecto de sus propios socios, cada
día más alarmados por la voracidad insaciable y las consecuencias
más que riesgosas para ellos de las políticas dictadas desde Washington.
La "sorpresa" de Bolivia, llega después de innumerables desplantes de
Brasil a la reiterada exigencia de Estados Unidos para consumar el ALCA. Y llega
sobre todo después de la trascendental derrota de Washington en abril
pasado en su intento por derrocar al presidente venezolano Hugo Chávez.
Cuando en Brasil el candidato del Partido de los Trabajadores va por lejos primero
en las encuestas para los comicios de octubre próximo, en Uruguay el
Frente Amplio calienta los motores porque comienza a plantearse la posibilidad
de un adelanto en las elecciones y en Argentina... las incógnitas superan
a cualquier certeza, pero en unas u otras la diplomacia estadounidense sale
mal parada.
Así y tras el nulo resultado de la reunión de presidentes en Buenos
Aires, se explica la llegada al país del Sr. Otto Reich, subsecretario
de Estados para asuntos hemisféricos del gobierno de George W. Bush.
No es preciso abundar acerca del currículum de Reich. Ya es pública
su condición de figura reiterada en las operaciones encubiertas de la
CIA en América Latina, desde la formación de un ejército
mercenario en Honduras contra el gobierno sandinista de Nicaragua, hasta su
papel en el reciente golpe fracasado en Venezuela. Su escala previa en Brasil
resultó un episodio más de la dura confrontación diplomática
entre el Planalto y la Casa Blanca: el enviado de Bush no fue recibido por Cardoso.
En un artículo publicado en la víspera de su arribo a Buenos Aires,
Reich -de origen cubano y residente en Miami- inició la nota asegurando
su voluntad de "expresar el respeto y la admiración de mi gobierno por
ese gran país y sus ciudadanos" (6).
Desde hace algunos meses, y en directa correspondencia con el colapso de la
estrategia de Washington en América Latina y sus redobladas presiones
para aniquilar el Mercosur, se multiplicaron las pruebas acerca del "respeto
y la admiración" que Washington profesa por la ciudadanía y el
gobierno de Argentina. De modo que no puede caber duda respecto de la sinceridad
y la fina elegancia en las palabras del enviado de Bush, como así tampoco
de sus actividades en Buenos Aires luego del encuentro del Mercosur y, sobre
todo, antes de la reunión de presidentes sudamericanos que tendrá
lugar en Guayaquil, Ecuador, el 26 y 27 de este mes.
En este año de 2002, el Aleph no está en la calle Garay, donde
lo puso Borges. Al menos por dos días estuvo en la quinta residencial
de Olivos. Y quienes pudieron mirarlo sintieron un estremecimiento.
Notas
1 Carlos Gabetta, "El suicidio a través del ALCA"; Le Monde diplomatique,
Edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2002.
2 Comunicado conjunto de los presidentes de los Estados partes del Mercosur,
Bolivia y Chile.
3 Clarín, Buenos Aires, 9-7-02
4 "Cocaleros cambian de enemigo, ahora es el gobierno de EE.UU"; Los Tiempos,
Cochabamba, 9-10-00.
5 Luis Bilbao, Le Monde diplomatique, Edición Cono Sur, noviembre de
2000.
6 Otto Juan Reich, " Estados Unidos y la Argentina ", La Nación, Buenos
Aires, 9-7-02.
http://www.eldiplo.org