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18 de junio del 2002
Alejandro Teitelbaum
Servicio Informativo "alai-amlatina"
La Asamblea de la OEA aprobó en Barbados el 3 de junio la Convención Interamericana contra el Terrorismo. Lo hizo en tiempo "récord", sin discusión y sin escuchar las objeciones y propuestas de algunas ONGs, entre ellas la de postergar el tratamiento del proyecto para permitir un debate abierto.
Los Gobiernos del continente allí representados se limitaron a acatar la "voz del amo". Veamos de que se trata.
¿Qué es el terrorismo?
Podría definirse al terrorismo como la actividad destinada a provocar miedo, pánico o terror con la finalidad de obtener un resultado. En el caso del terrorismo de Estado el resultado buscado generalmente consiste en paralizar o destruir a la oposición política o ideológica y/o en aniquilar a la oposición armada. El terrorismo de grupos generalmente se propone obtener una reivindicación particular o un cambio en la política de un Estado o grupo de Estados.
En la(s) víctima(s), los sentimientos de miedo, pánico o terror, puede provocar reacciones instintivas de autodefensa, neutralizar su autonomía de la voluntad e incluso privarla(s) totalmente de discernimiento y/o sentido crítico.
El terrorismo del poder existe desde tiempos inmemoriales y ha sido ejercido siempre como instrumento de dicho poder, tanto temporal como espiritual, el que lo utiliza para conservar su dominación y mantener el orden establecido.
Los textos religiosos, como el Antiguo Testamento y el Corán, instan a la adhesión de los fieles por medio del temor de Dios e incluso algunos anuncian el terror: "Yo también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura que consuman los ojos y atormenten el alma" (levítico, 26,16). Tales amenazas, adquirieron formas precisas, de una crueldad inimaginable, dirigidas a los pecadores, a los heréticos y a los "infieles" y se concretaron por medio de la Inquisición y en el filo de las cimitarras de los guerreros mahometanos.
La revolución Francesa institucionalizó el Terror al servicio del nuevo poder, que debía estar, según Robespierre, indisolublemente unido a la Virtud.
En la época contemporánea, el ejemplo quizás más vasto y abrumador de terrorismo fue el practicado por el Estado nacionalsocialista alemán.
Los pueblos latinoamericanos tienen la experiencia de decenios de terrorismo del poder (o terrorismo de Estado) en América Latina, con su secuela de centenares de miles de asesinados, desaparecidos y torturados, practicado en buena parte por los 60.000 militares formados para esa faena en la Escuela de las Américas y con la complicidad comprobada del Consejo Nacional de Seguridad, del comité 40 (encargado de las operaciones secretas) y de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos.
También el terrorismo de Estado a escala internacional está incorporado a la doctrina militar estadounidense y consiste en paralizar la retaguardia del país que agreden mediante bombardeos aéreos masivos e indiscriminados contra la población civil y objetivos civiles (Vietnam, invasión a panamá, guerras del Golfo, Yugoslavia y Afganistán), utilizando armas prohibidas, como el napalm, la sustancia naranja, las bombas de racimo, las bombas "segadoras de margaritas", etc.
Esta "doctrina" militar no es nueva: el bombardeo terrorista de la población civil lo utilizaron Italia en Etiopía en 1935-36, Alemania e Italia durante la guerra civil española, Alemania y los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, etc.
De modo que el terrorismo de Estado (o del Poder) ha sido desde la remota antigüedad y es actualmente la forma principal del terrorismo, destinado a preservar el orden establecido y el terrorismo individual o de grupos es generalmente la respuesta al terrorismo de Estado (y no a la inversa).
El terrorismo individual o de grupos es mucho más reciente. Como no dispone de los medios materiales ni de los tiempos de que dispone el Poder, es artesanal y busca resultados inmediatos, sin reparar en medios ni en sacrificios. El mesianismo y la irracionalidad de la conducta de sus promotores y ejecutores los lleva con frecuencia a convertirse en instrumentos (generalmente involuntarios) del terrorismo de Estado. Esto ha ocurrido y ocurre en los casos más diversos, tanto en lo que se refiere al terrorismo "rojo" como al terrorismo "negro". Y en no pocos casos se ha comprobado la intervención en tales actividades terroristas de los servicios secretos estatales y, en particular, de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos.