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EL INFLUYENTE DORNBUSCH PONE UN FINAL PREOCUPANTE A LA DECADENCIA INSTITUCIONAL
"Hasta el retorno de algún dictador militar" El analista preferido de los bancos de inversión, que habitualmente mezcla pronósticos con deseos, dice que no habrá ayuda externa para la Argentina y que la crisis política desembocará en una dictadura. Como podrían hacerlo Alfredo Atanasof o Jorge Matzkin, Dornbusch también alerta contra la "lucha de clases" en medio de un colapso institucional.
El analista de moda ya recomendó una intervención colonial y ahora espera un golpe para "normalizar" las finanzas.
Por Martín Granovsky
Por primera vez uno de los gurúes más escuchados por el mundo financiero internacional liga la crisis argentina con la ayuda externa y una nueva dictadura militar. Rudiger Dornbusch, un energúmeno del Instituto Tecnológico de Massachusetts, pronosticó en un informe reservado, al que tuvo acceso Página/12, que las instituciones argentinas "seguirán cayendo, sin que pueda hablarse de ayuda externa, hasta el retorno de algún dictador militar".
La afirmación de Dornbusch figura en un documento titulado "Informe económico mundial. Riesgos para la recuperación de los Estados Unidos, problemas en la periferia", auspiciado por la Trans-National Research Corporation.
Dice también que "en la Argentina, los excluidos (la palabra original en inglés es disenfranchised) están desplegando una lucha de clases y las instituciones han colapsado completamente".
Si Dornbusch fuera un marxista vulgar, cualquiera diría que está convencido de que la situación que vive la Argentina es prerrevolucionaria y que solo basta un paso, la vanguardia de un partido proletario, para pasar de la prerrevolución a la revolución.
El problema es que no se trata de un izquierdista esperanzado sino de un consultor especializado en mostrar el rostro más salvaje de los bancos de inversión. Esos intereses suelen coincidir con los de la administración de George W. Bush, basada en el ejercicio unilateral del poder en su estilo más crudo y descarnado.
No es una expresión simple la de Dornbusch.
Tres cosas están claras.
Una, que su pronóstico apunta a una decadencia mayor de las instituciones.
La otra, que esa decadencia terminará en una dictadura militar.
La tercera, que no habrá ayuda económica del exterior para la Argentina. La complejidad reside en descubrir si Dornbusch simplemente realiza tres pronósticos independientes o relaciona uno con otro como si fueran causas y efectos.
Lo peor es que augura un régimen militar. Pero, ¿también sugiere que solo con un régimen militar vendrá la ayuda externa? ¿O, en una visión más optimista, está diciendo que debe haber ayuda para que no vuelva la época de las dictaduras militares?
Su análisis de la situación brasileña es apocalíptico. "Entre los mercados emergentes, Brasil se destaca como el próximo candidato a sufrir la crisis", dice Dornbusch. "Eso puede producirse por un Lula victorioso, saludado por un presupuesto desequilibrado y una mala relación de deuda (con el PBI o las exportaciones), en combinación con un mercado hiperpesimista".
"Al pesimismo hay que sumarle la incapacidad de Brasil, los Estados Unidos y los organismos multilaterales para coordinar una defensa preventiva", sostiene el informe. "(El secretario del Tesoro norteamericano, Paul) O’Neill se la pasa diciendo ‘nada de plata’ cuando la verdad es que nadie se la pide. Más aún, al revés de lo que sucedía con los mexicanos en 1995, va contra la cultura brasileña que acepten un paquete repleto de condiciones y que admitan el monitoreo permanente de la Secretaría del Tesoro para ver si están haciendo bien su trabajo". La conclusión de Dornbusch es que, si la plata llega, lo hará tarde y mal. Y en cuanto a Lula, la paradoja que plantea el economista es que "no es tan malo como los mercados piensan, porque necesita dinero para sus programas sociales y sabe que para conseguir ese dinero tiene que cumplir ciertas reglas".
Dornbusch, un viejo amigo del fallecido Guido Di Tella, es el mismo experto que el año pasado describió un panorama negro de la Argentina. Dijo que los ingresos deberían reducirse al 30 por ciento de lo que eran en ese momento, y que si eso ocurría y la Argentina resolvía sus problemas fiscales en diez años más quizás, sólo quizás, el país podría empezar a soñar con una recuperación productiva. La primera parte de su pronósticorecomendación está en marcha.
Luego, Dornbusch volvió a cobrar notoriedad entre los banqueros cuando propuso que la Argentina "debe importar la credibilidad perdida". La forma de hacerlo, tal como publicó en detalle este diario, era conceder a extranjeros de primer nivel técnico la conducción del Banco Central y del manejo de las cuentas públicas. Fue después de esa sugerencia que asumió en el Central Mario Blejer, que venía de ocupar un puesto en la burocracia del Fondo Monetario Internacional, y que el Gobierno lanzó la idea de crear un comité de sabios para controlar la descarriada economía argentina.
Dornbusch y su socio en la propuesta, el chileno Ricardo Caballero, dijeron que los tecnócratas "no sustituirán a Duhalde ni a su sucesor", aunque es obvio que eso ni siquiera haría falta, porque sin poder desplegar política monetaria y fiscal independientes el futuro presidente sólo sería un presidente nominal. Es decir, un presidente como Fernando de la Rúa o Eduardo Duhalde.
Los economistas del MIT de Boston están convencidos de que su propuesta no debe fastidiar el orgullo nacional argentino. Sostienen que "un país es mucho más que un conjunto de normas monetarias, financieras y fiscales", que "no se renuncia a la identidad y el orgullo nacional al aceptar que unos extranjeros controlen la implementación de un conjunto de normas cuidadosamente diseñadas para no interferir con la soberanía política, y aprobadas por el Congreso argentino" y que "la situación es demasiado grave", tanto que hace recomendable dejar "la retórica y el orgullo de lado".
En su último documento, Dornbusch no aclara si ya abandonó incluso esa idea de la credibilidad importada o si el único factor de credibilidad consistiría en llegar al fondo de la caída institucional. O sea, a una vuelta a la dictadura militar