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14 de junio del 2002
FMI váyanse a la mierda
Naomi Klein
ZNet en español
El martes [12 de marzo], en Buenos Aires, a unas pocas cuadras de distancia del lugar en el que el presidente argentino Eduardo Duhalde estaba negociando con el Fondo Monetario Internacional, un grupo de vecinos realizaba una negociación completamente distinta: intentaba salvar su hogar.
Para protegerse de una orden de desalojo, los vecinos de Ayacucho 335, entre
los que se cuentan 19 niños, se atrincheraron dentro su casa y se negaron
a salir. Sobre la fachada de hormigón del edificio, una pintada decía:
FMI váyanse a la mierda.
¿Pero qué tiene que ver el FMI, que llegó a la ciudad para establecer
las condiciones de entrega de un préstamo de US$ 9 mil millones que prometió,
con el destino de estas personas? La verdad es que en este país en el
que hoy la mitad de la población vive debajo de la línea de pobreza,
es difícil encontrar un sólo sector de la sociedad cuyo destino
no se encuentre de alguna forma en las manos de la entidad crediticia internacional.
Bibliotecarios, docentes y otros empleados del sector público a los que
se viene pagando con bonos provinciales emitidos a toda prisa (una suerte de
pagarés gubernamentales) no recibirán sus haberes si las provincias
aceptan las exigencias del FMI y suspenden la emisión de los bonos. Y
si se realizan mayores recortes al gasto público, como también
insiste el FMI, los trabajadores desempleados, que representan entre un 20 y
un 30 por ciento de la población, estarán más desprotegidos
aun ante la falta de vivienda y el hambre que ha llevado a decenas de miles
a irrumpir en los supermercados para exigir alimentos.
Y si no se encuentra una solución al "estado de emergencia sanitaria"
declarado esta semana, seguramente la vida de una mujer mayor que conocí
hace poco en las afueras de Buenos Aires se verá afectada. En un arranque
de vergüenza y desesperación se levantó la blusa y le mostró
a un grupo de extranjeros la herida abierta y los tubos colgantes de una operación
de estómago que su médico no pudo coser ni vendar debido a la
falta de insumos médicos.
Tal vez parezca grosero hablar de estos temas en el contexto de la visita del
FMI. Se supone que los economistas analizan la fijación del dólar
al peso, la "pesificación" y los peligros de la "estanflación";
no el destino de las familias que están perdiendo sus hogares y de las
mujeres operadas con heridas abiertas.
Pero si uno lee los consejos insensatos que la comunidad empresaria internacional está dando al FMI y al gobierno de la Argentina, tal vez no resulte tan descabellado analizar la cuestión desde una perspectiva más personal.
Durante semanas, la Argentina fue tratada como un niño que no podrá probar el postre hasta que no termine con la comida. A pesar de haberse comprometido a reducir en un 60% el déficit de las provincias, parece que no ha hecho lo suficiente como para "merecer" un préstamo. "Las novedades son totalmente superficiales", dice con desdén un economista de Credit Suisse First Boston. El presidente Duhalde advierte que la población de la Argentina está desesperada y no puede tolerar mayores recortes; pero algunos, como el Correo Argentino, llaman a esto falta de decisión.
La opinión internacional más extendida es que para el FMI la crisis
de la Argentina no debería ser un obstáculo sino una oportunidad:
el razonamiento es que el país está tan desesperado por conseguir
dinero que hará cualquier cosa que el FMI le pida.
"Durante las crisis es cuando... el Congreso está más dispuesto
a escuchar", explica Winston Fritsch, presidente de la unidad brasileña
del Dresdner Bank AG.
Ricardo Cabellero y Rudiger Dornbusch, un par de economistas del MIT que escriben
en el Financial Times, van más allá. "Es hora de tomar decisiones
radicales", dicen. Argentina "debe renunciar a su soberanía en el área
económica... a gran parte de su soberanía monetaria, fiscal, de
regulación y manejo de recursos por un período prolongado, digamos
de cinco años". El gasto, la emisión de billetes y el sistema
impositivo del país, afirman, deberían ser controladas por "agentes
extranjeros" entre los que se incluiría "un consejo formado por directores
de bancos centrales extranjeros con experiencia".
En una nación todavía marcada por la "desaparición" de
30.000 personas durante la dictadura militar de 1976-1983, sólo un "agente
extranjero" tendría el coraje de decir, como afirma el equipo del MIT,
que "se debe gobernar el país con mano dura". O que, con los argentinos
fuera de juego, se puede salvar al país mediante la aplicación
de un mercado libre entrometido, la introducción de profundos recortes
del gasto público y, por supuesto, "una gran campaña de privatizaciones".
Resulta obvio para cualquiera que haya prestado atención a la convulsión
social argentina que una dictadura económica de este tipo sólo
podría ser impuesta mediante la represión de Estado y un derramamiento
de sangre espantosos.
Pero hay otro problema: la Argentina ya lo ha hecho todo.
Como estudiante modelo del FMI durante la década del ´90, el país
abrió su economía por completo (esta es la razón por la
cual ha resultado tan fácil la fuga de capitales desde que comenzó
la crisis). En realidad, un tercio del gasto público supuestamente desenfrenado
de la Argentina va directamente a pagar los intereses de la deuda externa. Otro
tercio va a fondos de pensión, que ya han sido privatizados. Sólo
el tercio restante cubre la salud, la educación y la asistencia social.
Lejos de subir descontroladamente, estos gastos han caído muy por debajo
del crecimiento de la población, motivo por el cual están llegando
de España cargamentos con donaciones de comida y medicamentos.
En cuanto a la "privatización masiva", Argentina ha vendido diligentemente
tantos de sus servicios, desde trenes hasta teléfonos, que los únicos
bienes que Cabellero y Dornsbuch pueden pensar en privatizar son los puertos
y las aduanas del país.
No debería extrañarnos que los economistas y los banqueros tengan
tanta prisa por acusar a las víctimas de esta crisis, o por afirmar que
los argentinos gastaron más de la cuenta, fueron rapaces o corruptos.
Por supuesto, es cierto que el sistema político aquí está
contaminado por la corrupción y la impunidad. Pero en los últimos
en los que habría que confiar para realizar la limpieza necesaria en
la Argentina es en los mismos financistas que llenaron alegremente los bolsillos
de políticos y generales de la armada a cambio de contratos locales.
Las amas de casa argentinas tienen una idea mejor. La semana pasada, el Día
Internacional de la Mujer, cientos de mujeres salieron a las calles escoba en
mano y anunciaron que no limpiarían sus casas hasta no haber barrido
la corrupción fuera del Congreso. Su protesta fue una minúscula
ola en una marea gigante de movilizaciones populares que ya ha tirado abajo
sucesivos gobiernos y que ahora amenaza con tomar una medida más radical:
implantar una verdadera democracia.
Siguiendo el modelo de los piqueteros -los militantes desempleados argentinos-
decenas de miles de vecinos se están organizando en asambleas vecinales,
conectados unos a otros al nivel de la ciudad y de la nación. En plazas,
parques y en esquinas, los vecinos debaten acerca de cómo hacer de sus
democracias sistemas más responsables y cómo reemplazar al gobierno
allí donde falló. Están discutiendo la creación
de un "congreso de los ciudadanos" para demandar transparencia y responsabilidad
a los políticos.
Están debatiendo presupuestos participativos y la necesidad de mandatos
políticos más cortos mientras organizan ollas populares para los
desempleados y planifican festivales de cine en las calles. El presidente, que
fue designado cuando sus predecesores elegidos renunciaron a sus cargos, está
tan asustado de esta fuerza política en crecimiento que ha empezado a
llamar "antidemocráticas" a estas asambleas.
Pero no faltan motivos para estar atentos. Las asambleas también están
discutiendo métodos para reactivar las industrias locales y reestatizar
bienes y servicios. Y pueden ir más allá. Argentina, que fue un
alumno obediente durante décadas, reprobado de manera terminante por
sus profesores del FMI, no debería estar mendigando préstamos
sino exigiendo reparaciones.
El FMI tuvo su oportunidad de conducir a la Argentina. Ahora llegó el
turno de la gente.
19 de marzo de 2002
Naomi Klein es la autora de No Logo. http://www.nologo.org/
(c) 2002 Bell Globemedia Interactive Inc.
Título original: IMF Go to Hell
Origen: Toronto Globe and Mail, 19 de marzo de 2002
Traducido por Leónidas Leipzig y revisado por Tatiana de la O