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Argentina: La Lucha continúa

12 de junio del 2002

Discurso de la ciudadanía o cómo se quiere integrar al movimiento "antiglobalización"

José Welmovicki
Movimiento de Resistencia Global

Quien entrase en el Foro Social Mundial, realizado en Porto Alegre el pasado mes de enero, podía quedar impresionado por la cantidad de veces que el término ciudadanía era citado, ya sea en los carteles de recepción, en los puestos de venta de materiales y, especialmente, en los paneles centrales del evento. El Foro fue dominado ideológicamente por esa fórmula mágica que ha penetrado de forma creciente en las corrientes que organizaron el evento y tiene gran impacto hoy en la vanguardia.
El Foro se realizaba después del agotamiento del discurso del neoliberalismo frente a la dura realidad del hambre, de la brutal desigualdad social, de la injusticia contra las minorías étnicas y sexuales, contra pueblos enteros, contra el orden mundial en que los mercados dominan cada vez más la economía y la política. El grito de las calles de Seattle, Praga, Washington y Niza, contra ese estado de cosas unió sectores sociales y nacionales diversos, y expresó una conciencia política radical contra esa situación. Apareciendo como anti-Davos , una alternativa contra el neoliberalismo y sus ideologías, como el mercado y el individuo como panaceas universales, los organizadores del Foro se proponían comenzar a dar una respuesta política y programática. Pero en esa respuesta la palabra clave es ciudadanía .
Hacer propuestas...
Había un discurso común de los organizadores del Foro antes de su realización y que marcó los principales paneles: No basta decir no al orden mundial injusto, simbolizado por el Foro de Davos. Es preciso tener propuestas . En palabras de Ignacio Ramonet (en el artículo La necesidad de la utopía): Cada ciudadano siente la necesidad urgente como una barrera contra la resaca neoliberal de un contraproyecto global, una contra-ideología, un Edificio conceptual que se pueda contraponer al modelo actualmente dominante.
Dicho de otra forma, sintetizada en la bandera otro mundo es posible , los que se oponen a la globalización necesitarían ir más allá de negar el orden liberal de mercado: deberían presentar un contraproyecto, un programa para la transformación, para que las movilizaciones puedan evolucionar hacia la propuesta de un nuevo mundo .
Esa es una preocupación correcta: al final, por más que los movimientos se multipliquen, es necesario (y cada vez más) tener una perspectiva, un programa para contraponerse al proyecto en ejecución de los poderosos que se reunieron en Davos y cuyas nefastas consecuencias son diariamente sentidas en la realidad de los millones de explotados en todo el planeta. Esas decenas de millares de activistas de todos los continentes y sectores sociales, que expresan la creciente voluntad de las masas explotadas de un cambio radical de ese estado de cosas, necesitan ver una perspectiva internacionalista de transformación.
El Foro Social Mundial es, en esencia, una organización cuya razón de ser es levantar un programa, una comprensión del mundo y las tareas y propuestas que de ahí se derivan. El problema reside en cuál es la propuesta que está siendo introducida con ese discurso. En la visión de la amplia mayoría de los organizadores y conferencistas, es posible cambiar la realidad humanizando al capitalismo internacional, el edificio conceptual adoptado es el de la ciudadanía y la ideología asumida es la de la democracia. Esto sería válido no sólo para cada movimiento en su realidad nacional y local, sino que ahora se extendería a todo el mundo, al que sería posible cambiar por la vía de la ciudadanía planetaria .
... no puede significar aceptar el orden existente
Citamos a continuación algunos de los principales interlocutores del Foro para que quede claro el contexto en que ese contraproyecto es introducido. El diario Le Monde Diplomatique, promotor de la ATTAC y del propio evento, en un editorial sobre el Foro (Davos, no, Porto Alegre), firmado por Ignacio Ramonet, decía: El Foro Social Mundial será un espacio de intercambios y debates... pero a diferencia de Davos, ellos serán abordados en una perspectiva cívica, esto es, desde del punto de vista de los ciudadanos y no del mercado financiero . La ATTAC, una de las asociaciones convocantes del Foro, significa Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Ayuda a los Ciudadanos. O sea, busca contraponer los intereses de los ciudadanos a los del capital financiero.
El Partido de los Trabajadores, por intermedio de su presidente, José Dirceu, hizo el siguiente análisis en el artículo Los consensos de Porto Alegre en el diario Folha de São. Paulo (3/2/2001):
El acontecimiento social más importante de este inicio de milenio representa, sin duda, la reafirmación del compromiso con la democracia, con la ciudadanía y con la participación directa de los ciudadanos en la política y en la gestión pública...
El FSM dejó claro que hay una necesidad de acción política y lucha social; de compromiso con la ética y de lucha contra la corrupción política; de buscar formas de control social sobre el Gobierno y el Estado; y de reformar las organizaciones financieras internacionales, controlar y regular los movimientos financieros de capitales (tasa Tobin) y solucionar el grave problema de las deudas de los países del Tercer Mundo, con la anulación de las deudas de los países pobres .
Tenemos que levantar la bandera de la lucha por la inclusión social; definir políticas públicas de distribución de renta, de pleno empleo y de garantía de acceso a la salud y a la educación públicas y gratuitas. Es preciso luchar contra el hambre, por la reforma agraria y por políticas públicas que aseguren la alimentación y el acceso democrático a las tecnologías y a la producción de alimentos.
Estos textos son una expresión concreta de un determinado proceso de convergencia programática entre los sectores más importantes que participaron de la organización del Foro en relación con las propuestas alternativas a presentar, sobre su edificio conceptual o, como podríamos decir, sus contenidos programáticos. Independientemente de los matices entre ellos, puede decirse que el contraproyecto anunciado por Ramonet fue abordado desde el siguiente ángulo en el Foro: para ese otro mundo posible es necesario un movimiento para reformar la sociedad, el Estado y las instituciones mundiales existentes de modo que se pueda cambiar la lógica que hoy impera, dada por el capital financiero (o por el mercado)
Se ataca duramente el llamado pensamiento único, típico de los presentes en Davos, defensores del ultraliberalismo, pero se contrapone a ellos un proyecto centrado en la participación de los ciudadanos, en beneficio de la gran mayoría excluida, por los derechos del hombre . La acción comenzaría por la participación en la política (sin negar la llamada democracia representativa) de los movimientos sociales existentes en una serie de áreas y países, utilizando o creando mecanismos de democracia directa, cuyo mejor ejemplo sería el Presupuesto Participativo de Porto Alegre. La palabra síntesis de estas propuestas, la más repetida en todos los paneles, fue ciudadanía . Estamos entonces obligados a analizar estas propuestas, este esbozo de programa mundial (el contraproyecto ) y su hilo conductor: la estrategia de la ciudadanía.
La ciudadanía, para estos sectores sería definida por los principios de la democracia , se materializaría en la creación de movimientos sociales en lucha por más y más derechos, y en la definición de instituciones permanentes para la expresión política (partidos, órganos públicos), significando necesariamente un nuevo orden legal, la conquista y consolidación de un nuevo orden social y político superior al actual.
La negación de la división en clases sociales por medio de la adopción de la ciudadanía
La expresión clases sociales , sean las dominantes o las explotadas, prácticamente no existió en el Foro, como puede verse en estos mismos textos que citamos. Aquí aparece el primer y decisivo problema de la concepción ciudadana : ve las terribles divisiones y la desigualdad social reinante como resultado de un orden perverso, fruto de una opción política (en este caso, la opción neoliberal), pero no resalta la existencia de la dominación de clase que la sustenta. No enfatiza que la concentración total de la propiedad de los medios de producción, y el monopolio de las finanzas en las manos de una cada vez más reducida cantidad de grandes grupos multinacionales, son la causa de toda esa desigualdad. Que capital y trabajo tienen, a partir de ahí, intereses antagónicos.
En esencia, para estos sectores, la fuente de la desigualdad no está en el sistema de producción capitalista, sino en el ámbito de la distribución, en la irracionalidad de la distribución. Coherentes con eso, los defensores de la ciudadanía sitúan todas sus propuestas en una tentativa recurrente de racionalizar la distribución... en el marco del propio capitalismo. Pregonan que es posible superar los graves y crecientes problemas sociales por la inclusión social, sin tocar la infraestructura económica ni la estructura de la sociedad. Pregonan una justa distribución de la renta sin decir que para acabar con la desigualdad social es necesario expropiar los medios de producción, tomar las riquezas de las manos de los capitalistas y de ese puñado de monopolios privados que dominan la economía y la sociedad en todo el mundo. O, tomando las palabras agitadas por los manifestantes de las calles de Seattle y Praga, ¡El capitalismo mata: muerte al capitalismo!
Los argumentos de los defensores de la posibilidad de una ciudadanía sin destruir al capitalismo varían, pero acostumbran acentuar la posibilidad de una gestión pública diferenciada a partir de la participación política ampliada de los ciudadanos y que no se puede pensar más en una revolución de los trabajadores, debido a la pérdida de importancia del trabajo o, como dicen algunos de ellos, no existirían más las bases objetivas para una utopía de la sociedad del trabajo . También, porque las diferentes causas colocadas en cuestión por los ataques del capital (la ecología, la lucha feminista, racial e infantil, etc.) ponen otros sujetos en acción.
Ya en el inicio del siglo XX, Rosa Luxemburgo, en su clásico Reforma y Revolución, atacaba a los que, como el dirigente socialdemócrata revisionista Bernstein, querían lograr una salida por encima de las clases: Fiel a la su lógica hasta el fin, él cambió, junto con su ciencia, política, moral y manera de pensar el lenguaje histórico del proletariado por el de la burguesía. Cuando utiliza la palabra ciudadano sin distinciones para referirse tanto al burgués como al proletario, queriendo con eso referirse al hombre en general, identifica al hombre en general con el burgués, y la sociedad humana como la sociedad burguesa.
Trayendo esta discusión al presente, cuando se habla de obtener la ciudadanía para todos, se olvida que hay una guerra social entre el capital y los explotados, que los hombres de Davos no son ciudadanos equivocados, sino los generales del capital reuniéndose para ver cómo y cuántos seres humanos van a matar de hambre en los próximos años para que continúen sus ganancias astronómicas. Fue exactamente ese el tenor de la pregunta que la líder de las Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, hizo al mega-inversor George Soros y a sus colegas en el debate por TV durante el Foro. Es necesario sacar las fuentes de poder y riqueza de las manos de esos ciudadanos multimillonarios, que les permiten continuar manteniendo a la mayoría de la humanidad en el hambre y en la miseria. Y eso significa expropiación de los medios de producción, que sólo puede ser impuesta por la acción revolucionaria de las clases explotadas.
Estado de derecho capitalista y ciudadanía
El mismo razonamiento se hace para la cuestión del Estado, cuando niegan que el Estado es de clase. No existiría más una naturaleza de clase, una dominación de determinada clase en el Estado. El Estado sería definido como de derecho o de facto por su forma: si existen libertades políticas y elecciones regulares es un Estado de derecho. No importa el contenido, las relaciones sociales que lo determinan y que él defiende.
En un Estado democrático, cabe al Derecho el papel normativo de regular las relaciones interindividuales, las relaciones entre el individuo y el Estado, entre los derechos civiles y los deberes cívicos, entre los derechos y deberes de la ciudadanía, definiendo las reglas del juego de la vida democrática. La ciudadanía podrá, de esa forma, cumplir un papel libertador y contribuir para la emancipación humana, abriendo nuevos espacios de libertad (Guattari, 1987,1990), en donde tendrán eco las voces de todos aquellos que, en nombre de la libertad o de la igualdad, siempre fueron silenciados.
Pero como esta cita reconoce, la realidad de ser ciudadano en esta sociedad es tener derechos (ser libre, poder hacer contratos) y deberes (aceptar el orden y el contrato que le asegura la paz ) El Estado vela por esta paz siempre en nombre de las leyes. Se encarga de hacer cumplir la ley. Para eso, tiene un aparato de coerción y el monopolio de la violencia a través de las fuerzas armadas y de la policía, como reconocía el propio Max Weber. Además, para no dejar dudas, cada vez que movilizaciones como las de Seattle, Praga o Niza intentan impedir la realización de las reuniones en que los señores de Davos o del G-7 combinan cómo continúan manteniendo a la amplia mayoría de la humanidad en la miseria y acordar sus diferencias menores, las policías de los respectivos Estados de derecho muestran democráticamente que están allí para garantizar que nada perturbe el orden del capital. Lo mismo cuando los Sin Tierra del Brasil invaden un latifundio improductivo o los campesinos de Francia hacen una manifestación contra los transgénicos.
Pero el Estado burgués no tiene solamente aparatos de coerción, pues actúa también para legitimarse como representante del conjunto de la sociedad, de lo que sería la voluntad general de la población. Con la división en tres poderes y la posibilidad de renovación periódica de los gobernantes, la burguesía siempre intentó presentar su Estado como la representación de la sociedad. Que existiría una igualdad básica entre los ciudadanos representados por él. Y eso sólo puede funcionar en la medida que la ilusión de que es la expresión de un consenso, o de la mayoría, se mantenga. Y esa apariencia consensual llevó a que inclusive tendencias dentro del movimiento obrero apostasen a la alternancia del poder vía las elecciones y a una posible mayoría parlamentaria, como Bernstein y sus seguidores socialdemócratas durante todo el siglo XX.
Los defensores de la ciudadanía, coherentes con la interpretación del Estado como un espacio en disputa, pregonan su democratización, en vez de proponer su destrucción por la revolución proletaria. Si no hay un aparato de dominación de clase que deba ser destruido, se podría ir aumentando poco a poco los espacios democráticos y construyendo una ciudadanía cada vez más ampliada hasta transformar ese Estado en un Estado de todos, que realice de verdad la voluntad general soñada por Rousseau, el ideal republicano. Pero como la realidad es muy diferente del modelo, incluso en los países de mayor tradición democrática , como en Europa Occidental, las corrientes de izquierda que hablan de democracia tratan de agregar un contenido con una nueva forma que incluya una participación de los ciudadanos.
Por eso era tan oída en el Foro la apelación a la democracia participativa , que sería más profunda y superior a la democracia representativa y que no se limitaría solamente a las elecciones periódicas. Esta democracia sería una forma de instalar el control social sobre los aparatos de poder. Para los que defienden esa posición, habría contradicciones entre los ciudadanos / personas y el Estado, independientemente de su naturaleza de clase. Sería como la contradicción entre lo particular y lo general, entre los individuos y la voluntad general , expresada en los organismos estatales, los cuales tendrían una tendencia inherente a su burocratización. Por eso, sería necesario ampliar la participación de la sociedad civil, para corregir excesos y volver activa la ciudadanía.
Pero la utopía de la democratización del Estado burgués choca contra la realidad de los Estados existentes que dominan la escena y son los instrumentos no de la voluntad popular, incluso cuando hay elecciones periódicas, sino de la voluntad de los monopolios, de los hombres de Davos . Aunque existen elecciones regulares en los EE.UU. en los últimos dos siglos, sería muy difícil convencer a algún participante del Foro Mundial que las acciones de Clinton o de Bush tienen como fuente de decisión las necesidades del pueblo norteamericano, menos, obviamente, la preocupación de los pueblos de América Latina. Pero con seguridad tienen su origen en los intereses imperialistas y los dictados de Wall Street.
Ciudadanía planetaria o internacionalismo proletario
Hoy, como demostró el Foro, una nueva propuesta se incorporó a esa teoría-programa: la idea de la ciudadanía planetaria e incluso de un nuevo internacionalismo . Que sería distinto del anterior: el internacionalismo proletario, característico del movimiento obrero desde a fundación de la Ia. Internacional, después prostituido por el estalinismo. ¿Cuáles eran las características de ese internacionalismo? Partía de una análisis del carácter mundial de la explotación capitalista, de una negación de los trabajadores a aceptar someter sus intereses a los de la patria y de que el proletariado era la única clase que tenía interés en arremeter contra el orden vigente a escala internacional. Por eso el Manifiesto Comunista terminaba con un llamamiento claramente internacionalista y de clase: Proletarios del Mundo entero, unios , Nada tenéis que perder a no ser vuestras cadenas. .
Los que hoy hablan de un nuevo internacionalismo están abandonando los dos elementos característicos del Manifiesto: la lucha mundial contra el sistema y el punto de vista de clase. Están proponiendo otra perspectiva. En la selección de textos Todo sobre la ATTAC, en el ítem Por un nuevo internacionalismo, extrajimos los siguientes conceptos: Crear a nivel mundial un espacio democrático... , Frente a una transformación del mundo presentada como una ley natural, los ciudadanos y sus representantes se proponen disputar el poder de decidir sus destinos. , De una manera general, se trata de reconquistar los espacios perdidos por la democracia en pro de la esfera financiera y de oponerse a todo nuevo abandono de la soberanía de los Estados bajo el pretexto del derecho de los inversores y de los mercados, y de crear, a nivel mundial, un espacio democrático. Se trata simplemente de reapropiarse del conjunto del futuro de nuestro mundo .
¡Después de más de 150 años del Manifiesto Comunista, de dos guerras mundiales, de las revoluciones rusa, china y cubana, de la guerra de Vietnam, de la fuerza de intervención de la OTAN, de la permanente ofensiva imperialista económica, política y militar sobre los pueblos, cuyos efectos, además, están en la raíz de las movilizaciones anti-Davos, los proponentes de un nuevo internacionalismo no van más allá de pedir un espacio democrático y de exigir más participación para los ciudadanos y sus representantes que así podrán decidir sus destinos!
Exactamente cuando la conciencia anticapitalista e internacionalista viene desarrollándose nuevamente (Seattle, Praga, Liverpool, UPS (EEUU), etc.) debido a la globalización y al colapso del estalinismo, estas corrientes quieren dar como alternativa la existencia de grupos de presión, que serían escuchados por las autoridades y el poder económico, como modo de evitar los abusos del capital globalizado.
Según la teoría de la ciudadanía planetaria, es necesario un gobierno mundial democrático, no el socialismo internacional, arrancar las cadenas de los trabajadores y liberar al mundo de la dominación imperialista, sino que alcanza con cambiar los valores y hacer conscientes los derechos: Al contrario de la pretensión universalista del neoliberalismo y de la pretensión del socialismo del pasado, es preciso un nuevo concepto de humanidad y de civilización que sea, al mismo tiempo, pluralista, multicultural y multicivilizacional. Lo que se debe universalizar son algunos valores, algunos objetivos y algunos derechos comunes a todos los seres humanos, afirma el diputado federal y dirigente del PT brasileño José Genoíno en su artículo sobre el Foro en O Estado de São Paulo de febrero del 2001.
Ya no hay más que destruir al imperialismo, ni pretender un socialismo internacional, sino construir un mundo humano (y que, por omisión, continuaría capitalista como es hoy) a partir de algunos polos de países en desarrollo . La teoría de la ciudadanía planetaria no denuncia el verdadero papel de los países capitalistas avanzados como países imperialistas, o sea países que explotan a los demás. Que se apoyan en la dominación sobre las colonias y semicolonias. Aún cuando se consiguen algunas conquistas en estos países, ellas tienen que ver con la explotación sin piedad de los trabajadores y de los pueblos de los países llamados atrasados y emergentes. Las maquilas, como las de México y Nicaragua, son la dura realidad que espera a estos países si no se acaba con la dominación de las multinacionales en la economía mundial.
¿ Proletarios del mundo entero, unios o Ciudadanos del mundo entero de todas las clases, unios? ¿Es posible unir a los pueblos explotados y a las multinacionales? ¿O al trabajador de la Nike y sus propietarios? ¿Los latifundistas y los sin tierra? ¿Otro mundo es posible, o nos contentamos con éste, sólo que un poco más solidario ? Sólo es posible conquistar otro mundo si se termina con la explotación del hombre por el hombre, con el imperialismo, si se tuviera otra lógica, la de la gran mayoría, y no la de la ganancia del capital, si estuviera otra clase en el mando, ¡si fuera un mundo socialista!
La otra cuestión que engloba la salida internacional es la de las instituciones de poder mundial. Ignacio Ramonet en su artículo La necesidad de la utopía dice: Por una ética del futuro
Para restituir a las Naciones Unidas en el lugar que les cabe del derecho internacional, una ONU capaz de decidir, de actuar y de imponer un proyecto de paz perpetuo; para adaptar los tribunales internacionales que juzgarán crímenes contra la humanidad, contra la democracia y contra el bien común; para prohibir la manipulación de las masas; para acabar con la discriminación de las mujeres; para establecer nuevos derechos de carácter ambiental; para instaurar el principio del desarrollo durable, para prohibir la existencia de paraísos fiscales; para incentivar una economía solidaria, etc.
Para mostrar que es una concepción muy generalizada en los organizadores y expositores del Foro, reproducimos, a continuación, partes del texto de Fabio Konder Comparato, presentado el panel del Foro presidido por él sobre el tema ¿Cómo democratizar el poder mundial?:
¿Cómo no percibir que el reconocimiento de los derechos fundamentales de los pueblos y de los derechos de la propia humanidad exige, para su efectividad, la institución consecuente de un gobierno democrático mundial? (&) .
Entonces, tal como en el plano constitucional de los Estados, sólo la democracia asegura la organización de la vida internacional con base en el respeto integral a la dignidad humana. Así, la institución de un Gobierno democrático mundial debe ser construida con base en los cimientos ya existentes; o sea, ello ha de hacerse mediante la ampliación de los poderes de naturaleza legislativa, ejecutiva e judicial de las Naciones Unidas...
Como estos dirigentes y autores no parten de la característica más desarrollada de esta época, la llamada globalización (es decir, que estamos en la fase del agravamiento de las características destructivas del imperialismo, que la concentración del capital llegó a escalas nunca vistas), no sacan la conclusión lógica: para acabar con las guerras, para conseguir un verdadero Gobierno mundial democrático, es necesario enfrentarse con el capital y sus Estados imperialistas. La estructura institucional montada por el imperialismo, primero en colaboración con la burocracia de la ex-URSS, en la posguerra, y después del colapso de esta, entre el 89 y el 91, con el orden actual en que, bajo la hegemonía de los EE.UU., se incluyen la ONU, el FMI y, más recientemente, la OMC, cada uno con su papel. Querer basar un orden mundial justo y democrático en una reforma de estos organismos es como querer que el lobo cuide bien de los corderos a su disposición. La ONU, muchas veces presentada como un tipo diferente de organismo, fue creada por un pacto entre los EE.UU. y Stalin para ser un órgano de dominación al servicio de los intereses imperialistas.
Esa concepción es la extensión al escenario mundial de la idea de que no hay raíz de clase en las instituciones, que serían espacios a ser llenados de acuerdo con la mayor o menor participación ciudadana. Así como el estado nacional podría ser democratizado, las instituciones interestatales dominadas por los estados imperialistas también podrían serlo.
El problema es que es imposible reformar al imperialismo y esa propuesta acaba por desviar y domesticar la tendencia internacionalista y antiimperialista de los movimientos obreros e populares, así como de las marchas anti-Davos como las de Seattle, Washington o Praga en grupos de presión por una apertura en las estructuras que sirven a los poderosos del mundo.
Que la salida es internacional, y cada vez más, no tenemos duda. El grito de la Ia. Internacional y del Manifiesto Comunista es cada vez más actual: ¡Proletarios del mundo unios! Actualizándolo hoy, esta unidad de los oprimidos sería un frente dirigido por el proletariado, pero incluyendo a todos los sectores explotados y oprimidos por el capital, los campesinos, los desempleados, las mujeres, las etnias y minorías perseguidas. Justamente por eso, dirigir el movimiento de lucha internacional contra la oligarquía financiera para la reforma de esas instituciones sería abandonar la dinámica anticapitalista de esos movimientos y cambiar el internacionalismo proletario por una utópica reforma de las instituciones internacionales del propio capital (FMI, OMC, ONU, etc.) Y apelar a una vaga solidaridad entre los pueblos, que no sería la solidaridad de explotados y oprimidos, de los que nada tienen que perder, hermanos en la lucha, sino el apoyo caritativo de un sector más bien acomodado a los desvalidos de esa sociedad que, aunque imperfecta, es la única que esa orientación pro-reformas vislumbra en el horizonte.
Como la teoría de la ciudadanía se transforma en una ideología
La teoría de la ciudadanía cumple una función ideológica de primera importancia. Finalmente, la ideología de la igualdad de todos en las democracias burguesas siempre fue una de las armas más importantes de la burguesía en su disputa de la conciencia de los trabajadores y explotados de modo general. La idea de que hay un contrato social , un consenso entre individuos cuyas oportunidades son iguales. Oculta el monopolio, el totalitarismo terrible que se da a través de la propiedad privada de los medios de producción y del poder económico, impidiendo la igualdad real. En palabras de Marx y Engels, la guerra social permanente que opone al capital y a los explotados en forma implacable, o, en otros términos, la lógica de la ganancia contra la lógica social. Por eso, todos aquellos que proponen la ciudadanía y la democracia como camino para la conformación de una sociedad de iguales, sin tocar el problema central de la propiedad privada de los medios de producción, no hacen más que repetir los dogmas más difundidos de la ideología burguesa.
El otro ángulo por el cual se torna una ideología es la propuesta de la llamada inclusión social, es decir incluir a los marginados de la sociedad actual. Evidentemente, es muy importante defender la manutención y extensión de los derechos sociales y democráticos a toda población. Pero esta idea de la inclusión se transforma en discurso para plantear la posibilidad de conseguir una distribución de renta justa, sin modificar el orden vigente. Y acaba por tener como consecuencia práctica, en nombre de la democracia, el defender el orden en el cual sería posible mejorar y tener acceso a la ciudadanía.
Al definir ese eje, los defensores de la ciudadanía aceptan también (son los deberes del ciudadano), el orden capitalista vigente, inclusive se igualan programáticamente a los partidos burgueses, que, con raras excepciones, defienden también la mejoría del orden , desde ya, que respetando las leyes.
Entonces, esta teoría es la versión para el siglo XXI de la ideología reformista de la colaboración de clases. Justifica, fundamenta y "autoriza" la participación en la gestión del Estado burgués, bajo el argumento de que sería posible, y extraordinariamente positivo, la conquista de los derechos-ciudadanos, a través de una simple gestión honesta, popular y democrática del Estado. Su omisión sobre la raíz de la desigualdad social, o la ilusión que alimenta sobre la posibilidad de superar las contradicciones a nivel local, y sin tocar las estructuras de la propiedad privada, sirve para desviar al movimiento obrero y popular y llevarlo a la conciliación de clases.
Por ejemplo, cuando dan como alternativa la participación en las gestiones locales: ¿Contra quién es el Presupuesto Participativo? , pregunta Bernard Casen en su artículo Democracia participativa en Porto Alegre. Y responde: contra nadie, es a favor de todos . O sea, en la visión de los defensores de la participación ciudadana, es posible tener propuestas que todos acepten y que sean del interés social, de la amplia mayoría, de los explotados, sin entrar en choque con los dueños del poder. Es la misma matriz de los proyectos de desarrollo local y de mejoría en el empleo que llaman a empresarios y trabajadores a juntarse. Pero la dura realidad no es así: capital y trabajo continúan enfrentándose en la guerra social implacable de todos los días. La propuesta de la ciudadanía evita que los explotados tomen conciencia de esa contraposición, y se convierte en un instrumento de primera importancia contra la organización independiente de la clase trabajadora.
Qué sería de los movimientos populares que participaron del Foro si intentasen seguir la teoría-programa de la ciudadanía
En el Foro Social se encontraron activistas del mundo entero reunidos por la fuerza de las manifestaciones y por la conciencia creciente de lo insoportable del mundo creado por la globalización capitalista. Entre el mosaico de fuerzas presentes, aquellos que habían dado la tónica y atraído la simpatía de la mayoría de los participantes fueron los movimientos de combate como el MST brasileño, las acciones de José Bovè en Francia y también en el Brasil contra las multinacionales, los activistas que tomaron las calles de varias ciudades contra la OMC y el FMI.
Una de las causas que más simpatía despertaba era la del movimiento de Chiapas, dirigido por el EZLN, y también la lucha guerrillera del ELN y de las FARC de Colombia. Sus acciones tenían en común que se orientan por la acción directa y chocaron con el orden capitalista y con los Estados. La reciente marcha de los zapatistas y las declaraciones de su dirigente, el subcomandante Marcos, es una forma de testar lo que significa el discurso de la ciudadanía aplicado en la práctica. Para que se vea la diferencia entre el origen y lo actual, recordemos que la insurrección de Chiapas, que marcó la aparición del EZLN en 1994, tuvo como detonante la firma del NAFTA. entre México, EE.UU. y Canadá.
Veamos como el subcomandante Marcos, del EZLN, modifica sus posiciones e incorpora la ciudadanía en su entrevista con Ignacio Ramonet publicada en El País (25/2/2001): Porque nuestra tarea política no es tomar el poder. No es tomar el poder por las armas, ni tampoco por la vía electoral o por otra vía, putchista, etc. En nuestra propuesta política, nosotros decimos que lo que hay que hacer es subvertir la relación de poder, entre otras cosas porque el centro del poder ya no está en los Estados Nacionales. De nada sirve, pues, conquistar el poder. Un gobierno puede ser de izquierda, de derecha, de centro y, finalmente, no podrá tomar las decisiones fundamentales. Y tampoco soñamos con tomar el poder en los grandes organismos financieros. De lo que se trata es de construir otra relación política, ir a una ciudadanización de la política. Finalmente, los que damos sentido a esa nación, somos nosotros, los ciudadanos, y no el Estado. Vamos a hacer una política sin capuchas, pero con nuestras ideas.
Existe un elemento de verdad en lo que dice Marcos: estados como el mexicano son vaciados cada vez más de su autoridad y de su soberanía por los tratados que firman, como el NAFTA, lo que llega al máximo con la subida al poder de Fox, ejecutivo de la Coca Cola. Pero, al contrario de lo que dice Marcos, si las clases explotadas no conquistan el poder del Estado, los trabajadores y el pueblo mexicano van a ser cada vez más colonizados; no serán los ciudadanos mexicanos que estarán dando sentido a la nación . Más aún, si no plantean la cuestión del poder, estarán perdiendo sus derechos y su soberanía hacia otro Estado mucho más poderoso, el del vecino imperialista EE.UU., verdadero señor del NAFTA. Un vecino que se prepara para quedarse con el petróleo mexicano, condenar a los trabajadores en ese territorio a vivir eternamente con un salario miserable, y hacer de los ciudadanos mexicanos que arriesgan la vida atravesando la frontera para ir a trabajar en el territorio yanqui vivan un infierno cada vez peor. Se deja de lado la estrategia de la toma del poder en función de no ver el papel del Estado o, incluso, considerarlo secundario, dando como alternativa apenas la participación ciudadana y llamando a que los ciudadanos asuman la política y la nación. Renunciar a la lucha por el poder del Estado en nombre de la ciudadanización es, además de abstracto, lo mismo que renunciar a los derechos y aceptar la recolonización, entregando los destinos de la nación.
Entonces, queda un dilema para quien quiera seguir la tesis de la ciudadanía: ¿estos movimientos tendrían que retroceder de las acciones contra la propiedad privada para avanzar en las políticas de participación ciudadana? ¿Apostar todo en las reformas del Estado nacional y del mundo o en la acción directa, enfrentando la ley?
Concretando: cuando el MST invade tierras, está infringiendo a ley. ¿Se van a apoyar o a condenar acciones como las del MST? El Gobierno de Río Grande do Sul, tan adulado como representante de la democracia participativa, ya recurrió a la acción policial para enfrentar ocupaciones del MST. En el propio Foro se vio ese problema, cuando hubo fortísimas presiones sobre los Sin Tierra y otros sectores para que no se manifestaran en la puerta de McDonald s. En Argentina, a pesar de que el Gobierno ha sido recientemente electo, su sumisión total al FMI está llevando a los trabajadores a cortar carreteras y calles para exigir empleo. Ya hubo enfrentamientos con heridos y muertos. ¿Son justas o no esas acciones? ¿O se deben esperar nuevas elecciones nacionales para entonces, en base a la democracia, poder cambiar con legitimidad?
Hemos visto que los neoliberales volvieron a esgrimir una vieja acusación de la burguesía contra los huelguistas y los sindicatos: la de que son corporativos, sólo piensan en sí y no en la sociedad . Eso es más fuerte aún en el caso de huelgas que involucran o paralizan el transporte o la salud. ¿Si los movimientos sindicales asumieran la concepción de la ciudadanía, cómo responder a esas acusaciones de corporativismo? ¿Y cómo oponerse a las sentencias judiciales cada vez más usadas por los patrones y sus estados contra los movimientos huelguistas?
El discurso de la ciudadanía hace que se acepte como legal el orden vigente, llevando a retrocesos (como es legal, tiene que cumplirse) en las propias propuestas populares. Durante el Foro hubo una discusión pública sobre la cuestión de la anulación de la deuda externa. Aunque la amplia mayoría de los que se pronunciaron durante el Foro estuvieron a favor de la cancelación, cuando Lula concedió una entrevista aclaró que la posición del PT era por la renegociación. Al ser confrontado por la prensa por una declaración de Eric Tousaint (que defendió la anulación), José Dirceu dijo que Tousaint hablaba así porque no era Gobierno . O sea, se incorporó la idea del respeto al Estado de Derecho, a la legalidad burguesa y a las leyes. Acciones como la del PT con relación a la Ley de Responsabilidad Fiscal, en la que sus Gobiernos acatan y buscan ser los primeros en cumplir y, por tanto, recortar partidas del área social, parten del mismo criterio de respetar a ley.
Imaginemos entonces una huelga general insurreccional en un Estado que tenga un Gobierno electo. Rosa Luxemburgo ya mostraba el papel desempeñado por los socialdemócratas en el inicio del siglo, a partir de una polémica contra Kautsky, sobre la justeza de la línea de huelga de masas bajo regímenes democrático-burgueses. En la Ia 1. Guerra Mundial (1914-1918) se vería el alcance y la gravedad que la discusión involucraba.
La estrategia de la ciudadanía lleva a entregar los derechos sociales
Ya tuvimos algunos ejemplos de esa presión sobre partidos que adoptan la estrategia de la ciudadanía: acaban aceptando entregar los derechos sociales de la ciudadanía que dicen defender. Al asumir la posibilidad de una evolución dentro del orden vigente, acaban por considerar como inevitables las privatizaciones, la tercerización, la flexibilización laboral. Su acción política sería, entonces, para aminorar los efectos inevitables de la acción imperialista contemporánea, negociando daños menores. Por eso, aquellos que la defienden en el interior del movimiento obrero terminan muchas veces capitulando y cediendo esos mismos derechos en la práctica. En el Brasil, cuando el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso (FHC) trató de imponer la reforma de la Seguridad Social, la dirección de la CUT decidió entregar una conquista y negociar una pérdida inevitable ya que no se podía derribarlo al tratarse de un Gobierno legítimo .
La crisis del capitalismo mundial permite cada vez menos concesiones por parte del imperialismo; al contrario, exige una superexplotación creciente y acelerada. Por eso, la estrategia de la ciudadanía, en vez de conseguir más derechos, como es su discurso habitual, termina aceptando como inevitables las pérdidas, tratando apenas de aminorarlas vía la negociación o la participación en la gestión del Estado burgués. Eso los obliga a asumir un papel destacado en la administración de la crisis del capitalismo mundial. Así, en la realidad, su principal papel es el de convencer a los trabajadores para que acepten los inevitables sacrificios. Termina por anestesiar a la clase trabajadora ante el ataque del enemigo, haciendo que acepte pasivamente la llamada "globalización".
La lucha por los derechos sólo puede ser exitosa si es dirigida contra el capital
La alternativa ciudadana intenta hacer pasar sus posiciones alegando ser más próxima, ser una utopía de lo posible . Pero la realidad es que esa política termina en la impotencia, pues un capitalismo más humano o solidario es irrealizable. Y es en nombre de esta meta que se llama a abandonar la única estrategia realista posible (lo que no quiere decir que sea fácil): la estrategia revolucionaria anticapitalista e internacionalista.
Una alternativa de izquierda que quiera transformar de hecho el mundo tiene que romper con la estrategia de la ciudadanía; si no rompe con estos postulados, se transforma en una especie de 4ª Vía. El problema no reside en luchar o no por derechos mínimos, democráticos y sociales sino con qué perspectiva se da esa lucha. La lucha por todas y cada una de las necesidades mínimas y democráticas es la primera tarea de cualquier movimiento transformador, pero la única forma de llevarlas adelante en una perspectiva movilizadora, es la visión de clase. Como bien argumentaba Rosa Luxemburgo en su texto contra Bernstein, la dialéctica reforma-revolución significa que son términos relativos, pero si substraemos el segundo polo, y aceptamos que bastan una serie de cambios acumulados para transformar el capitalismo, caemos en la aceptación de la sociedad burguesa:
Va contra el proceso histórico presentar la obra reformista como una revolución prolongada a largo plazo y a la revolución como una serie condensada de reformas. La transformación social y la reforma difieren no por su duración, sino por su contenido... Es por eso que aquellos que se pronuncian a favor del método de la reforma legislativa en lugar de la conquista del poder político y de la revolución social en oposición a estas, en realidad no optan por una vía más tranquila, calma y lenta en dirección al mismo objetivo, sino por un objetivo diferente. En lugar de tomar partido por una nueva sociedad, lo hacen por la modificación superficial de la vieja sociedad.
La lucha necesaria y urgente por mejores condiciones de vida, lo que muchos llaman los derechos sociales o de ciudadanía, exige para su avance una perspectiva revolucionaria, no reformista.
¡Las ideas de una ciudadanía gradualmente ampliada hasta que los derechos triunfen sobre el mercado, de ampliar la democracia por la participación activa de los ciudadanos hasta tornar el Estado de Derecho representante de la voluntad general, de crear un Gobierno mundial democrático sin quebrar el orden del capital, no son teorías nuevas! Están basadas en los ideales iluministas, que cumplieron un papel progresivo en la época de las revoluciones democrático-burguesas e, inclusive, en las primeras luchas obreras. Pero, hoy, las viejas utopías presentadas como nuevas son impotentes frente a la nueva realidad creada por la globalización . Cumplen un papel de ilusionismo para los movimientos contestatarios. Ya en 1901, Rosa Luxemburgo decía a Bernstein:
La teoría que consiste en basar el socialismo en la concepción moral de la justicia y en la lucha contra el modo de distribución, en lugar de basarlo en la lucha contra el modo de producción, en la concepción del antagonismo de clases como antagonismo entre pobres y ricos, el intento de injertar el principio cooperativista en la economía capitalista todas las lindas ideas que se encuentran en la doctrina de Bernstein ya existían antes de él. Y estas teorías, a pesar de su insuficiencia, fueron, en su momento, teorías efectivas para la lucha de clases proletaria. Fueron las botas de siete leguas infantiles con las cuales el proletariado aprendió a caminar en la escena histórica... Por eso, el retorno a las teorías sociales pre-marxistas ya no significa retornar a las botas de siete leguas de la infancia del proletariado, sino a las débiles y gastadas pantuflas de la burguesía.
De esta forma, por detrás del concepto-programa de la ciudadanía reaparece, de forma poco original, una vieja y recurrente polémica que nuevamente es divisoria de aguas en la izquierda: ¿reforma o revolución?.
* Profesor de Ciencias Sociales