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La devaluación le vuelve a Brasil como un boomerang
Tres años y medio después de haber depreciado el real, dándole
así el golpe de gracia a la convertibilidad argentina, a los brasileños
su devaluación les cae encima como un gol en contra. Y Uruguay en el
medio.
Por Julio Nudler
Primer problema: ahora, cuando en un país de la región comienza
a enrarecerse el ambiente financiero, la gente recuerda las imágenes
de la Argentina que vio por televisión y comprende que todo es posible:
que se violen los contratos, se pisen los depósitos, se desdolaricen
los créditos. Ante tan negra perspectiva prefiere ver el partido desde
la tribuna, y casi sin darse cuenta protagoniza una corrida que cumple la profecía.
Después de lo que hicieron Domingo Cavallo y Jorge Remes Lenicov, ningún
latinoamericano se dejará sorprender.
Segundo problema: cómo restablecer la cordura cuando Estados Unidos,
y por tanto el Fondo Monetario, dieron por cerrada la era de los rescates masivos,
estableciendo nuevas reglas de juego sin preocuparse por definir otras nuevas,
y sin aplicar esquema alguno de transición entre lo viejo y lo nuevo.
El propio FMI, teórico garante de los países que monitorea, dice
por boca de Anne Krüger que éstos pueden quebrar, pero sin siquiera
diseñar un procedimiento. ¿Qué hará un acreedor sino huir
tan pronto como pueda, y a quién se le ocurrirá exponerse a semejante
riesgo?
Tercer problema: cuando un país resuelve su crisis, todo lo que hace
es exportársela a las economías más relacionadas con la
suya. Brasil devaluó en enero de 1999. Su devaluación fue claramente
exitosa, pero en ese mismo momento el mundo llegó a la conclusión
de que el anclaje cambiario argentino (la convertibilidad) estaba condenado.
El resto es conocido. Pero hoy la debacle argentina les vuelve a los brasileños
como boomerang.
Cuarto problema: el contagio ya no es lo que era. Su portador no es necesariamente
el capital financiero con su alocado vaivén, como en los ‘90. No es sólo
que los fondos de cartera, al desestabilizarse un país, deshagan sus
posiciones en otros. Ahora también la inversión externa directa
sufre las consecuencias. Esta clase de contagio es fatal para Brasil, porque
fueron esas inversiones las que lo ayudaron a financiar su fuerte déficit
de cuenta corriente. Ahora escasean los proyectos. El sueño latinoamericano,
tras el cual corrieron los capitales españoles y otros, desembocó
en una masiva desilusión. Sin inversores ingresando, a Brasil no le puede
quedar otro camino que el ajuste contractivo. ¿Será ésta una tarea
apta para un centroizquierdista como Lula, o lo condenará a un vertiginoso
desgaste, o a una atropellada fuga hacia adelante?
Quinto problema: ¿cómo hará la Argentina para reactivar su exánime
economía y estabilizar su tipo de cambio si el Mercosur, y la región
toda, profundiza su proceso recesivo, que achica los mercados, y se lanza a
una dinámica de devaluaciones competitivas? La exportación, que
es hoy el único motor posible de la demanda agregada, puede quedarse
sin carburante. Además, en esa línea, ¿cuánta vida puede
quedarle al Mercosur? Para algunos, sin embargo, esta propagación de
la crisis logrará que el Fondo cese en sus chicanas con la Argentina
y le conceda la asistencia retaceada. Para otros, no tendrá efecto alguno,
ni para bien ni para mal, porque la Argentina ya le generó a sus vecinos
todo el daño que podía.
En cualquier caso, por su enorme tamaño relativo, Brasil determinará
finalmente el destino de Sudamérica. Lo cual dista de ser tranquilizador,
porque el gigante regional está sufriendo la espiralización de
su cuantiosa deuda interna por la suba del dólar y el ascenso de las
tasas de interés a mediano plazo, pese a que Arminio Fraga resiste con
la tasa de corto a 18,5 por ciento anual. Lo único cierto es que la deuda
vence diariamente y que deberá ir siendo renovada a costo creciente,
agravando el cuadro fiscal.
Por otro lado, tras demostrarse que el reciente paquete de 10 mil millones de
dólares otorgado por el Fondo no alcanza para atajar la crisis, se ignora
si en Washington contemplarán una inyección más rotunda
de fondos. ¿Cómo haría el Fondo para imponerle un compromiso de
metas a un Fernando Henrique Cardoso que está yéndose en enero?
¿Y qué posibilidad existe de que el arco político acepte comprometerse
en mitad de la batalla electoral? Ahora, tras la renuncia de Garotinho a la
competencia, alcrecer por tanto las chances de Luiz Inácio Lula da Silva
de vencer en la primera vuelta, y a pesar de su tremenda concesión de
llevar al magnate José Alencar, del Partido Liberal, como candidato a
vice, la tormenta de incertidumbre sobre el futuro arreció en lugar de
amainar.
En Uruguay, mientras tanto, la pregunta clave es cuánto más subirá
el dólar para saber si la devaluación será fiscalmente
manejable. Si se supone que, viendo la desastrosa experiencia argentina, los
orientales no van a pesificar, su opción será la de un subsidio
a los deudores. La incógnita, por ahora, es cuánto le costará
al fisco. Pero además tendrán que afrontar el impacto de la fuga
de depósitos sobre la liquidez del sistema bancario. Por las dudas, los
uruguayos ya empezaron a tañir sus cacerolas