17 de diciembre del 2002
Argentina, un laboratorio para el mundo
Miguel Angel Ferrari
Hipótesis
"El negocio consiste en comprar a un argentino por lo que vale y venderlo
por lo que dice que vale". Este chiste "de argentinos", que circula por algunos
lugares del mundo, alude al supuesto complejo de superioridad de los habitantes
de estas tierras. Pero, parecería que por estos últimos tiempos,
este trastorno psicológico no se está verificando.
Las clases dominantes, contrabandistas e indolentes desde la época de
la colonia, no salen de su asombro ante la caída libre de un modelo de
país que, hasta hace muy poco, era su mayor motivo de orgullo. La pregonada
entrada al "primer mundo" con la que supieron seducir a un importante sector
de la población, no sólo que no se ha registrado —como era lógico
suponer— sino que ahora su mayor preocupación radica en "no quedar fuera
del mundo". Eufemismo éste, aplicado a las consecuencias que podría
acarrear la cesación de pagos de los compromisos financieros internacionales.
Mientras continúan sumidas en una profunda "depresión psicológica"
no dejan de robar, puesto que el acto de apropiarse de lo ajeno, es el elemento
más profundo de su índole. Lo hicieron con las tierras de los
aborígenes en sucesivas "campañas (criminales) al desierto"; con
el esfuerzo de los trabajadores rurales a los que masacraron cuando "osaron"
rebelarse, como en el caso de la Patagonia trágica; y más recientemente
—dictadura genocida y políticos corruptos mediante—con los trabajadores
y los sectores medios urbanos, a quienes acorralaron detrás de las alambradas
de púas de la miseria, para incrementar sus ganancias.
El sueño capitalista de las clases dominantes argentinas es irrealizable.
No sólo porque podría ser interrumpido por las clases populares.
Es irrealizable, además, porque a su origen contrabandista de la época
del Virreynato del Río de la Plata, le fueron sumando la indolencia de
la oligarquía vacuna, cuyos capitales crecían con el parir de
las vacas, mientras los hacendados "dormían la siesta", al decir del
cuestionado Arturo Jauretche. Luego dejaron de dormir la siesta y —en la mayoría
de los casos— también dejaron el campo como negocio fundametal, pero
siguieron incrementando sus capitales. Esa oligarquía vacuna devenida,
con el correr de los años, en clase parasitaria financiera continuó
fiel a sus orígenes: ganar dinero, en lo posible, sin invertir en la
producción de riquezas.
¿Cómo los argentinos no vamos padecer de complejo de superioridad? Si
a la invención del dulce de leche, el bolígrafo, el colectivo,
la utilización de las huellas digitales para descubrir a los delincuentes,
le hemos sumado la creación de una burguesía que descree del capitalismo
como modo de producción. ¡No, no se asusten...! no es socialista, más
bien todo contrario... mucho más cercana a la vieja tradición
usurera la Edad Media.
Esa burguesía desclasada siempre estuvo atenta a las intenciones de los
centros internacionales de poder. En los años treinta —cuando se firmó
el pacto Roca- Runciman— su aspiración máxima consistía
en ser "una perla de la corona de Su Majestad británica". En buen romance,
abrir el mercado argentino a las inversiones inglesas en condiciones harto favorables...
para los ingleses, con privatizaciones incluidas. Este era el "precio que debían
pagar" para continuar con sus exportaciones de productos primarios.
En los años sesenta, cuando los militares encabezados por el general
Juan Carlos Onganía, denominaron a su golpe de Estado con el mote de
"Revolución Argentina", se incia un nuevo ciclo —en este caso pro estadounidense—
que va desde la extranjerización de numerosas empresas de capital nacional
a la adopción de la doctrina militar de West Point, donde hasta el uniforme
de la fuerza Ejército fue copiado de los soldados del Pentágono.
La dictadura implantada en 1976 necesitó 30 mil desaparecidos para instalar
la idea de que "era lo mismo fabricar acero que caramelos". Mientras regaban
de sangre el suelo argentino, sentaban las bases para la ulterior destrucción
de la economía nacional. El indicio más significativo de la demolición
de la Argentina durante este período, lo proporciona el incremento de
la deuda externa. En 1976, cuando la sociedad criminal de Videla, Massera, Agosti
y Martinez de Hoz se instalaba en el poder, la deuda externa argentina alcanzaba
los 9.700 millones de dólares. En 1983, cuando el ex general Bignone
(último "presidente" de la dictadura) dejaba el poder, esta cifra rondaba
los 45 mil millones de la misma moneda. ¡Nada más ni nada menos, que
un incremento del 364 por ciento!
Aquí nos detendremos un instante. En este momento se halla agonizando
en una sala de terapia intensiva, uno de los más macabros asesinos de
esa dictadura militar. Se trata del ex almirante Emilio Eduardo Massera. Nos
apena profundamente que, a causa del indulto otorgado por el ex presidente Carlos
Saúl Menem, este chacal haya pasado los últimos años de
su vida en la tibieza de su hogar (aunque últimamente, gracias a la labor
constante y valiente de las Abuelas de Plaza de Mayo, se hallaba en prisión
domiciliaria) y no en una celda carcelaria, que es el lugar donde deben ir a
parar con sus huesos los genocidas.
Los presidentes elegidos en comicios democráticos continuaron el camino,
en materia de política económica, trazado por la última
dictadura. De todos ellos, quien más se destacó en esta tarea
fue —sin lugar a ninguna duda— el ex presidente Menem. Con el lema de "achicar
el Estado para agrandar la nación" (claro... no aclaraban qué
nación se agrandaba con esa política) se expropiaron a la ciudadanía
la mayoría de las empresas públicas, mientras una porción
importante de los ingresos producidos por esa enajenación se iba escurriendo
en bolsillos privados de políticos y de grandes empresarios, que luego
los girarían al exterior.
La deuda que ahora ya no se puede pagar, creció durante el gobierno de
Menem, de 62 mil millones de dólares (cuando asumió) a 146.219
millones al cumplir su segundo mandato. En porcentajes (un 123 %) el índice
más alto luego de la última dictadura.
Estos son los responsables nativos del derrumbe argentino. Los responsables
externos (que los hay, aunque esto no le guste al escritor Mario Vargas Llosa)
fueron los gobiernos de los países centrales y sus mandatarios instalados
en los organismos financieros internacionales, particularmente el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial, instigadores de estas políticas neoliberales
que durante décadas mostraron al endeudamiento —y el consecuente ajuste—
como virtudes. Como resultado de esta brutal debâcle, todo indica
que las clases dominantes argentinas ya han superado el complejo de superioridad.
Los restantes argentinos, los "perjudicatarios" de este modelo de rapiña,
si alguna vez fueron víctimas del mismo complejo psicológico,
parecen ahora haberlo perdido. Pero las razones para opinar de este modo, son
diametralmente opuestas a las anteriores.
El mundo entero está observando a la Argentina como a un gigantesco laboratorio.
Su principal actor: el pueblo argentino, consciente del momento histórico
que le toca vivir, parecería no abarcar en toda su dimensión la
magnitud del proceso que está protagonizando. En cambio, desde distintas
latitudes, quizás con la perspectiva que proporciona la distancia, no
sólo física sino también vivencial, se aprecia este maravilloso
fenómeno sociológico de construcción de nuevos espacios
de poder.
Un anticipo de ello se pudo comprobar en el Segundo Foro Social Mundial de Porto
Alegre, realizado a principios de este año. Otro indicio muy claro, lo
proporcionó el arribo de numerosas delegaciones extranjeras al Foro Social
Mundial de la Argentina, realizado a mediados de año en Buenos Aires.
Y, finalmente, el Foro Social Europeo realizado en Florencia, Italia, donde
no solamente se valoró ampliamente este proceso de participación
popular, sino que se adoptaron todas las medidas para expresar la solidaridad
mundial con el pueblo argentino y su experiencia.
De resultas de todo ello, para los días 20 y 21 de diciembre, se ha convocado
a una Protesta Mundial por Argentina. La convocatoria a una Jornada de Desobediencia
Global, inspirada en los cacerolazos de la Argentina, "proviene —dicen los organizadores—
de un sinfín de grupos antiglobalización de todo mundo que rinden
culto e intentan poner en práctica las formas de protesta social desarrolladas
en los últimos tiempos en Argentina". Un anticipo de estas movilizaciones
previstas se dio durante la segunda quincena de noviembre en la República
Checa. En esa oportunidad manifestantes contrarios a la Organización
del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), repudiaron con un cacerolazo
la reunión de esta alianza militar bajo el lema "todos somos argentinos,
convirtamos a Praga en Buenos Aires".
Hay actividades previstas en la mayoría de los países europeos;
en varios países de América, entre los que se cuentan Brasil y
los Estados Unidos; y algunos países de otros continentes. En el caso
de los Estados Unidos, antiglobalizadores de Chicago han impreso una suerte
de "guía turística" denominada "Welcome to Argentina" donde se
describe la profundidad de la crisis. En tanto que, en Nueva York se está
preparando un "escrache" al ex ministro de Economía, Domingo Cavallo,
en la Universidad donde se desempeña como profesor.
Si su pueblo lo quiere realmente, otra Argentina será posible. Y, si
se dan pasos en firme para una Argentina más justa —aunque sus habitantes
no estén del todo conscientes de ello—, se estará avanzando hacia
otro mundo posible. Más que posible, necesario... imprescindible,
para evitar el sufrimiento de tantos millones de niños, mujeres y hombres
en todo el orbe, víctimas inocentes del dios mercado y de sus criminales
sacerdotes que deambulan todos los días por los templos del dinero.
Nota emitida en el programa radial "Hipótesis", de LT8 Radio Rosario,
República Argentina, el sábado 14/12/02
Publicada en el sitio: www.hipotesisrosario.com.ar