La importancia del 19 y 20
Por Luis Bruschtein
La primera diferencia entre las movilizaciones del año pasado y éste es que en 2001 fueron espontáneas y ahora fueron convocadas por decenas de organizaciones populares. Sin duda, y pese a la espontaneidad, las del año pasado fueron más importantes por muchas causas. Y éstas son importantes justamente porque han sido convocadas con el nivel de organicidad que se pudo generar en un año: asambleas, piqueteros, gremios combativos, partidos populares y de izquierda, organismos de derechos humanos y demás. Es lo que se puede exhibir como saldo favorable.
El saldo importante de esa organicidad es que todo ese universo haya podido coincidir en 48 horas en la misma conmemoración. Esa coincidencia establece, sean conscientes o no sus protagonistas, un espacio común. Hay un espacio más amplio todavía, que es el que participó –y no lo hizo ahora– en las movilizaciones del año pasado, más el que se sintió representado por ellas en todo el país y no solamente en la Capital Federal.
Son como círculos concéntricos que van definiendo espacios en común. Y solamente una movilización tendrá alguna vez la misma potencia que la del año pasado si los vuelve a reunir y expresar. Se puede esperar que la espontaneidad vuelva a definir la política, lo cual es evidentemente irresponsable. O asumir la responsabilidad de iniciar una construcción que unifique y exprese a todo ese amplio espectro. El día que ese espacio se pueda expresar unificado y con objetivos políticos comunes será más importante aún que el 19 y 20 de diciembre de 2001 porque no solamente estará cuestionando el poder sino que lo estará disputando luego de haber ordenado y creado su propio poder.
Las organizaciones y partidos que existían antes del 20 de diciembre de 2001 y que participaron ayer o van a participar hoy, seguramente han cometido errores. Y las que se crearon con posterioridad también, a lo largo de este año. Pero eso no quiere decir que no sirvan, quiere decir que tienen que aprender de esa práctica en la medida que sientan la responsabilidad histórica de cambiar este sistema salvaje. Nadie puede decir que acertó todo y que es dueño de la movilización o de la fecha, porque no hay nadie que pueda representarla por sí mismo.
Como resultado de años de cultura neoliberal dominante, también hay recelo a la organización y se ha estimulado una visión del militante popular y revolucionario como alguien que se para en un podio para juzgar a los demás desde la pureza. Es una visión romántica, liberal e individualista. Los trabajadores han sido la clase social que primero se dio cuenta que en las relaciones de producción su única fuerza es la unión y la organización. Aprendieron rápido que si discuten por separado pierden y que las patronales estimulan esa división. Ese recelo a la organización y esa visión individualista de la política no tiene nada que ver con los trabajadores. Es producto de una cultura esencialmente reaccionaria que desde la dictadura militar hasta ahora fue filtrándose también en los sectores populares.
Entre otros motivos, el 19 y 20 de diciembre de 2001 fueron importantes porque pusieron en evidencia al amplio espectro social que se puede poner en marcha para un cambio real en la Argentina. Fueron el comienzo de un camino que culminará cuando, desde su diversidad, todos esos argentinos encuentren la forma de expresarse en la misma fuerza.