VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha continúa

Fantasmas de diciembre

Por Raúl O. Fradkin

Sobre las múltiples facetas de las jornadas de diciembre de 2001 mucho es lo que se ha analizado y discutido. Sin embargo, su faceta más problemática, opaca e inquietante fueron los llamados "saqueos" y no han merecido ni la misma atención ni el mismo esfuerzo intelectual. Por el contrario, se han ido consolidando visiones extremadamente simplistas que gozan de una asombrosa universalidad. Pero los "saqueos" fueron una forma de acción colectiva que no sólo tuvieron un rol decisivo en el desenlace de la crisis política sino que pueden estar evidenciando zonas oscuras pero claves de la vida social argentina. Y no se podrá comprenderlos si nos limitamos a presentarlos como mero telón de fondo, o a lo sumo, a "explicarlos" de manera simplista y reduccionista. En los "saqueos" hay mucho más que estallidos de desesperación por el hambre, manifestaciones de criminalidad colectiva o "pruebas" de la eficacia de una sórdida conspiración para manipular la acción de amplios contingentes humanos. Estas maneras de pensar, que sin duda algo de verdad contienen, no sirven para comprender por qué miles de personas en forma simultánea y en lugares muy alejados adoptaron un curso análogo de acción.
Los "saqueos" de diciembre de 2001 se produjeron no sólo en los municipios del conurbano de Buenos Aires o en algunos barrios populares de la capital sino que sacudieron a casi todas las capitales de provincia, muchas otras ciudades importantes y también localidades menores. Fueron, así, un fenómeno social urbano de alcance nacional cuyos protagonistas no eran multitudes anónimas que sólo se reconocían en la acción sino vecinos que se conocían, compartían formas y condiciones de existencia y tenían lazos entre sí y en los que tuvieron una intervención decisiva las mujeres, los chicos y los jóvenes. Ante los ojos del observador aparecen como irrupciones abruptas y sorpresivas pero conviene constatar que la de diciembre de 2001 fue la tercera oleada de "saqueos" que ha vivido la Argentina, luego de las que se produjeron en 1989 y 1990. Más aún, durante el 2002 se registraron "saqueos" de modo más frecuente y reiterado de lo que aparece a simple vista. Su geografía, aunque mucho más acotada, replica la de los "saqueos" de diciembre y en muchos casos también los de 1989/90. Las mismas zonas, los mismos barrios y a veces los mismos centros comerciales, aparecen como escenarios de estos "saqueos" circunscriptos. Y lo que también puede verse en ellos es que no siempre el "saqueo" es la estrategia única ni inicial, como tampoco lo había sido en diciembre: por el contrario, suele aparecer como derivación de una estrategia de acción orientada a forzar la entrega inmediata de comida.
La información disponible muestra que coexistieron a lo largo del año tres formas de acción de algún modo relacionadas: las movilizaciones organizadas por movimientos sociales para forzar y/o negociar la entrega de alimentos; los "saqueos" espontáneos producidos frente a situaciones accidentales e inesperadas como el descarrilamiento de un tren o el vuelco de un camión; y las acciones de "saqueo" protagonizadas por vecinos (y especialmente mujeres) de barrios populares sin intervención de movimientos sociales organizados ni precipitadas por un accidente. Una conclusión se impone como hipótesis inquietante: el "saqueo" puede haberse incorporado como una de las formas de acción que integra el repertorio de la lucha popular y si bien las oleadas requieren la convergencia de conjunto excepcionalmente crítico de circunstancias, su implementación dispersa y molecular puede haberse enraizado en las profundidades de la sociedad argentina. Si estoy en lo cierto, ello cuestiona decididamente las hipótesis sustentadas en visiones meramente espasmódicas o manipuladoras y aceptarlo, aunque más no sea provisionalmente, abre un conjunto de interrogantes.
Si se adopta una perspectiva legalista, el "saqueo" se presenta como un delito realizado al amparo de una multitud. Pero lo que cabe advertir es el creciente endurecimiento del discurso y el accionar judicial y policial que parece ir preparándose tanto para el despliegue sin límites de su capacidad represiva como para tolerar sino directamente alentar la respuesta armada del los comerciantes y "vecinos respetables". En diciembre, en varias jurisdicciones se apeló la figura del "hurto famélico" para encuadrar judicialmente estos hechos pero en otras, y de manera generalizada durante el año transcurrido, se instruyeron las causas bajo la carátula de "robo agravado en banda, con daño" o de "robo calificado en poblado y en banda".
Más aún: en estos días, el fiscal general de la Provincia de Buenos Aires no ha dudado en instruir a sus subordinados acerca de que los "próximos saqueos" (sic) se encuadren dentro de la figura de sedición. Mientras así responde el dispositivo represivo hay firmes indicios de que profundas mutaciones se han ido operando en las concepciones, valores y representaciones de la ley, la justicia y el delito que integran la cultura popular. Y ello es especialmente significativo si se presta atención al componente juvenil - e incluso infantil - que se destaca en el perfil de los "saqueadores". Estos indicios que invitan a pensar que se está configurando una suerte de bandolerismo urbano, el que, al menos, ya se ha convertido en un tópico central de algunas expresiones de la cultura popular (y ello no es más que una nueva modulación y significación de tradiciones muy arraigadas) y quizás nos esté advirtiendo sobre ese conjunto de representaciones populares que permiten vivir y percibir el "saqueo" como algo diferente del delito. En este terreno hay que situar las posibilidades de los conspiradores.

*Académico de la Universidad Nacional de Luján y de la Universidad Nacional de Buenos Aires.