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Argentina: La lucha continúa

Un año después de las grandes conmociones sociales en Argentina

Dos días que cambiaron a un país

Formalmente, todo brotó el 3 de diciembre, un año atrás, cuando la dupla Fernando de la Rúa-Domingo Cavallo implantó el "corralito" con el cual buscaron salvar a los bancos de una corrida financiera, alentada por los rumores surgidos en la fenomenal fuga de capitales, ahorros de millones de argentinos, de lo que ya no verán sino una porción.

ISIDORO GILBERT

En definitiva, el corralito vino a desnudar el fin de la convertibilidad, el fuego de artificio que un peso era un dólar, con el cual este país se endeudó majestuosamente, y enriqueció a pocos descomunalmente, único modo de mantener la ilusión, que provocó millones de desocupados, una brutal caída del PBI, el cierre de centenares de miles de comercios y empresas de cualquier nivel de importancia.
Al secarse de dinero el movimiento comercial y de pagos, por el cepo impuesto, la malaria cobró entre sus primeras víctimas a los trabajadores informales o que cobraban en negro, y en pocos días, sobre todo en las zonas más pobres del Gran Buenos Aires y el interior, al escaso circulante habitual logrado por changas que de pronto se frenaron, se añadió la iliquidez total para adquirir algunos alimentos indispensables, situación desastrosa profundizada por la virtual desaparición del Estado como elemento de contención y auxilio.
Ese cuadro de escasez de dinero casi absoluta, daría el marco propicio para que pocos días después del corralito, se iniciaran los saqueos, algunos espontáneos y otros motorizados por sectores del peronismo bonaerense dispuestos a avanzar sobre el débil gobierno de la Alianza que se hacía jirones.
En diciembre se acumularon profundos elementos de frustración y descontento con el modelo económico social y político a lo que sumaron las presiones de los grandes grupos económicos divididos en torno al futuro.
Un: los dolarizadores que tenían (tienen) en Carlos Menem su mentor político junto a los grandes bancos extranjeros, las empresas privatizadas. Y si faltaba poco, coro del neoliberalismo económico como herramienta para soslayar la crisis de la moneda y el modo de seguir defendiendo a los grandes ganadores de la década menemista.
Dos: los devaluadores, espacio económico y político que encontraba a grandes empresas más vinculadas al mercado interno como sus promotores, junto a los exportadores de carnes y cereales (los grandes beneficiados) contando con el respaldo político del sector mayoritario del peronismo, parte sustancial de la Unión Cívica Radical, los dos arrastrando a los restos de lo que fue el Frepaso.
Unos y otros presionaban sobre el débil gobierno que permanecía casi inmóvil en lo político y dominado por Cavallo en lo suyo y mucho más. El ministro había dado señales de querer atenuar la convertibilidad al sumar al Euro como moneda de referencia junto al dólar. El paso no produjo apoyos y sí sospechas de los mercados financieros que hicieron lo suyo para que el crédito, ya pagadero a tasas ridículas por el incremento del riesgo país quedará cortado.
Antes, el FMI tiró una soga que más de rescate agudizaba el ahogo financiero. Era el denominado "blindaje", 30 mil millones de dólares más teóricos que reales que facilitaron la huida de capitales amparados por esa legalidad soez con que el modelo Menem-Cavallo protegió al capital golondrina y los réditos de los grandes conglomerados.
El corralito fue la declaración disimulada de la cesación de pagos y el santo y seña para agitar a sectores poderosos para imponer su "solución".
Los efectos del cepo movilizaron a las masas de ahorristas casi contemporáneamente a los saqueos. De estos, hubo los espontáneos y en momentos claves de la presión política sobre el gobierno que se desmoronaba, los alentados: el peronismo bonaerense de Eduardo Duhalde quedó pegado a esa maniobra.
Una derrota electoral clave
El 14 de octubre el oficialismo había sufrido una derrota electoral inédita que tuvo como protagonista al voto castigo, por encima del que conquistaron los peronistas, triunfadores de la selección de la nueva cámara alta que poco se diferenció de la corrupta que sacó a Chacho Alvarez del juego (un hito de la crisis) y de la mitad de los diputados. Surgió con menos fuerza de la que se pensaba, el ARI de la combativa Elisa Carrió y la izquierda tradicional conquistó votos y bancas.
De la Rúa quiso desligarse de la catástrofe. El peronismo triunfante hizo valer su peso conquistando la presidencia provisional del Senado, que en la práctica hacía de segunda figura institucional, paso que De la Rúa quiso evitar porque olfateó que podía ser un antecedente de lo que después ocurrió.
Los historiadores de los sucesos de diciembre de 2001, hay en circulación numerosos libros analíticos en el que se destaca el de Miguel Bonasso "El Palacio y la calle", no dudan en darle carácter conspirativo a la salida abrupta del gobierno radical y colocan al peronismo bonaerense, en complicidad de hecho con el radicalismo anti De la Rúa de ese distrito como promoviendo la crisis para imponer la devaluación.
Sin embargo, este enfoque es limitado. El factor determinante fue la explosión de masas profundizada por la represión despiadada ordenada desde la Casa Rosada que dejó el saldo de 33 muertos.
En la Capital Federal, salieron primero en los barrios los vecinos afectados por las medidas financieras, haciendo sonar sus cacerolas, sonido que paseó por los edificios, como un tam-tam interminable, llamando a protestar.
Había de todo: ahorristas pudientes de los barrios elegantes, pero sobre todo, se "legalizó" la clase media empobrecida por el modelo cuya situación se agravó al congelárseles sus ahorros.
La represión en el Gran Buenos Aires, Rosario, Córdoba, el Norte, sea contra los que asaltaron mercados como los que comenzaban a reclamar cambios económicos y sociales, alcanzó a la gran urbe porteña. El 19, la Policía Federal reprime con víctimas. Para frenar la oleada de los barrios con las clases medias enfurecidas y de las zonas suburbanas, los piqueteros, De la Rúa firma el decreto instaurando el Estado de Sitio que es ilegal por no tener aprobación del Parlamento. Y habla por cadena de TV y radio, argumentándolo con soberbia inimaginable, que generó la novedad que la norma se convirtió en la carabina de Ambrosio.
La eclosión popular, la represión despiadada
Decenas de miles de vecinos salieron a protestar enfurecidas contra el Estado de Sitio instaurado para frenar las protestas: jamás había ocurrido. El miedo no cuajó y la noche el 19 al 20, Plaza de Mayo fue cubierta por multitudes que con sus cacerolas y pancartas se difundieron por toda la urbe, los suburbios, el país, dando acta de nacimiento a otra novedad: las Asambleas de Barrios.
El gobierno ordenó la represión. Las fuerzas desplegadas por momentos lograban despejar la Plaza de Mayo y sus aledaños, pero con el correr de las horas, se sintieron impotentes para hacerlo con la presencia armada disuasiva. La brutalidad es lo que la caballería policial hizo sentir a las Madres de Plaza de Mayo que fueron a impedir una tragedia: las imágenes de la tropelía incentivaron las caravanas hacia el paseo histórico y por los barrios.
Y comenzó la balacera contra jóvenes, sobre todo, con episodios con participación de la seguridad privada de grandes bancos, desde esos días, centro de las iras de los ahorristas estafados. Ya el 19 se organizó alguna forma de resistencia. Surgieron los "motoqueros", una peculiar "caballería motorizada" que reúne a los muchachos que ganan el sustento como mensajeros o llevando comida a domicilio. Uno de ellos, fue asesinado.
La presencia de piqueteros o trabajadores tuvieron algo más que espontaneidad. Lo que sobró, fue la solidaridad, como el episodio de salvataje de un grave herido de bala por un manifestante que lo revivió a golpes en el pecho hasta que tuvo atención médica.
A los gritos de "que se vayan todos", la consiga unificadora de esas jornadas, primero debió renunciar Cavallo, impotente ante la multitud, incluso personas de su barrio sofisticado, que le reclamaba irse. Se enteró por la TV que había renunciado. Horas más tarde, pero ya no por un mensaje como cuando ordenó el Estado de Sitio, se iba el presidente. Una módica esquela diciendo adiós, y la patética imagen del helicóptero desde la terraza de la Rosada, llevándolo por última vez a la residencia presidencial.
Hay opiniones diversas sobre la actuación de la juez federal Maria Romilda Servini de Cubría en esas horas trágicas. Se la vio poniendo el cuerpo no siempre siendo acatada su autoridad, salvando vidas. Bonasso afirma que supo de la represión. De todos modos, la magistrada puso presos al jefe de la Policía, al secretario de Seguridad y tiene procesados a numerosos funcionarios, entre ellos, al ex primer mandatario.
Cuando llegue el día del juicio oral, seguramente quedarán más claras la actitud de cada uno de los funcionarios y de la policía.
Peronismo trepa al poder sobre los muertos
El último intento de De la Rúa y algunos de los suyos, fue conformar un gobierno de coalición con el peronismo. Pero éste le dio la espalda. Su sucesión comenzó a horadar la interna peronista. En esos entreveros, de pícaro sobre todo el gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá fue designado presidente para que convocara a elecciones por una inexistente ley de lemas para marzo. De hecho, el puntano trepó al poder sobre la pila de cadáveres, heridos y detenidos de quienes fueron a la Plaza a cambiar la historia.
Duhalde, supuesto motor de la caída, debió aguardar el desgaste, puro y promovido, de Rodríguez Saá quien en el camino legalizó la cesación de pagos de la deuda privada y no alcanzó a mucho más porque los gobernadores peronistas le quitaron en pocos días el respaldo, temerosos de que desde el poder se preparara para afianzarse por vía electoral.
Como cometió errores fuertes (designar funcionarios conocidos como corruptos), rápidamente quedó preso de las cacerolas, de los piqueteros y de una acción aún no aclarada de asalto al Parlamento, un incendio del Reistchag de farsa, que precipitó su salida y le abrió el camino a Duhalde.
Esa es ya otra historia. La devaluación se consumó licuando pasivos, se diluyeron los salarios convirtiéndolos entre los más bajos de América Latina al tiempo que desocupación y marginalidad trepó.
El sistema financiero fue auxiliado como prioridad, la represión cobro nuevas víctimas, aunque obligó a las autoridades a salir al encuentro del estallido social, siempre latente de todos modos, en estas horas que se conmemora el año de hechos claves del siglo que se inició poco antes.