2 de diciembre del 2002
Argentina: Por qué se produjo el apagón del 24
Claudio Scaletta
Página 12
Una resolución oficial del 19 de diciembre de 2001 ordena la suspensión
de todos "los mantenimientos programados". A la vez, un documento
de Transener admite esa restricción y para ahorrar recursos decide no
hacerlos en días y horarios no previstos originariamente. Transener aprovechó
la orden para reducir al mínimo los mantenimientos y deslindó
responsabilidades.
Un documento al que tuvo acceso Página/12 revela que la deliberada
falta de mantenimiento y la innecesaria sobrecarga de la red de transporte de
Transener fue la principal causa del apagón del pasado domingo 24 de
noviembre. El defensor del Pueblo de la Nación, Eduardo Mondino, investiga
si la compleja trama de decisiones que derivaron en la sobrecarga de la red
no tuvo por objeto favorecer a las distribuidoras y los grandes usuarios. Las
jornadas de diciembre de 2001 dejaron muchas secuelas en la sociedad argentina.
Incluso las más insospechadas, como por ejemplo, la utilización
del argumento del estado de sitio para permitir a las empresas eléctricas
"suspender todos los mantenimientos programados y operar con la mayor cantidad
de líneas en servicio compatibles con el control de las tensiones". El
entrecomillado, que merece ser analizado, es un textual de la resolución
414/2001 firmada el 19 de diciembre de 2001 por el entonces secretario de Energía,
Alejandro Sruoga. Es decir, mucho antes de que la devaluación se convirtiera
en el principal argumento para justificar la prolongada desinversión
empresaria.
La norma habilitó además a Cammesa, la Compañía
Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico –Sociedad Anónima
que integran en partes iguales (20 por ciento cada una) las generadoras, transportadoras,
distribuidoras, Estado y grandes usuarios–, a realizar un "despacho que privilegie
la seguridad del abastecimiento de energía eléctrica en el período
horario que se considere necesario". La principal "afectada" por esta facultad
fue Transener, la transportadora que trae hasta el Gran Buenos Aires la energía
generada por las grandes represas hidroeléctricas de la región
Comahue. Cammesa, entonces, utilizó el argumento de la seguridad para
impedirle a Transener realizar los mantenimientos de rutina en las fechas programadas
y le ordenó a la transportadora que relegue esos mantenimientos a los
fines de semana, feriados u horarios nocturnos. Transener, por su parte, aprovechó
la orden para reducir al mínimo dichos mantenimientos y deslindó
responsabilidades.
Según consta en un documento que la empresa envió un mes antes
del apagón al presidente del Ente Nacional Regulador de la Electricidad,
Juan Legisa, al que accedió Página/12, "Transener expresamente
deslinda toda responsabilidad por las salidas de servicio de instalaciones del
Sistema de Transporte de Alta Tensión cuyo mantenimiento programado no
pudiera ser realizado en las fechas solicitadas a tales efectos". La queja de
la empresa controlada por Pérez Companc- Petrobras no respondió
sin embargo a la imposibilidad de hacer el mantenimiento, sino a que el mismo
debía hacerse en "domingos, feriados u horario nocturno", lo que significaba
para la firma un sobrecosto en términos de mano de obra y horas extra.
Del documento, que lleva la firma del gerente de Ingeniería Regulatoria
de Transener, Carlos García Pereira, se infiere entonces que la causa
del gigantesco apagón del 24 de noviembre fue el incumplimiento del mantenimiento
de rutina. No obstante, cuando se consideran las razones previas al incumplimiento
no se encuentra sólo la resistencia empresaria, sino también una
compleja trama de intereses económicos concretos que favorecieron a distribuidoras
y grandes usuarios.
La energía de las centrales hidroeléctricas del Comahue –Alicurá,
Piedra del Aguila y El Chocón, que en conjunto tienen una potencia instalada
de 3800 megawatts– resulta más barata que la generada por las centrales
térmicas que deben sustituirlas en la provisión: Central Costanera,
Central Puerto y Dock Sud, que pueden generar más de 5300 megawatts y
que deben reemplazar a las centrales del Comahue cuando el mantenimiento o "las
menores condiciones de hidraulicidad" lo demandan. A esto se agrega que es la
propia Cammesa la que remunera a las térmicas mediante un fondo de reserva
específico. En consecuencia, la Defensoría del Pueblo de la Nación
sospecha que se sobrecargó la red para favorecer a las distribuidoras
y grandes usuarios e inició una actuación de oficio.También
resta conocer por qué, producido el apagón, la energía
del Comahue no fue suplantada inmediatamente por las plantas térmicas.
Según la propia óptica empresaria del documento de Transener,
el condicionamiento y suspensión de los mantenimientos programados "evidentemente
constituye un subsidio de la Transportista a favor de los usuarios del sistema
de transporte de alta tensión –generadores, distribuidores y grandes
usuarios–" toda vez que estos usuarios "pueden aprovechar los beneficios de
comprar energía a un precio sustancialmente menor del que resultaría
de tener que convocar a centrales de generación térmica ubicadas
en los centros de consumo".
Pero más allá del apagón del 24 y de las pujas distributivas
al interior del complejo eléctrico, la realidad es que los grandes cortes
pueden volver. Y el problema no está en las tarifas que hoy pagan los
usuarios ni en la devaluación, sino en el fracaso del modelo de privatizaciones
fragmentadas. Luego de que el sistema eléctrico sea partido en tres,
las "señales de mercado" para que los inversores privados expandan la
red de transporte brillaron por su ausencia. A pesar de que la generación
eléctrica pasó de 14.500 a 22.000 megawatts, fundamentalmente
por la herencia de inversiones estatales como Yacyretá, la red continúa
siendo prácticamente la misma. La mayor capacidad de transporte conseguida
se debió a la utilización de un complejo instrumental electrónico
de control de cargas, pero no a una ampliación de la infraestructura.
Actualmente la generación, cuando todavía falta completar Yacyretá,
es superior a la capacidad de transporte en alrededor de 7000 megawatts. Esta
energía excedente no puede exportarse por la imposibilidad de transportarla
y un aumento de la demanda cuando la recesión termine puede significar
el colapso del sistema. El déficit de inversión alcanza, según
fuentes del sector, los 700 millones de dólares.