"Lo único que destroza los sueños es resignarse." (1)
A casi cuatro meses del asesinato de Maximiliano Kosteki su mamá Mabel Ruiz ha emprendido una lucha que se preanuncia larga y desgastante. Este es un acercamiento a quien ha decidido asumir personalmente los reclamos de justicia por su hijo.
Mabel Ruiz se levantó de su silla y dijo "acompáñenme".
Habían pasado más de tres horas de charla en el comedor de su casa. Un pequeño altar que nos recuerda su pasado catequista y una profusión de fotos y dibujos de su hijo son el marco circundante de la mesa que nos reúne. Fuimos encadenando afectos, asomados a la vida de Maximiliano y naturalmente, hemos realizado un repaso de su propia vida. El recorrido incluyó un matrimonio desgraciado, sostenido hasta el punto en que la separación se vivió como un alivio. También incluyó a sus cinco hijos, tres hijas Julieta de 28 años, Vanina de 25 y Mara de 15 y dos varones, Javier de 26 y Maximiliano de 22. Rozamos la dolorosa ausencia de Javier de la que aún no habla porque "es una historia aparte", según nos dice. Nos contó de momentos en los que el país le ha dado un respiro y pudo soñar con su propia casa, aquí en Glew, construida desde las clases de inglés que dicta y momentos en los que el mismo país barrió con sus sueños.
En el medio, gotas de amor, alguna que otra mirada ingenua al pasado y espacios de felicidad que atesoró y le son útiles, muy útiles para poder creer que la vida ha merecido ser vivida y que debe seguir siendo transitada.
"Siempre, aun casada estuve sola para sacar la casa adelante", dice. Pensó que estaba sola también ahora, hasta que unos amigos, Julio y Virginia, le dijeron " la que tenés que convocar sos vos, si dejás que convoquen los de la Verón , los del Polo Obrero no vienen y así ..."
Justicia, objetivo claro y que requiere energía sin límites para instalarla. Comenzó por tomar las fantasías y los proyectos de su hijo y darse a la dura tarea de des-hacer las distintas imágenes que nada caprichosamente los medios intentan formar de él. Adonde va lleva su preciosa carga de dibujos, grabados y escritos, descubre y se reencuentra con Maxi. Da entrevistas, se acostumbra a micrófonos y grabadores, recupera los recuerdos para dar otras entrevistas.
Es ella quien convoca y organiza el escrache a la comisaría primera de Avellaneda. Llega allí sabiendo ya que miles de gargantas gritarán "presente" cuando se nombren a Darío y a Maximiliano. No está sola, esta vez no está sola.
Justicia, lucha con los abogados y no permite que se les escape un solo testimonio. Necesita estar al tanto de la causa día a día, tiene claro quienes son los culpables y más claro aun que su recorrido terminará el día que se haga justicia.
La fuente de tanta energía, tanta claridad en sus objetivos se encuentra en su propia casa. Pareció anunciarlo cuando dijo "acompáñenme, vamos al cuarto". La pieza de Maxi está cerrada en forma permanente. Entrar en ella es para Mabel un ejercicio que requiere un esfuerzo incomparable. Nada que encare luego presentará ese grado de exigencia. "Esta va a ser la tercera vez que entro desde que lo mataron".
El olor a humedad de un cuarto cerrado es lo único que nos recuerda su ausencia. Los grafitis en la pared con pensamientos propios o apropiados, el desorden de los casetes, un bosquejo sobre un escritorio y un pantalón y una camisa sobre una silla, sumidos en una pertinaz ignorancia, lo esperan.
Gentileza de
Daniel Giovannini
(1) Grafiti en una pared del cuarto de Maximiliano Kosteki