2 de noviembre del 2002
El concepto socialista de la reforma universitaria
A propósito de la toma del Rectorado de la UBA y las recientes luchas
universitarias argentinas
Julio Antonio Mella
Mucho se habla de "Reforma Universitaria". El malestar y la inquietud
existentes entre los estudiantes hace que se oigan los balbuceos de un lenguaje
revolucionario. En Tren Blindado y en pláticas públicas
trataremos de desarrollar las bases sociales de este movimiento, sus antecedentes
históricos, sus principios fundamentales y todo aquello que sea necesario
para su mejor comprensión por la multitud estudiantil.
Lo primero que necesitamos definir es el concepto real de la reforma universitaria.
Hay mucha nalabrería liberal y vacía sobre reforma universitaria,
debido a que los elementos que en muchas partes tomaron parte de este movimiento
lo eran de la burguesía liberal. Pero si la reforma va a acometerse
con seriedad y con espíritu revolucionario no puede ser acometida más
que con un espíritu socialista, el único espíritu revolucionario
del momento.
Las universidades, como otras tantas instituciones del régimen presente,
están hechas para sostener y ayudar el dominio de la clase que está
en el poder. Creer que los intelectuales, o las instituciones de enseñanza
no tienen vinculación con la división sociológica en clases
de toda sociedad es una ingenuidad de los miopes políticos. Nunca una
clase ha sostenido una institución, ni mucho menos instituciones de educación,
si no es para su beneficio. Es en las universidades, en todas las instituciones
de enseñanza, donde se forja la cultura de la clase dominante, donde
salen sus servidores en el amplio campo de la ciencia que ella monopoliza. Las
universidades de los países capitalistas modernos crean abogados, ingenieros,
técnicos de toda naturaleza, para servir los intereses económicos
de la clase dominante: la burguesía capitalista. Si se considera que
los médicos pueden ser una excepción se caería en un grave
error. La inmensa mayoría de los médicos que se gradúan,
¿son para servir en instituciones de beneficencia colectiva o para formar en
la burguesía profesional individualista y explotadora? Que muchos médicos
no triunfen, por las mismas injusticias del régimen presente, no indica
que la aspiración del gremio no sea ésta.
Sentado esto, que no necesita ampliarse para cualquiera que posea una media
cultura social, diremos que la reforma universitaria debe acometerse con el
mismo concepto general de todas las reformas dentro de la organización
económica y política actual. No hay ningún socialista
honesto que suponga factible reformar toda esta vieja sociedad paulatinamente
hasta sacar de ella una nueva y flamante como en las viejas utopías.
La condición primera para reformar un régimen -lo ha demostrado
siempre la historia- es la toma del poder por la clase portadora de esa reforma.
Actualmente, la clase portadora de las reformas sociales es la clase proletaria.
Todo debe ir convergente a esta finalidad. Pero el hecho de que la solución
definitiva sea, en esto, como en otras mil cosas, la revolución social
proletaria, no indica que se deba ser ajeno a las reformas en el sentido revolucionario
de las palabras, ya que no son antagónicos estos conceptos.
Un concepto socialista de la lucha por mejorar la Universidad es similar al
concepto del proletariado en su acción por mejorar las condiciones de
su vida y su medio. Cada avance no es una meta, sino un escalón, para
seguir ascendiendo, o un arma más que se gana al enemigo para vencerlo
en la "lucha final".
Luchamos por una universidad más vinculada con las necesidades de
los oprimidos, por una universidad más útil a la ciencia y
no a las castas plutocráticas, por una universidad donde la moral y el
carácter del estudiante no se moldee ni en el viejo principio del "magister
dixit", ni en el individualista de las universidades republicanas de la América
Latina o EE.UU.: Queremos una Universidad nueva que haga en el campo de la
cultura lo que en el de la producción harán las fábricas
del mañana sin accionistas parásitos ni capitalistas explotadores.
Sabemos que no lo vamos a conseguir inmediatamente. Pero en la simple lucha
por la obtención de ese ideal de la universidad del porvenir vamos a
obtener un doble triunfo: agitar conciencias jóvenes ganando reductos
en el frente educacional contra los enemigos del pueblo trabajador, y, probar,
ante todos los revolucionarios sinceros, que la emancipación definitiva
de la cultura y de sus instituciones no podrá hacerse sino conjuntamente
con la emancipación de los esclavos de la producción moderna que
son, también, los títeres inconscientes del teatro cómico
de los regímenes políticos modernos.