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Argentina: La lucha continúa

"Donde hay una necesidad, hay un derecho"
La tarde a Ocultas

En el barrio de Mataderos de la Ciudad de Bs. As. se encuentra la llamada "Ciudad Oculta". En ella se desarrollan formas solidarias y cooperativas de trabajo, como la que lleva adelante el Movimiento Barrios de Pié y particularmente, muchos estudiantes universitarios. Clientelismo. Asistencialismo. Tal vez, mucho más que eso.
"Donde hay una necesidad, hay un derecho", sentencia el graffiti realizado en el interior de la chapa del local Movimiento Barrios de Pié, de Murgiondo y La rosa, en la Ciudad de Bs. As. En su interior, muchas banquetas y sillas, invitan a sentarse. Un horno, una mezcladora y una receta para hacer pan, son tal vez marcas, de un modo de satisfacer la necesidad y como cumplir con lógicos derechos.
El Movimiento, como parte de la CTA, desarrolla tareas para combatir el hambre, desde diciembre del 2001, en distintas regiones del país. En la ciudad de Bs. As. las acciones se realizan en los Barrios Pirelli (Villa 17), La Boca, NHT Zabaleta, Barracas (Villas 21 y 24), Parque Patricios, Barrio Inta (Villa 19), Lugano (Villa 20) y en Ciudad Oculta (Villa 15).
Son las tres de la tarde, y alrededor de veinte estudiantes de distintas carreras de la UBA, comienzan a reunirse con el mismo objeto: ir hasta la Ciudad Oculta, ubicada a tres cuadras de ahí, para enseñar y ayudar desde donde se pueda, a los vecinos del lugar.
Al llegar a un descampado sobre la avenida Piedrabuena a la altura de Eva Perón, una canchita de fútbol y el faraónico "hospitalito", que había comenzado a hacer Evita, impactan a la vista por su deterioro. En él viven cientos de personas. Los niños salen a saludar, al grito de ¡profe!. La polvareda se levanta.
En la puerta de una casa ubicada al margen de la canchita, Mz 27 bis casa 3, se lee "Construyendo esperanza". Es uno de los comedores comunitarios del lugar. Que otra cosa podría ser. Como pensar en la esperanza, sino se come primero. La esperanza como construcción, en construcción ¿otra manera de hacer y pensar el futuro?.
Alicia, madre de cinco chicos, es una de las 24 personas que trabajan en los nueve microemprendimientos que insisten en pelearle al hambre. En su casa, un horno y una cocina a garrafa, resuelven desde hace dos años y medio, dos veces a la semana los almuerzos de más de cien personas y de lunes a sábado, la merienda de pan y leche que contiene a muchos chicos.
Cuenta Alicia, que el movimiento le da una bolsa de comida - con harina, fideos, arroz y leche - por semana a cambio de su presencia en los piquetes o cortes de ruta y con eso elabora el alimento. Vive del Plan Jefes y Jefas de familia - con 250 Lecop - y del pan que salen a vender a diario.
Recuerda que estuvo en Liniers, sobre la Gral. Paz, el último 26 de Julio, el día del asesinato - no la muerte, asesinato - de Maxi y Dario en el puente Avellaneda, y sintió miedo cuando la policía no los quiso dejar pasar. Pero dice que "lo volvería a hacer", y se queja, porque no todos los vecinos concurren a los cortes. Sostiene que "hay que poner el cuerpo". Mandato contradictorio: sin el cuerpo no hay transformación material posible, pero ¿hasta dónde poner el cuerpo?. ¿Hasta dónde no se sigue reivindicando el sufrimiento y la martirización, como ideal de lucha?. ¿Hasta dónde la felicidad futura es posible, si el cuerpo de él o ella no está?.
Ya dentro de la casa, los estudiantes comienzan a ocupar espacios y a transformarlos. Las mesas y los bancos se mueven al ritmo de lápices escribiendo sobre formularios de Citigold y hojas en blanco. La enseñanza la van construyendo a través de juegos que aprendieron durante la primaria y la secundaria: la sopa de letras, la papa y muchos dibujos. ¿Cómo enseñar sino es con papa y sopa de letras?. ¿Cómo escribir lo nuevo, sino es sobre restos bancarios y hojas sin rutas ni renglones?.
Son cerca de las cinco, y los chicos comienzan a dejar de lado los lápices, y dan lugar a la leche.
"El hospitalito". El templo en ruinas. Sin terminar, muy oscuro, con las paredes y los techos cayendo, con las escaleras a medio derrumbarse, se acabó antes de empezar.
Sin embargo, hacer en él un centro cultural, un comedor comunitario y una sala de atención médica, están en marcha. Así lo explica uno de los estudiantes que tiene a su alrededor cerca de treinta chicos, empapados de cuadernos y colores. Los tachos de pintura y algunas herramientas, así lo muestran. ¿Será posible transformarlo?. De lo posible se sabe demasiado. Alicia señala, concluyente "no tenemos lugar para volver a fracasar".
Atardece, y no es poco. Para mí, hasta luego ciudad oculta. Para quienes viven ahí, siempre Ciudad Oculta. Oculta, ¿para quién?. De lejos no se ve.
Pablo Alaolla
Agencia ConoSur