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Argentina: La lucha continúa

III Congreso de la CTA de Capital Federal

Informe de Apertura a cargo del Compañero Pablo Micheli

Aprobado por el Congreso para ser incorporado como Introducción de la Resolución sobre Estrategia y Tácticas

Compañeras y compañeros:

Es una distinción y una responsabilidad el que hayan depositado en mí el honor de dar apertura a este 3º Congreso de la CTA Capital, que no casualmente se da en las instalaciones de La Fábrica. Se trata de una empresa cerrada por sus patrones y que el esfuerzo de los compañeros empezó a generar un emprendimiento de viviendas. Por ello es un gusto desarrollar nuestro Congreso aquí, para que de una vez por todas empecemos a enorgullecernos de aquello que generamos con nuestro trabajo militante.
Digo que es una distinción para mí ya que durante dos días habremos de llevar adelante un debate que se hace ineludible para nuestra Central. Es el debate que está a flor en la piel social y se pone en discusión todos los días en las calles de nuestra Ciudad, y por eso doy una calurosa bienvenida a los casi 1.000 congresales que llegan a este encuentro en representación de sindicatos, de agrupaciones sindicales que luchan día a día contra las burocracias del sindicalismo empresario, de experiencias sociales y territoriales y de las Regionales que dan pelea en lo cotidiano a los problemas más urgentes como el hambre, la vivienda, la desocupación, la salud y la educación. Y reitero que es una distinción porque soy conciente que aquí hoy se dan cita compañeros y compañeras que han protagonizado muchas de las luchas más importantes de las últimas dos décadas y una parte muy importante –aunque no la única- de la construcción más dinámica del campo popular.
Nuestra Central nuclea una parte imprescindible de las luchas populares pero de ninguna manera podemos atribuirnos la representación del conjunto de la resistencia que nuestro Pueblo viene llevando adelante desde hace un cuarto de siglo. Son muchas las experiencias que en lo sindical, lo social y lo político están dando dura batalla al neoliberalismo y al neocolonialismo, en muchos casos junto a nosotros, en otras discrepando con nuestra posturas y nuestro accionar; pero porque reconocemos su valía es que los consideramos compañeros que, a la hora de enfrentar al enemigo común, seguro habremos de estar codo a codo con ellos.
Por eso es que hablé al principio de la responsabilidad que sentía al darle la bienvenida más fraternal a los compañeros y compañeras que han sido invitados a acompañarnos en el debate que nuestra Central de la Capital Federal afrontará durante estas dos jornadas, sabedores que este debate excede al marco de la propia Central y que se emparenta con los debates que nuestro Pueblo está dando acerca de su destino como Nación.
Así también quiero dar la bienvenida a todos los compañeros que han viajado desde Uruguay, Brasil y otros países hermanos a traernos su presencia internacional y su apoyo solidario a este Congreso.
A nadie puede escapar la difícil etapa histórica, social, política y económica que atravesamos. Por lo tanto, esta coyuntura nos desafía a afrontar debates profundos, sin atajos, de alto vuelo creativo, para cotejar experiencias concretas, para enriquecer nuestro bagaje teórico y, de este modo, contribuyan a que salgamos de aquí con propuestas que sirvan para ser aplicadas en cada una de nuestras experiencias.
Pero ante todo es nuestra obligación política garantizar que estos debates que llevaremos adelante, tanto en las comisiones como en las instancias plenarias, se den en el mayor de los marcos democráticos, con respeto y fraternidad, asegurando que todas las opiniones y todas las corrientes de expresión que dan vida y nutren de dinamismo a la Central puedan explicitar sus pronunciamientos y formas de pensar. Me enorgullece saber que en esta CTA de la Capital Federal si hay algo para lo que no hay lugar, es para la discriminación de las ideas, para el macarthismo de derecha o revestido de supuestas posiciones de izquierda. No hay lugar en esta CTA, y lo ratifico, para aquellos que descalifican las opiniones de los compañeros que no piensan como uno como si fuesen enemigos a ser destruidos.
Es mi orgullo decir que en esta CTA Capital, que tanto esfuerzo nos cuesta construir, sólo son rechazados aquellos que traicionan, que pactan con el sistema o que decidieron no luchar, pero de ninguna manera aquellos que luchan todos los días y dan muestras de valentía, aun cuando no piensen como la Mesa Ejecutiva de esta Central.
El capitalismo en su avance ha logrado infiltrar sus valores al seno de nuestras construcciones, y hasta en la conciencia de nuestros militantes. Ha utilizado la fragmentación como herramienta fundacional de sus conquistas sobre el campo popular y lo ha influido con valores que son ajenos a nuestra clase como la competencia, el personalismo, el discutir para ganar y no para llegar a la verdad, el no respeto a quien opina diferente; en definitiva, ver al compañero como un enemigo a ser derrotado. Esto nos obliga a recurrir a los valores más viejos de nuestra clase, a los linajes históricos que nos dieron una identidad como trabajadores como el compañerismo, la solidaridad; entender que las salidas son colectivas, y rescatar el mecanismo asambleario como la máxima expresión democrática de nuestra clase. Es por eso que entendemos que es necesario democratizar las discusiones, democratizar todas y cada una de nuestras organizaciones, democratizar los mecanismos de decisión de la Central.
Debemos comprender que la batalla frente al avance neoliberal hay que librarla ampliando los espacios de debate, porque nadie está dispuesto a bancar aquello que no discute, y es por esto que subrayamos el carácter trascendente del debate que aquí nos convoca.
Los dilemas del aquí y ahora nos ponen de cara a discutir la situación social y política, local, nacional, regional e internacional; el papel que la Central debe afrontar, su crecimiento, los marcos de alianzas con otros sectores del campo popular; la construcción territorial en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires fundiendo nuestras organizaciones sindicales con los movimientos sociales; la problemática apremiante de la desocupación, el hambre y la escalada represiva; la planificación de redes de producción y comercialización para las empresas recuperadas. O sea, construir la unidad de clase y concientizarnos acerca de ella y de sus herramientas sociales y políticas, que nosotros denominamos, hace ya una década, como el Movimiento político social que articule tanto esfuerzo militante desarrollado a diario en todos los rincones de nuestro Ciudad.
Pero para poder discutir sin artimañas -y sin querer traer agua para nuestro molino acerca del Movimiento político social- es necesario previamente plantearnos la refundación de nuestras organizaciones, eliminar sus prácticas corporativas que obtienen mejoras para un área restringida de los trabajadores ocupados y ponernos a discutir un proyecto de país que albergue y dé respuesta a ocupados y desocupados, y el papel que el Estado debe cumplir en este proyecto. Es necesario también refundar la CTA –que debe abandonar el modelo clásico de un conglomerado de sindicatos haciendo valer el peso del número de sus afiliados por sobre las organizaciones territoriales, en muchos casos incipientes- para pasar a ser la herramienta que dé unidad y sentido de pertenencia a nuestra clase, la que vive del trabajo, con empleo o sin él, activos o jubilados.
Sólo entonces podremos discutir el Movimiento político social (que me atrevo a agregar de liberación nacional y social), lo que en definitiva significa refundar un proyecto de Nación independiente que justifique tanto sacrificio y el dolor de generaciones de argentinos que no han conocido sino la derrota. Hablo, claro está, de los millones mujeres y hombres de nuestra Patria que, sin embargo, no han conocido el deshonor de "aggiornarse" adoptando como propias las recetas de dominación sobre nuestros pueblos.
Y quiero ser claro: cuando hablo de refundar nuestras organizaciones, no significa renegar de lo hecho hasta aquí -que no es poco- sino todo lo contrario. Digo que, embebidos en el ejemplo de tantos compañeros que nos precedieron y nos guiaron en la lucha, tengamos la audacia de producir los hechos fundacionales que nuestro Pueblo reclama a diario en las calles. Este reclamo es inconfundible: que articulemos las luchas y que llenemos de dignidad las rutas y las plazas frente a una partidocracia que se oculta de manera vergonzante en los despachos. Entonces está claro que cuando hablo de Movimiento político social estoy hablando de un espacio de acción y elaboración acorde a los desafíos de la etapa; de ninguna manera estoy planteando la fundación de un partido político nuevo, con los viejos mecanismos de la política tradicional, porque eso sí sería renegar de la historia que hemos transitado desde Burzaco hasta aquí. En definitiva, hablo de fundar el entero, hablo de construir entre todos los actores del campo popular la unidad más férrea que nos permita soñar y vivir en la Argentina sin presos políticos ni procesados, sin nuestros chicos desnutridos, sin capitalismo, hablo de destruir a este sistema que nos inventó el hambre en un país donde hay dos vacas por cada habitante.
Nuestra historia se nutre de las luchas más resonantes de más de medio siglo: del 17 de Octubre, de la Resistencia Peronista y los fusilados de José León Suárez, el sindicalismo combativo de Huerta Grande, La Falda y la CGT de los Argentinos, de Atilio López, Agustín Tosco, René Salamanca, Jorge Di Pasquale, nuestro querido Germán Abdala, las organizaciones revolucionarias de los años 70, la resistencia a la dictadura, los paros gestados en medio del estado de sitio, nuestros compañeros desaparecidos, la lucha de las Madres de Plaza de Mayo, la resistencia contra las recetas neoliberales de Alfonsín, contra el menemismo como aliado del capital transnacional, contra el gobierno de la Alianza como representante de un progresismo funcional al ajuste, y las salidas palaciegas de Menem y Duhalde como continuadores de estas políticas de entrega inauguradas hace veintiseis años de la mano de Martínez de Hoz.
Somos hijos de esa herencia, y nos forjamos en la identidad de esas luchas. Una identidad que se sintetiza, al igual que la de los ideales revolucionarios del 70, en las figuras del Comandante Ernesto Guevara y de la Compañera Evita.
Desde Burzaco hasta aquí hemos gestado un camino de crecimiento, organización y debate en el marco de una lucha inclaudicable. Fue esta actitud de no resignarnos ni subordinarnos la que nos permitió realizar los Congresos de Parque Sarmiento, el Luna Park y Mar del Plata. Fue esa voluntad de victoria la que nos llevó a los cuatro Encuentros del Nuevo Pensamiento para instalar una discusión altísima en contra del concepto del pensamiento único. Y fue así como hicimos la Marcha Federal, la Marcha Grande, la Marcha de las 7 Columnas, infinidad de cortes de rutas, luchas sectoriales, la Consulta Popular como máximo pico de ofensiva política y el paro del 29 de mayo de 2001 donde probamos que podíamos paralizar el país como Central sin depender de las cúpulas cegetistas.
Pero no estaría completo nuestro análisis si no explicitáramos una visión autocrítica de la actuación de nuestra Central en las duras jornadas de los días 19 y 20 de diciembre del año pasado. Aquí es donde resulta imprescindible decir que no estuvimos a la altura de los desafíos de la realidad y discutir acerca de todo aquello que hicimos mal o no hicimos, sin que esto signifique aceptar las acusaciones de aquellos que esconden detrás de nuestros errores sus propias falencias. En este sentido –y para que no quepan dudas- quiero proponer que este Congreso debata y resuelva aprobar, para luego llevar al Congreso Nacional y a la Mesa Nacional de la CTA, un Paro Nacional con cortes de rutas en todo el país el día 20 de diciembre en honor a los caídos el año pasado, contra el hambre y la represión.
También cometeríamos una injusticia hacia nuestro propio seno y el de nuestra militancia sino reconociéramos con alegría la presencia ganada por la CTA de la Capital en estos últimos dos años. Nadie podría ignorar ya el protagonismo constante de nuestra Central en todos los debates, en todas las marchas, frente al Congreso, frente a las comisarías y los tribunales reclamando por la libertad de los compañeros, en todos los conflictos sindicales y sociales, apoyando las incipientes construcciones barriales, acercándonos a las empresas recuperadas a dar una mano y poniéndonos a disposición de los compañeros desde principios de clase sin intentar sacar rédito.
Todo este accionar nos ha instalado con identidad propia en el territorio de la Capital a pesar de estar a pocas cuadras de la CTA Nacional y del peso político de nuestros referentes nacionales. Por ello es que hoy nos enfrentamos a una disyuntiva de hierro: debemos crecer porque cualquier otro destino equivale a involucionar.
Este desarrollo nos obliga a tomar decisiones audaces en términos locales, discutir el presupuesto de la Ciudad participativamente pero no en la lógica de distribuir un pequeño porcentaje del mismo, sino en términos de fijar prioridades que den respuesta en salud, educación, vivienda, planes de empleo, un fondo que sirva para garantizar que no se pierda ni un puesto de trabajo y que toda empresa que peligre su continuidad pase a manos de sus trabajadores con mecanismos de control social.
Claro que para poder llevar adelante esta discusión de los recursos debemos poner a prueba nuestra vocación y nuestra construcción de poder. El año próximo debemos interpelarnos a nosotros mismos para saber si vamos a continuar con una actitud peticionante esperando que el progresismo encumbrado en el Gobierno de la Ciudad se decida a distribuir el tercer presupuesto de la Nación de alrededor de 3.200 millones de pesos o, si por el contrario, nos vamos a decidir a ir por lo que es nuestro: disputar el poder real y el Gobierno de la Ciudad a fin de cubrir las necesidades básicas de nuestra gente, distribuyendo la riqueza y el ingreso y creando fuentes de trabajo.
Este debate es histórico y sus conclusiones seguramente habrán de influir en la construcción a futuro de todo el campo popular. Es que frente a estos intentos de perpetuar el bipartidismo y el autoritarismo como resultado del vaciamiento de la democracia -donde pareciera perder sentido la ciudadanía y pareciera perder contenido la política- debemos volver a llenar de dignidad las calles con cantos que vuelvan a hablar de la liberación nacional y social de nuestra Patria.
En esta empresa nos alienta el hecho de que, en el plano internacional y frente a la ofensiva militarista de Bush, han empezado a soplar nuevos vientos en América Latina: la lucha zapatista, el triunfo electoral en Brasil de Lula -un obrero metalúrgico que llega al gobierno del país con la octava economía del mundo- el seguro triunfo que se avecina del Frente Amplio en Uruguay, el chavismo en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Gutiérrez en Ecuador. Todo esto nos indica que el ALCA, que los yanquis creían que se aprobaría como un trámite, hoy se ha empezado a tornar de muy difícil concreción. Debemos pensar en construir un plebiscito en toda América Latina para que nuestros pueblos voten en contra del ALCA.
He cometido una omisión voluntaria que fue dejar para el final a la República de Cuba. Allí, el día 1º de Mayo, tuve el honor de hablar en la Plaza de la Revolución en representación de la Central de Trabajadores Argentinos. Me dirigí a los trabajadores cubanos y al Líder de la Revolución, el Comandante Fidel, y les transmití la vergüenza que sentíamos como pueblo por el gobierno argentino que votó la condena contra la revolución, siendo que ese no es el sentir de nuestro pueblo. Y el mensaje que traigo de Cuba no sólo radica en el cariño y el amor de su gente, sino también en el mandato de que la hora de nuestros pueblos es aquí y ahora, y los deberes que tenemos como Pueblo Argentino no pueden ser delegados en nadie más que en nosotros.
Compañeras y compañeros: la ideología la hemos construido en base a la sangre de nuestro pueblo, a nuestros compañeros caídos, a nuestros presos de ayer y de hoy. Ha llegado la hora de discutir los instrumentos que estén a la altura de esas ideas, el lenguaje para llegar a nuestros compañeros y, sobre todo, cómo volver a construir la unidad de nuestra clase, cómo crear las fuerzas colectivas capaces de sepultar la democracia aterrada en términos individuales que nos quedó como herencia del genocidio y volver a recrear la esperanza, la alegría y la ternura como herramientas políticas que nos llevarán al triunfo.
La premisa debe ser animarnos a debatir con absoluta libertad, pensar en libertad, tal como fue la modalidad de los debates en nuestra Central. Pero en esta ocasión especial debemos embanderarnos en nuestra historia y salir a enfrentar a la ambición capitalista y a la barbarie imperialista con sentimiento nacional, por lo que doy apertura al 3er. Congreso de la CTA de la Capital Federal, invocando las palabras del General José de San Martín: "Seamos libres, y lo demás no importa nada..."
¡Hasta la victoria siempre!
Pablo Micheli
Secretario General Adjunto
CTA Capital Federal