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Argentina: La lucha continúa

Quince años de PATRIA LIBRE
un gran orgullo, grandes desafíos


Humberto Tumini

Secretario General de la Corriente Nacional Patria Libre


Quince años -nuestra Corriente se fundó el 15 de noviembre de 1987- es mucho o es poco de acuerdo a desde donde se lo analice. Si lo vemos desde la pespectiva de la historia, y dentro de ella de cómo se forman las representaciones políticas, es un tiempo no muy largo. Si en cambio, lo abordamos desde la vida de quienes hemos puesto todo para poner en pié esta fuerza, sentimos que muchos años de esfuerzos, sacrificios y anhelos no han sido en vano y que hemos logrado al final de este importante período poner los cimientos sólidos de una organización revolucionaria, instrumento indispensable si queremos transformar en serio este país en un sentido de progreso.
Son entonces dos las reflexiones que, a veces contradictorias entre sí, nos surgen en este aniversario de Patria Libre. Por un lado, la profunda satisfacción por lo realizado; vale en este sentido plenamente lo que decíamos en nuestro segundo Congreso realizado en el año 2000: ³debemos sentirnos orgullosos de todos estos logros, nadie nos regaló nada, todo lo hicimos apoyados en la confianza en nuestro proyecto y línea política y en nuestras propias fuerzas². Por el otro, la convicción que los principales desafíos están por venir en dirección a constituir el movimiento revolucionario con peso de masas que este pueblo necesita para conquistar otro futuro.

Nuestra estrategia

Desde su fundación hasta la fecha Patria Libre fue elaborando su estrategia política. Algunos de sus aspectos principales fueron ya delineados en nuestro documento fundacional de 1987, otros incorporados en nuestro primer Congreso de 1990. Con posterioridad al mismo se produjeron profundos cambios en la situación mundial con el derrumbe de la URSS y los países socialistas del este europeo, y en la Argentina con la llegada del menemismo y una nueva vuelta de tuerca del modelo neoliberal. Esto nos obligó a una profunda y larga reflexión respecto de la etapa en que nos adentrábamos y respecto de cuáles en definitiva debían ser los cambios a introducir en nuestra estrategia. Plasmamos estos pensamientos primero en los documentos del segundo Congreso de 1996 y terminamos de darles forma en el tercero realizado cuatro años después. Mientras tanto fuimos partícipes activos y combativos de la resistencia al modelo entreguista y hambreador que nos fueron imponiendo los sucesivos gobiernos al servicio de los poderosos de aquí y de afuera, y de la lucha contra las dirigencias sociales cómplices bregando por la organización popular al margen de éstas. Impulsamos en todos los terrenos la unidad de los opositores al modelo y trabajamos sostenidamente en la construcción de fuerza política revolucionaria.
¿Cuál es la esencia de nuestra estrategia? Sintéticamente digamos que la misma se asienta en la visión, sostenida por nosotros desde que nos constituímos como organización política y hoy ratificada por la vida, que este modelo neoliberal que se aplica sin solución de continuidad desde el 24 de marzo de 1976 lejos de constituir una salida hacia el ³primer mundo² como sucesivos gobernantes intentaron vender, en realidad nos haría retroceder como Nación y empujaría a millones y millones de compatriotas a la pobreza. A partir de allí hemos sostenido contra viento y marea, aun en los momentos de mayor ofensiva ideológica de nuestros enemigos, que la gran responsabilidad histórica que tenemos todos los que queremos este país y no aceptamos el futuro de colonia al que pretenden llevarnos, es derrotar este régimen y reemplazarlo por un nuevo proyecto nacional, soberano, justo, equitativo y de progreso para todos. Para ello necesitamos forjar otras organizaciones y representaciones sociales, y sobre todo un nuevo movimiento político popular y revolucionario que represente a los sectores más consecuentes y combativos de nuestra sociedad, a los trabajadores, a los humildes, a la clase media empobrecida, y en todos ellos en particular a los jóvenes. Movimiento que debe ser capaz de conducir la resistencia intransigente al modelo y a sus personeros, de sumar a la mayoría de los argentinos a la lucha, de convocarlos a hacer realidad un nuevo sueño, y de saber gestar con amplitud, llegado el momento, una gran unidad nacional que permita enfrentar las agresiones imperialistas y afrontar con éxito la enorme tarea de parir otro país.

Una nueva realidad

El camino a transitar en dirección a una determinada estrategia política nunca es recto, por el contrario va variando acorde se modifica la realidad nacional e internacional. Los quince años recorridos desde nuestra fundación a la fecha, lejos estuvieron de ser homogeneos, por el contrario tuvimos períodos claramente diferenciados entre sí que nos obligaron a tener respuestas distintas. De 1987 hasta 1991 fue una etapa signada por las visibles dificultades del modelo neoliberal para estabilizarse, entre otras razones por una sostenida ofensiva del movimiento de masas con eje en los trabajadores que resistían las privatizaciones. Desde allí hasta 1997 sobrevino un período de fuerte avance de los sectores dominantes que se aprovecharon, entre otras cosas, de una contingencia internacional sumamente favorable a sus intereses desde lo económico, lo político y lo ideológico; el movimiento de masas pasó -aun con importantes luchas libradas- a la defensiva y las fuerzas populares y revolucionarias fuimos empujadas a la marginalidad. Desde finales de 1997 hasta el 19 y 20 de diciembre del 2001 se verificó una profundización de la crisis del modelo (que había tenido su manifestación visible ya con el Tequila), empujada por el derrumbe de la economía mundial y por sus propias contradicciones aquí; también tuvimos un paulatino pero ininterrumpido ascenso de la lucha de masas con la aparición de nuevos actores provenientes de los desocupados y pobres de los barrios, y un desgaste visible de los instrumentos políticos usados en los últimos 20 años por los sectores dominantes.
La históricas jornadas del 19 y 20 de diciembre pasados, hoy es mucho más claro, no sólo significaron el fin del reaccionario gobierno de la Alianza y del pseudo prestigio de uno de los mayores responsables por lo que hoy sucede en el país: Domingo Cavallo, sino que además implicaron una profunda transformación de la realidad nacional. Hay un antes y un después del final de De la Rúa. Por lo pronto, los sectores dominantes han perdido la iniciativa estratégica, como alguna vez les sucedió luego del Cordobazo o de la derrota en Malvinas, y la manifestación más visible de ello no es sólo la tremenda crisis económica del modelo, sino también la derrota ideológica del liberalismo, las dificultades que tienen para tener controlado el conflicto social a través de dirigencias dóciles, y en especial el profundo descrédito y las divisiones en que han entrado los partidos tradicionales junto a la implosión del Frepaso.
Cierto es que una parte de las causas de esta nueva situación residen en las contradicciones abiertas en el propio bloque del poder a partir del fracaso económico del neoliberalismo en estas tierras, y de la nueva y agresiva estrategia norteamericana a partir de la llegada del hijo de Bush. Pero no es menos cierto que lo fundamental que ha determinado este nuevo estado de cosas ha sido la resistencia sostenida y cada vez mas consistente de nuestro pueblo, alentada también por la de otros pueblos de latinoamérica. Alguno de los cuales ya han tenido la capacidad y la fuerza para instalar gobiernos afines a sus intereses nacionales que vienen a acompañar el histórico ejemplo de la patria de Fidel.
La resistencia popular, partera de esta nueva realidad argentina, viene además acompañada de otros elementos sustanciales que le dan forma de cambio profundo. Un salto en calidad en la politización de toda la sociedad y en particular en los millones de compatriotas agredidos despiadadamente por el modelo; el renacer, aunque vengan todavía con cierta confusión, de ideas nacionales, antimperialistas, en especial antiyanquis, de rechazo a los grandes capitalistas de aquí y de afuera culpables del saqueo a nuestras riquezas y a nuestros bolsillos; un gran avance de la participación ciudadana en las organizaciones populares acompañada de una profunda exigencia de transparencia y democracia, como así también de rechazo a los burócratas de toda laya; para no hablar de los sentimientos que genera esta ³clase política² corrupta y servil que ha monopolizado el gobierno y la ³oposición² de 1983 a la fecha.

Otra etapa, nuevas tareas

³La táctica revolucionaria consiste en definir exactamenta la línea de conducta a seguir por la clase obrera en cada período de flujo o de reflujo de la revolución, en elegir las formas de lucha y de organización, las consignas de propaganda y agitación que conviene a cada período, a cada situación, en reemplazar las antiguas formas de lucha y de organización por nuevas o en combinar las diversas formas de lucha y organización para alcanzar la victoria en cada movimiento, en cada lucha. La táctica es parte integrante de la estrategia cuyo éxito contribuye a asegurar² (Trhuong Ching, Partido de los Trabajadores de Vietnam).
Tenemos ante nosotros la posibilidad cierta de dar en los tiempos por venir un significativo avance en nuestros objetivos de derrotar a los enemigos de la patria si le acertamos en la táctica. Las condiciones para ello, a pesar de las insuficiencias y debilidades que aun arrastramos, han madurado significativamente. Debemos entonces ser capaces de dar adecuada respuesta a los nuevos desafíos. Al desafío de no permitir que el enemigo retome la iniciativa, y por el contrario empujarlo mas aún a la división y la defensiva. Al desafío de hacer mucho más vigorosas las organizaciones populares, y en especial de dotar a nuestro pueblo trabajador, a los humildes, a los de abajo, de una representación política que sientan propia desde la razón y desde lo más profundo de sus sentimientos.
Para alcanzar tan altos objetivos debemos tener presente tres grandes cuestiones: 1) Para que crezca vigorosa, consecuente y extendida la resistencia, impidiendo así a los poderosos reacomodarse, es imprescindible dotarnos de nuevas organizaciones sociales de lucha encabezadas por otros dirigentes. La mayoría de las actuales, tanto las controladas por los cómplices del modelo como por los dirigentes pusilánimes, no sirven o son insuficientes para las batallas por venir. 2) En la lucha ideológica a librar no alcanza sólo con lograr el repudio a las ideas de las clases dominantes, al mismo tiempo hay que gestar claridad y consenso hacia un nuevo cuerpo de ideas que expresen el proyecto de país que buscamos y los intereses que éste representa. Dando en este camino duro debate con aquellos que desde supuestos proyectos de ³centroizquierda², ³realistas², ³maduros², en realidad introducen el esceptisismo en la posibilidad de vencer al enemigo; como así también con los que desde aparentes postulados ³clasistas², verborrágicamente ultrarevolucionarios, en lo concreto dividen las fuerzas populares y conspiran contra las posibilidades de luchar en serio por el poder. 3) Una nueva representación política para las mayorías populares argentinas debe forjarse esencialmente al calor de las luchas y con una fuerte representación social en sus filas; con la rebeldía que nos legara el Comandante Guevara, enarbolando las banderas nacionales que han sido arriadas por los partidos tradicionales y las latinoamericanistas de San Martín y Bolivar abandonadas por los gobiernos cipayos de la región. Debe ser genuínamente democrática y participativa, donde todos seamos protagonistas. Tiene que ser algo nuevo, fresco, de ruptura con lo viejo; tajantemente diferente de los corruptos partidos y dirigentes que nos han gobernado por lustros; pero distante también de las concepciones aparatistas y divisionistas que han dominado la izquierda tradicional.
Como dijo alguna vez Fidel, la rueda de la historia ha echado a andar nuevamente. De todos nosotros depende que no se detenga y alumbre otro futuro para nuestra patria.