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Argentina: La lucha continúa

La Reforma Universitaria

Por José Carlos Mariátegui (*)
(*) José Carlos Mariátegui
(Perú, 1894-1930) constituye uno de los principales fundadores del marxismo latinoamericano. Michael Löwy lo homologó con Benjamin; José Aricó lo emparentó con Gramsci. Ninguna de estas comparaciones es exagerada. Mariátegui representa un marxismo abierto a las vanguardias estéticas, al psicoanálisis, al surrealismo, a la filosofía de Nietzsche y al indigenismo. Su revista Amauta es una de las más originales de América Latina.
Si el peruano rompe con la sequedad y la cristalización simplista del marxismo por entonces en boga, no se conforma tampoco con una aproximación "estética" al socialismo. Por eso, mientras publica textos de las vanguardias artísticas, contribuye a fundar organizaciones sociales y políticas. Entre otras: el Partido Socialista del Perú y la central obrera peruana (CGTP), además de diversos periódicos y revistas.
Mariátegui, miembro de la Internacional Comunista, polemiza en los ’20 con el incipiente stalinismo de Victorio Codovilla y también con el padre ideológico del nacional-populismo latinoamericano: Víctor Raúl Haya de la Torre. A ambos les cuestiona el no comprender que la revolución pendiente en nuestro continente no es ni "democrático-burguesa", ni "agraria-antimperalista" (como pensaba Codovilla) ni de "liberación nacional" (como postulaba Haya de la Torre).
Según el editorial N°17 de Amauta titulado "Aniversario y balance" (1928), para Mariátegui: "La revolución latino-americana, será nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente la revolución socialista. A esta palabra agregad, según los casos, todos los adjetivos que queráis: «antimperialista», «agrarista», «nacionalista-revolucionaria». El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos". Allí también agrega que: "La originalidad a ultranza, es una preocupación literaria y anárquica. En nuestra bandera, inscribimos esta sola, sencilla y grande palabra: Socialismo".
Entre los muchos títulos con que han sido editados sus escritos merecen citarse: Ideología y política, El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy, La escena contemporánea, Defensa del marxismo y el más célebre de todos, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana.
El marxismo de Mariátegui rechaza las versiones economicistas, canonizadas en la URSS como "ortodoxas" tras la muerte de Lenin, que desprecian la especificidad del problema educativo. En los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928) Mariátegui le dedica un capítulo entero al "Proceso de la instrucción pública". Dentro del mismo, se ocupa largamente de la Reforma Universitaria y las luchas estudiantiles.
En tiempos de Mariátegui, la corriente de Codovilla desprecia a la Reforma Universitaria (por ejemplo en la I° Conferencia Comunista Sudamericana de 1929) como simple "ideología pequeñoburguesa e idealista". Su economicismo le impide comprender el carácter de las revueltas estudiantiles latinoamericanas (exactamente lo mismo le sucederá, medio siglo después, con el ’68 europeo). Haya de la Torre, en cambio, las alienta y participa en ellas. Pero desde una retórica ampulosa, sobrecargada, barroca, que bajo su preciosismo estilístico desdibuja y elude la centralidad de la lucha de clases y la perspectiva socialista. Mariátegui increpa duramente a los nacional-populistas por su "declamación estrepitosa y hueca". Les cuestiona que en sus escritos, siempre recargados, "No hay ahí una sola vez la palabra socialismo".
No casualmente, Mariátegui hace suya la perspectiva de Julio Antonio Mella contra Haya de la Torre y publica en Amauta el folleto ¿Qué es el ARPA? en el cual el cubano arremete sin piedad contra todos los lugares comunes del nacional-populismo (exactamente los mismos que siguen reapareciendo hoy en día...).
Bien lejos del economicismo del stalinismo y de la retórica retorcida y hueca del nacional-populismo, Mariátegui aborda de lleno "la cuestión universitaria". Define su posición del siguiente modo: "en este debate ocupamos una posición ideológica revolucionaria".
Cuando frente a la actual toma del rectorado de la UBA muchos comunicadores conservadores, e incluso algunos profesores "progresistas", se espantan ante los estudiantes politizados y radicalizados, resulta oportuno releer a Mariátegui.
Así como Deodoro Roca había declarado que "El puro universitario es una cosa monstruosa", para el peruano las luchas estudiantiles deben politizarse e ir más allá de las meras reivindicaciones universitarias. El reclamo por la intervención efectiva de los estudiantes en el gobierno de la Universidad (que hoy hace sobresaltar a más de un lúcido bienpensante...), la renovación de los métodos pedagógicos y la Reforma del sistema docente, deben prolongarse, en opinión de Mariátegui, hacia un planteo revolucionario que abarque toda la sociedad. Sí, hay que politizarse.
Pero esa politización de los estudiantes y de los docentes, sugieren los Siete Ensayos, debe eludir la tentación de encolumnarse tanto detrás de la opción tradicionalista (representada en el Perú por el doctor Deustua) como detrás de la opción modernizante (encabezada en Perú por el doctor M.V.Villarán).
Según Mariátegui, en lugar de especular con las internas del poder o de alinearse en una u otra fracción del statu quo, las luchas universitarias deben construir una opción propia, autónoma, socialista.
LA REFORMA UNIVERSITARIA
IDEOLOGÍA Y REINVINDICACIONES


El movimiento estudiantil que se inició con la lucha de los estudiantes de Córdoba, por la reforma de la Universidad, señala el nacimiento de la nueva generación latinoamericana. La inteligente compilación de documentos de la reforma universitaria en la América Latina realizada por Gabriel del Mazo, cumpliendo un encargo de la Federación Universitaria de Buenos Aires, ofrece una serie de testimonios fehacientes de la unidad espiritual de este movimiento. El proceso de la agitación universitaria en la Argentina, el Uruguay, Chile, Perú, etc., acusa el mismo origen y el mismo impulso. La chispa de la agitación es casi siempre un incidente secundario; pero la fuerza que la propaga y la dirige viene de ese estado de ánimo, de esa corriente de ideas que se designa -no sin riesgo de equívoco- con el nombre de "nuevo espíritu". Por esto, el anhelo de la reforma se presenta, con idénticos caracteres, en todas las universidades latinoamericanas. Los estudiantes de toda la América Latina, aunque movidos a la lucha por protestas peculiares de su propia vida, parecen hablar el mismo lenguaje.
De igual modo, este movimiento se presenta íntimamente conectado con la recia marejada posbélica. Las esperanzas mesiánicas, los sentimientos revolucionarios, las pasiones místicas propias de la posguerra, repercutían particularmente en la juventud universitaria de Latinoamérica. El concepto difuso y urgente de que el mundo entraba en un ciclo nuevo, despertaba en los jóvenes la ambición de cumplir una función heroica y de realizar una obra histórica. Y, como es natural, en la constatación de todos los vicios y fallas del régimen económico social vigente, la voluntad y el anhelo de renovación encontraban poderosos estímulos. La crisis mundial invitaba a los pueblos latinoamericanos, con insólito apremio, a revisar y resolver sus problemas de organización y crecimiento. Lógicamente, la nueva generación sentía estos problemas con una intensidad y un apasionamiento que las anteriores generaciones no habían conocido. Y mientras la actitud de las pasadas generaciones, como correspondía al ritmo de su época, había sido evolucionista -a veces con un evolucionismo completamente pasivo- la actitud de la nueva generación era espontáneamente revolucionaria.
La ideología del movimiento estudiantil careció, al principio, de homogeneidad y autonomía
. Acusaba demasiado la influencia de la corriente wilsoniana. Las ilusiones demoliberales y pacifistas que la predicación de Wilson puso en boga en 1918-19 circulaban entre la juventud latinoamericana como buena moneda revolucionaria. Este fenómeno se explica perfectamente. También en Europa, no sólo las izquierdas burguesas sino los viejos partidos socialistas reformistas aceptaron como nuevas las ideas demoliberales elocuente y apostólicamente remozadas por el presidente norteamericano.
Únicamente a través de la colaboración cada día más estrecha con los sindicatos obreros, de la experiencia del combate contra las fuerzas conservadoras y de la crítica concreta de los intereses y principios en que se apoya el orden establecido, podían alcanzar las vanguardias universitarias una definida orientación ideológica.
Este es el concepto de los más autorizados portavoces de la nueva generación estudiantil, al juzgar los orígenes y las consecuencias de la lucha por la Reforma. Todos convienen en que este movimiento, que apenas ha formulado su programa, dista mucho de proponerse objetivos exclusivamente universitarios y en que, por su estrecha y creciente relación con el avance de las clases trabajadoras y con el abatimiento de viejos privilegios económicos, no puede ser entendido sino como uno de los aspectos de una profunda renovación latinoamericana.
[...]
Es, en todo caso, un hecho uniformemente observado la formación, al calor de la Reforma, de núcleos de estudiantes que, en estrecha solidaridad con el proletariado, se han entregado a la difusión de avanzadas ideas sociales y al estudio de las teorías marxistas. El surgimiento de las universidades populares, concebidas con un criterio bien diverso del que inspiraba en otros tiempos tímidos tanteos de extensión universitaria, se ha efectuado en toda la América Latina en visible concomitancia con el movimiento estudiantil. De la Universidad han salido, en todos los países latinoamericanos, grupos de estudiosos de economía y sociología que han puesto sus conocimientos al servicio del proletariado, dotando a éste, en algunos países, de una dirección intelectual de que antes había generalmente carecido. Finalmente, los propagandistas y fautores más entusiastas de la unidad política de la América Latina son, en gran parte, los antiguos líderes de la Reforma Universitaria que conservan así su vinculación continental, otro de los signos de la realidad de la "nueva generación".
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POLÍTICA Y ENSEÑANZA UNIVERSITARIA
EN AMÉRICA LATINA

El régimen económico y político determinado por el predominio de las aristocracias coloniales -que en algunos países hispanoamericanos subsiste todavía aunque en irreparable y progresiva disolución-, ha colocado por mucho tiempo las universidades de la América Latina bajo la tutela de estas oligarquías y de su clientela. Convertida la enseñanza universitaria en un privilegio del dinero, si no de la casta, o por lo menos de una categoría social absolutamente ligada a los intereses de uno y otra, las universidades han tenido una tendencia inevitable a la burocratización académica. Era éste un destino al cual no podían escapar ni aun bajo la influencia episódica de alguna personalidad de excepción.

El objeto de las universidades parecía ser, principalmente, el de proveer de doctores o rábulas a la clase dominante. El incipiente desarrollo, el mísero radio de la instrucción pública, cerraban los grados superiores de la enseñanza a las clases pobres (La misma enseñanza elemental no llegaba -como no llega ahora- sino a una parte del pueblo). Las universidades, acaparadas intelectual y materialmente por una casta generalmente desprovista de impulso creador, no podían aspirar siquiera a una función más alta de formación y selección de capacidades. Su burocratización las conducía, de un modo fatal, al empobrecimiento espiritual y científico.
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El movimiento de la Reforma tenía lógicamente que atacar, ante todo, esta estratificación conservadora de las Universidades. La provisión arbitraria de las cátedras, el mantenimiento de profesores ineptos, la exclusión de la enseñanza de los intelectuales independientes y renovadores, se presentaban claramente como simples consecuencias de la docencia oligárquica. Estos vicios no podían ser combatidos sino por medio de la intervención de los estudiantes en el gobierno de las universidades y el establecimiento de las cátedras y la asistencia libres, destinadas a asegurar la eliminación de los malos profesores a través de una concurrencia leal con hombres más aptos para ejercer su magisterio.
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Las mayorías docentes adoptaron una actitud de rígida e impermeable intransigencia contra los grandes principios de la Reforma Universitaria, el primero de los cuales había quedado proclamado teóricamente desde el Congreso Estudiantil de Montevideo, y así en la Argentina como en el Perú, lograron el reconocimiento oficial debido a favorables circunstancias políticas, cambiadas las cuales se inició, por parte de los elementos conservadores de la docencia, un movimiento de reacción, que en el Perú ha anulado ya prácticamente casi todos los triunfos de la Reforma, mientras en la Argentina encuentra la oposición vigilante del alumnado, según lo demuestran las recientes agitaciones contra las tentativas reaccionarias.
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Con el nacimiento de una corriente socialista y la aparición de una conciencia de clase en el proletariado urbano, interviene ahora en el debate un factor nuevo que modifica sustancialmente sus términos. La fundación de las universidades populares González Prada, la adhesión de la juventud universitaria al principio de la socialización de la cultura, el ascendiente de un nuevo ideario educacional sobre los maestros, etc., interrumpen definitivamente el erudito y académico diálogo entre el espíritu demoliberal-burgués y el espíritu latifundista y aristocrático.
(José Carlos Mariátegui: Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima, Amauta, 1987 [primera edición de 1928]. Fragmentos del capítulo IV: "El proceso de la Instrucción Pública").