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Argentina: La lucha continúa

Ultramar Sur

La cruenta fuga a la Argentina en submarinos de más de medio centenar de jerarcas nazis.
Juan Salinas y Carlos De Nápoli. Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2002

Cinco buques hundidos y un avión derribado. Más de 400 muertos.

Al finalizar la guerra en Europa, el cadaver de Hitler no pudo ser hallado en Berlín y un nutrido convoy de submarinos alemanes partió desde el puerto noruego de Bergen llevando a varias decenas de jerarcas nazis rumbo a la Argentina.
La Operación Ultramar Sur, concebida como una "ruta del champagne" para el destronado Führer y sus íntimos, fue encomendada por el sucesor de aquel, el gran almirante Karl Dönitz, a un experimentado equipo encabezado por el laureado capitán de fragata Heinrich Lehmann-Willenbrock (cuya figura inspiró el famoso film Das Boote) quien piloteó su primera fase.
Después de hundir a la corbeta USS Eagle 56 (49 muertos) en aguas norteamericanas, el U-530 se unió a los submarinos fugitivos en una isla despoblada del archipiélago de Cabo Verde. Pero entonces el efímero gobierno que Dönitz había instalado en Flensburg cayó y las esperanzas de que Estados Unidos y Gran Bretaña continuarán la guerra contra la Unión Soviética con el concurso alemán se esfumaron.
Sin norte pero continuando su huída al sur, el 4 de julio de 1945, a dos meses de la capitulación del Tercer Reich, una de las naves corsarias, el U-977 -cuyos tripulantes festejaban el paso del ecuador- se topó inesperadamente con el crucero Bahía y lo torpedeó y hundió, en lo que constituye la mayor tragedia naval de la historia de Brasil.
Contra toda evidencia, incomprensiblemente, ambos hundimientos fueron declarados accidentales por los almirantazgos de Estados Unidos y Brasil.
El U-530, que había disparado todos sus torpedos, se entregó rápidamente en Mar del Plata a la Marina argentina en Mar del Plata y sus oficiales anunciaron que a la semana siguiente lo haría otro submarino. Pero no fue así: al menos tres U-Bootes siguieron viaje rumbo al sur y desembarcaron tranquilamente, sabiendo que no había moros en la costa, pues la Marina argentina había suspendido los patrullajes costeros, estableciendo un "área libre".
Un mes más tarde, a más de tres de terminada la guerra en Europa, uno de aquellos submarinos, el U-977 se entregó en Mar del Plata.
Estaba a la vista que había hundido al Bahía y había resultado averiado por sus perseguidores. Sin embargo, y en complicidad con los almirantazgos de Gran Bretaña y Estados Unidos, el alto mando naval argentino protegió a sus tripulantes del mismo modo que habían hecho con los del U-530.
El Departamento de Estado acusó a la Argentina de ser la cueva donde ser refugiaban los jefes nazis fugitivos, al emergente coronel Perón de protegerlos y a los marinos alemanes cautivos de haber facilitado la fuga de Hitler, pero poco después, al igual que ya lo había hecho la US Navy, se plegó al encubrimiento.
La complicidad llegó al extremo de que tanto Gran Bretaña como Estados Unidos decretaron un secreto absoluto sobre los interrogatorios a los marinos alemanes por 75 años, lo que los hizo el mayor y tal vez único secreto sobreviviente a la Segunda Guerra Mundial.
En absoluta coincidencia, el torpedeamiento del Bahía sigue siendo considerado por Brasil un hundimiento a causa de la torpeza de sus tripulantes, y la US Navy sin reconocer que sus cuatro hombres muertos en aquella tragedia fueron los cuatro últimos norteamericanos ultimados por los nazis.
¿Qué motivos inconfesables hubo y sigue habiendo para un encubrimiento tan extendido en el tiempo y el espacio?
Juan Salinas y Carlos De Nápoli, quienes se conocieron investigando los atentados cometidos en Buenos Aires contra la embajada de Israel y la AMIA, lograron un esclarecedor documento que arroja luz sobre la última operación secreta del Tercer Reich y demuestra como la "razón de Estado" puede ocultar hasta lo más obvio y hacer pasar a centenares de asesinatos por meros accidentes.