22 de octubre del 2002
Argentina: Abuelas de Plaza de Mayo cumplen hoy 25 años
Buscar a los nietos, luchar por la esperanza
Irina Hauser, Página 12
Hoy cumplen 25 años las Abuelas de Plaza de Mayo, que a lo largo de
ese tiempo han logrado recuperar 73 hijos de desaparecidos que habían
sido secuestrados con sus padres y algunos apropiados por represores. Estela
Carlotto cuenta las primeras reuniones y recuerda los primeros nietos que recuperaron
en 1980.
Todavía, como si el tiempo no hubiera pasado, se le representa
el aroma a bizcochuelo recién preparado de la casa de Chicha Mariani,
"un departamento muy coqueto en La Plata", donde asistió a las primeras
reuniones de Abuelas de Plaza de Mayo en busca de su nieto Guido. Estela Barnes
de Carlotto lleva 13 años presidiendo este organismo de derechos humanos,
que hoy cumple 25 años de existencia en los que logró ubicar a
73 chicos desaparecidos durante la dictadura, de unos 500 que han sido privados
de su identidad. "No puedo evitar conectar el atentado que sufrí en septiembre
con este aniversario" de Abuelas, dijo a Página/12. Y aseguró
que peleará por que se esclarezca de la misma manera que "seguiremos
buscando a nuestros nietos, porque no queremos morirnos sin verlos", aseguró.
"Soy una mujer que no se doblega, sé que para quienes no quieren la verdad
y la justicia represento un peligro, y atacándome buscan que la gente
tenga miedo", señala Carlotto. En 1977 su hija Laura estudiaba en la
Facultad de Humanidades de La Plata y militaba en la Juventud Universitaria
Peronista. En noviembre de ese año fue secuestrada, embarazada de dos
meses, algo que sus padres supieron después a través de una ex
detenida por quien les hizo saber que lo llamaría Guido, como su papá.
El bebé nació el 26 de junio de 1978, en el Hospital Militar Central,
y a los dos meses Estela y su marido recibieron el cadáver de Laura,
con un itakazo en la mejilla.
Varias veces Estela Carlotto creyó haber encontrado a su nieto Guido,
quien hoy tiene 24 años y seguramente una identidad cambiada. Por ahora
no pudo ser, pero después de haber podido localizar a tantos chicos ella
dice que no baja los brazos ni por su nieto ni por ningún otro. Cuando
tuvo sus primeros encuentros con las Abuelas de Plaza de Mayo, en 1978, "el
grupo ya estaba conformado", relata.
"La imagen que tengo grabada de aquellas primeras reuniones es la de haberme
encontrado con un grupo de tres señoras que me recibían en sus
casas, dándome la bienvenida con una sonrisa, a pesar del dolor que todas
teníamos. Yo estaba un poco desorientada, había llegado a ellas
por mi consuegra, Nelba Falcone, que venía buscando a su hija. Chicha
tiene unos ojos azules muy lindos, y su sonrisa, las atenciones que tenían
en su departamento tan coqueto, todo me cautivó y me incorporé
decididamente a trabajar con ellas", recuerda. "A Chicha la llamamos 'la venerable',
fue nuestra primera presidenta", detalla.
"También tengo muy presentes nuestras primeras reuniones en la confitería
Las Violetas, con las abuelas de Buenos Aires. Simulábamos como un festejo,
un cumpleaños, tomábamos el té y cuando el que nos atendía
se retiraba sacábamos de abajo de la mesa nuestras primeras cartas, nuestros
primeros comunicados. Esa confitería lleva para mí un recuerdo
especial, de lo clandestino, de esos primeros pasos en la comunicación
de Abuelas para que nos conocieran en Argentina y en el mundo. Tratábamos
de tramar alternativas nuevas. Y a la vez teníamos que tener mucho cuidado
por los seguimientos. Nosotras también corríamos peligro."
–¿Alguna de las búsquedas que usted realizó en Abuelas la conmovió
particularmente?
–El caso que más me conmovió fue el de las dos primeras nenas
que encontramos las Abuelas exclusivamente, en 1980. Digo esto porque cuando
encontramos a los dos primeros chicos en el '79 fue un trabajo conjunto entre
Abuelas, un organismo brasileño y la abuela de los chicos, una señora
uruguaya. Esas dos primeras nenas, Tatiana y Laura, quienes habían desaparecido
tres años antes junto con su mamá en Villa Ballester, para mí
son un símbolo, los primeros chicos que encontramos como institución.
Y fue una búsqueda en la que estuve personalmente muy involucrada. La
abuela de las nenas, Laura Jotar, era vecina del negocio de mi esposo, vivían
a dos cuadras. Después de que ella hizo la denuncia a mí me tocó
acompañarla. Ella se apoyó mucho en mí, era una mujer enferma,
con diabetes.
–¿Cómo fue toda esa búsqueda?
–Teníamos noción de que las nenas habían sido abandonadas
en una plaza, por la zona, y dadas en adopción. "Si fueron secuestradas
en San Martín, busquen por ahí", me acuerdo que nos aconsejó
una secretaria de menores de La Plata. Así, a esta señora la llevábamos
y la traíamos, con la camioneta de mi marido, fuimos muchas veces, hasta
que dimos con un juez de apellido Basso. Fuimos como de costumbre, y de pronto
nos mostró un expediente con fotos de dos nenas, cuyos nombres coincidían
y habían estado en Casa Cuna. Yo me doy cuenta de que eran ellas, parecían
de la misma diferencia de edad (una tenía meses y la otra cuatro años).
Laura no terminaba de reconocerlas. Las veía muy distintas, la más
chica era piel y hueso y a la otra le habían cortado el cabello. Pero
yo me daba cuenta de que el juez sabía perfectamente de qué hablábamos.
"Usted sabe muy bien que son ellas", le dije yo. Y resulta que estaban en una
pieza al lado, con su madre adoptiva. A Laura la dejaron verlas. La madre resultó
ser una persona magnífica y nunca se negó a recibir a los abuelos,
quienes, de hecho, decidieron que siguieran viviendo con sus padres adoptivos.
Incluso Tatiana, que ahora tiene 27 años y es psicóloga, trabaja
en Abuelas para encontrar a otros chicos. Laura, la abuela, antes de morir me
llevó al fondo de su casita sencilla y me mostró un roble que
había plantado con su hijo desaparecido. "Si algún día
vuelve muéstrele este ropero, déle esta ropa y consígale
un trabajo", me dijo con la esperanza intacta.
–Otros casos han sido bastante más complicados. ¿Cuáles fueron
los principales escollos en todos estos años?
–El principal escollo está en quienes han robado los niños, se
escapan y los esconden. Son gente que no les permite a estos chicos recuperar
su libertad. Y estos chicos guardan fidelidad con estos apropiadores aun sabiendo
que hay un delito de por medio, tienen afecto por quienes los criaron. Y muchas
veces estos apropiadores les pasan facturas de fidelidad y culpa. Entonces los
chicos piden que no les pase nada a esos padres falsos, se sienten victimizadores
de ellos y nos piden a las Abuelas algo que no nos compete. Es la Justicia la
que debe evaluar quién es un ladrón. ¿Cómo decirles a estos
jóvenes que no defiendan a quienes mataron a sus papás, si sienten
afecto por ellos? Esto es uno de los temas más complicados para nosotros.
Todavía siguen como rehenes de una historia.
–¿En qué medida usted relaciona los balazos recientes a su casa con estos
25 años de Abuelas?
–No puedo evitar conectar el atentado que sufrí en septiembre con este
aniversario de Abuelas. Lo conecto porque soy una mujer que no se doblega, sé
que para quienes no quieren la verdad y la justicia represento un peligro, y
atacándome buscan que la gente tenga miedo. El agravio ha sido por eso,
iba a ser muy conmocionante si me mataban. Han enfocado a una persona, a mí,
para producir un efecto social. No sé quién fue, digo que fue
la mafia de manera general. Exijo que se aclare, que se sepa quiénes
fueron y por qué. Estoy diciendo algo muy serio, ni en la dictadura,
ni en estos 25 años me pasó semejante cosa. Esto demuestra la
fragilidad en la que vivimos los argentinos, una señal para que nos juntemos
a luchar por el bien común, que es el de salvar al país.
–¿Qué cambió en Abuelas todo este tiempo?
–El objetivo principal sigue siendo el mismo, seguiremos buscando a nuestros
nietos, porque no moriremos sin verlos. Y también queremos saber qué
pasó con sus papás. Como tema secundario, pero también
muy importante, es luchar por todos los derechos humanos, estar en todos los
lugares donde hay que luchar contra el hambre y la desocupación, y defender
la dignidad. Y suscribimos todo lo que busque resolver la situación de
nuestro país.