PANORAMA POLITICO
Abstemios
Por J. M. Pasquini Durán
Termina la semana y en su transcurso otros cinco jóvenes de ambos sexos,
de 10 a 19 años de edad, se habrán suicidado en el país.
El número de suicidios duplica el promedio de la última década
y los especialistas de Unicef, que registra la estadística, opinan que
la drástica decisión obedece a la falta de ideales, la crisis
de valores y la desesperación de origen socioeconómico. Otro registro,
el del Indec, indica que en los primeros nueve meses de este año el ejército
de desocupados reclutó a 470 mil nuevos miembros que perdieron el empleo
y otros 300 mil que no llegarán a debutar en un trabajo. En lo que va
del año, 100 mil estudiantes desertaron de los colegios secundarios en
la provincia de Buenos Aires. Sumados los datos son más que la población
total de provincias como La Rioja.
Detrás de cada número hay historias humanas que recorren la gama
completa de los tormentos que produce la decadencia nacional, sin contar los
millones de hogares que no alcanzan a reunir los 716 pesos mensuales que es
el costo actualizado, según dicen, de la canasta básica de una
familia tipo. Aunque sea doloroso el repaso, es oportuno para recordar en qué
consiste el drama nacional, sobre todo en estos días cuando algunos piensan
que la mayor tragedia es la ausencia de candidatos atractivos para las próximas
elecciones. En todo caso, son elementos indivisibles de una única realidad
agobiante, insoportable y claustrofóbica. Justamente, el espesor de la
trama vuelve tan difícil y complicada la búsqueda de vías
rápidas de escape, sobre todo porque entre los que ocupan el puente de
mando son tan escasos los que tienen la voluntad verdadera de participar en
esa búsqueda.
En el minimundo de los profesionales de la política y de las burocracias
gubernamentales el problema central es cómo salvaguardar los intereses
particulares o de grupo en ese club de trueque donde la materia de intercambio
es la recíproca protección, así tengan que recurrir a veces
al inocultable chantaje para conseguir el amparo necesario. El degradante itinerario
del abortado juicio político a los miembros de la Corte Suprema es una
evidencia contundente de esa metodología, sólo comparable a ciertas
prácticas de las mafias ilegales. Sólidas como piedras, se acumularon
en seis mil páginas las pruebas de las infracciones graves cometidas
por la mayoría de los jueces supremos, lo mismo que las demandas cívicas
para su remoción que constan en innumerables actos callejeros y en todas
las encuestas de opinión, pero no alcanzaron para conmover la conciencia
de aquellos diputados nacionales que acompañaron al Poder Ejecutivo en
el trueque de impunidad a cambio del cajoneo de fallos que serían justicia
pero complicarían la gestión de la Casa Rosada, sobre todo en
el área económico-financiera y en la aplicación de principios
de los derechos humanos.
Así, la credibilidad y el prestigio de los tres poderes de la Constitución,
soportes teóricos del régimen republicano y democrático,
están más devaluados que la moneda nacional, lo mismo que todas
las liturgias cívicas, en primer lugar las elecciones que ni siquiera
aparentan la decisión de remover las principales causas de la minusvalía.
Sólo a título de referencia, en las recientes elecciones de Brasil
el cincuenta por ciento del Congreso fue removido y reemplazado por tendencias
y candidatos/as sin vinculaciones con los partidos que acompañaron al
presidente Fernando Henrique Cardoso durante los dos mandatos de gobierno. Aquí,
hasta el momento, esa chance es impensable si las encuestas tienen razón
cuando presentan el ranking de los pretendientes con chances de ganar. Por lo
pronto, en esas mismas estadísticas el ganador absoluto, por mayoría
contundente, es "ninguno"debido a la proporción de los ciudadanos
que declaran, por ahora, la abstención o la anulación del voto
como la mejor opción.
El régimen de partidos es tan impenetrable que no tolera siquiera la
presencia de ciudadanos independientes en las internas para nominar las candidaturas.
Con la opinión a favor de aquella jueza "Burunbundía"
que puso la mala nota en el impecable humor de Tato Bores, las internas estarán
reservadas a los afiliados y condiciones que decidan las juntas partidarias,
o sea a la puja entre los aparatos facciosos que se mueven, por lo general,
a fuerza de dinero y de prebendas a plazo fijo. Aun así, el partido de
gobierno, el único de los dos que controlaban al electorado en las últimas
décadas, está incapacitado para ofrecer un liderazgo único,
ya que sus grupos dirigentes comparten sólo la sigla partidaria, puesto
que por lo demás es un archipiélago de baronías semifeudales.
Ninguno de ellos podrá gobernar sin el concurso de los demás,
no sólo del propio partido sino también de las fuerzas sociales
que hoy están más cerca de expresar a la sociedad que las representaciones
convencionales.
Mientras tanto crece la consternación en la sociedad por un futuro incierto,
aunque los sentimientos depresivos todavía no abatieron las protestas
populares. La magnitud de los problemas, como los que fueron citados al comienzo
de este comentario, impide a muchos bajar los brazos. Una simple estadística,
obtenida de las noticias publicadas en la prensa de todo el país, registró
hasta doscientas actividades diarias de ciudadanos alzados por sus reivindicaciones.
Ayer mismo tuvo lugar la "Jornada Nacional de Rebeldía" convocada
por la CTA y la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y el día anterior
los seguidores de la coordinadora Aníbal Verón junto con un movimiento
santiagueño de sin tierra, y el día anterior los jubilados, los
ahorristas y los bancarios y el día anterior... el balance es interminable,
tanto hacia atrás como hacia delante de acuerdo con los anticipos que
ya se conocen.
Los deseos, por supuesto, viajan más rápido que las posibilidades
prácticas y, en consecuencia, aparecen visiones contradictorias. Los
que esperan que las protestas populares se traduzcan en un alzamiento generalizado
que cambie todo de un solo mandoble y, en la vereda paralela, los que creen
que ninguna movilización será suficiente si el movimiento popular
no es capaz de reunir a sus dirigentes en un solo comando alrededor de una plataforma
compartida. Unos y otros dejan de lado un simple cálculo de tiempos:
Lula da Silva está a punto de llegar a la presidencia de Brasil después
de veintidós años de actividad del Partido de los Trabajadores
(PT) y que, además, primero hubo que romper la hegemonía del neoliberalismo
en la región y en el mundo.
La referencia no indica, necesariamente, que será preciso caminar por
el desierto durante dos décadas para llegar a un desenlace parecido.
Por otra parte, la cuenta no comenzó en diciembre del año pasado,
sino que esas jornadas fueron un nuevo punto de partida, pero, a la vez, el
resultado de la experiencia acumulada, incluidas las ilusiones extraviadas en
la década del ‘90. Hay que anotar también que las diferencias
en el movimiento popular involucran a minorías comprometidas con la militancia
cotidiana, más que al ciudadano común, el que forma las mayorías
electorales, que suele tener expectativas muy tenues a propósito de los
mismos temas.
En el panorama de la región, sobre todo en los países que viven
propuestas de cambio, como Venezuela y Brasil, las opiniones populares sufren
de la dualidad o de la ambigüedad que derivan de sus propias tradiciones
o de las influencias que predominan y que cortan a la opinión pública
de arriba hacia abajo mucho más que la condición económico-social
que vive cada uno. Por eso, en tanto llegan definiciones más auspiciosas
una parte de los esfuerzos que bregan por la justicia y el honor de la democracia
deberá dedicarse a aliviar los tormentos de los que sufren, con la urgencia
de los que no saben si lograrán sobrevivir al día siguiente. De
ahí que la solidaridad y la cooperación sean mandatos de vida
para todos los que aún conservan la condición humana íntegra,
dispuesta a reconocer a sus semejantes, aun en la diferencia.