Iglesia, sociedad y política en Santa Fe
Entre Escriva de Balaguer y el Che Guevara
Por Carlos del Frade
Postales del sur
El nuevo administrador diocesano del arzobipado santafesino, Moisés Blanchoud, tiene la línea del cardenal Raúl Francisco Primatesta, al cual obedeció durante veinticuatro años como titular de la provincia eclesiástica de Córdoba. Más allá de la buena recepción que le dio la feligresía santafesina, la historia de Blanchoud no lo ubicará en el sendero abierto por Vicente Zazpe de enfrentamiento contra los factores de poder, sino en el territorio intermedio poblado por la mayoría de los pastores de la Iglesia Católica. Su designación se dio en la misma semana que el Vaticano convirtió en santo al fundador del Opus Dei, Escrivá de Balaguer, calificado como "el santo fascista" por el historiador Emilio Corbiere. En Santa Fe y Rosario, mientras tanto, caracterizados católicos saludaron el ascenso del principal justificador del franquismo en una clara señal que la Iglesia preconciliar seguirá gozando de buena salud aunque Edgardo Storni ya no esté. Como contrapartida de los movimientos de élite y ante la desidia del gobierno de Carlos Reutemann, más de un cuarto de millón de santafesinos votaron a favor de la rescisión del contrato con Aguas Provinciales de Santa Fe, la empresa que se quedó con la primera privatización realizada en la también primera gestión del ex corredor de Fórmula 1. Una de las principales referentes, es hija de un desaparecido que abrazó los ideales del Ernesto Che Guevara, a 35 años de su muerte en Bolivia. Santa Fe, entre Escrivá de Balaguer y el Che Guevara, es el escenario de la permanente disputa entre minorías privilegiadas y mayorías que comienzan a encontrar nuevos caminos políticos, ante la ausencia de un gobernador que lo único que sale a decir es no.
El sucesor
-El Santo Padre le pide a usted este servicio eclesiástico. Vaya a Santa Fe. Es el hombre indicado para crear calma, para acompañar a esa gente, hasta que la Santa Sede decida -fueron las palabras que le dijo Santos Abril y Castelló, el representante del Papa, Juan Pablo II, en la Argentina al esperancino Moisés Julio Blanchoud.
Nacido el 4 de setiembre de 1923, fue ordenado sacerdote el 14 de diciembre de 1947 y luego elegido obispo titular de Belali y auxiliar de Río Cuarto el 13 de febrero de 1960.
El 24 de abril de aquel año recibió la ordenación episcopal y dos años después, el 6 de setiembre de 1962, fue trasladado como obispo diocesano de Río Cuarto.
Llegó a ser arzobispo de Salta desde el 7 de enero de 1984 y es miembro de la Comisión Episcopal para los Religiosos; de la Comisión Episcopal de Liturgia y delegado episcopal para la Pastoral de los Santuarios.
Esta historia oficial de Blanchoud implica la presencia durante su obispado en Río Cuarto del titular de la Provincia Eclesiástica de Córdoba, el ex arzobispo de la capital mediterránea y luego cardenal, Raúl Francisco Primatesta.
La influencia de Primatesta ocupa gran parte de esas tres décadas que van desde los años sesenta a fines de los noventa, desde el Cordobazo hasta la dictadura, con su silencio cómplice ante la desesperada carta que le enviara Zazpe para proteger a Angelelli y que terminó con el asesinato del riojano; y con su participación en la designación de monseñor Storni como sucesor del rafaelino.
Como arzobispo de Salta debió enfrentar la dolorosa privatización de YPF y las distintas represiones contra los obreros del lugar, jugando un rol de muy bajo perfil que no se caracterizó por la condena del modelo que se instaló en la provincia a partir de los años noventa.
"Yo creo que monseñor Storni estará sufriendo muchísimo. Primero: por sentirse rechazado por la comunidad. Uno analiza las circunstancias, yo no hago culpas a nadie de esto, pero veo la realidad. El primer sufrimiento de Storni debe ser sentirse rechazado. Segundo: estará sufriendo muchísimo para ver cómo prepara sus argumentos, si se puso a disposición de la justicia, tendrá que preparar lo que dirá cuando la justicia lo indague. Y tercero: me hago cargo, pienso sino le pasará un poquito como a monseñor Esorto que de golpe, dejó de ser una primera figura, relevante, porque no se puede negar que era un hombre de muchas condiciones intelectuales, de condiciones personales también", le dijo Blanchoud a Juan Carlos Tizziani en la entrevista publicada en Rosario/12 el último domingo.
También comentó que "la Iglesia tiene que asumir y reparar los pecados de sus hijos, lo dijo el Papa y él dio el ejemplo, él pidió perdón a medio mundo. El episcopado argentino también. Lo único que puede denigrar a una persona es equivocarse y perseverar en el error. Pero si yo me equivoqué, reconozco el error y pido disculpas, me dignifico de nuevo. Errar es humano", dijo el nuevo administrador diocesano del arzobispado santafesino.
En estas palabras, Blanchoud se mostró conforme con la llamada autocrítica de la Iglesia argentina realizada entre 1995 y 1996 sobre sus silencios durante el terrorismo de estado, una posición que ni siquiera fue compartida por la mayoría de los sacerdotes ni tampoco por grandes sectores de la sociedad argentina. Aquí es donde el esperancino se muestra como un fiel continuador de la línea de Primatesta, uno de los principales justificadores de las actitudes del pasado y del difuso pedido perdón de la segunda mitad de los años noventa.
Al definir la situación de la iglesia santafesina, Blanchoud señaló que existe "la sensación de alivio y de alegría" por la presentación de la renuncia de parte de monseñor Storni. Se entusiasmó al decir que "la gente ya no ve una lucecita en el horizonte, sino una lámpara encendida". Un marcado optimismo que debe ser proporcional al objetivo político con el que asumió su administración. Porque si la renuncia de Storni basta para lograr la calma en la feligresía santafesina, eso quiere decir que muy pocos piensan en investigar las relaciones económicas, políticas y judiciales en los últimos veinticinco años a través del arzobispado santafesino.
Blanchoud es consciente de un dato histórico y político nada menor: desde 1897 al presente, fecha de la creación de la diócesis santafesina, solamente hubo cuatro obispos, Boneo, Fasolino, Zazpe y Storni. Una estadística que denuncia el carácter conservador de una sociedad a lo largo del tiempo de mayores transformaciones en el seno de la propia Iglesia.
A principios de esta semana, Blanchoud dio otro ejemplo sobre su línea pastoral al declarar que "la Iglesia se opone a toda actividad o toda actitud que atente contra el derecho sagrado a la vida y en esto caen el aborto y las prácticas anticonceptivas porque agreden a la persona", en directa relación al debate en torno a la ley de salud reproductiva. Esta posición es coincidente con la de Storni y de muchos obispos argentinos.
San Escrivá y la alegría santafesina
Las páginas de El Litoral expresaron la alegría de numerosos fieles santafesinos por la canonización de Escrivá de Balaguer como el nuevo santo número 465 impuesto por el pontificado de Juan Pablo II.
La proclamación reunió a casi doscientas mil personas en la plaza San Pedro en Roma entre las que se destacaron dos mil argentinos, de acuerdo a las crónicas periodísticas.
El fundador de la llamada prelatura personal del Opus Dei fue el principal justificador de la dictadura de Francisco Franco en España y el impulsor de una concepción de iglesia vinculada a los sectores de poder en todos los países del mundo.
"En realidad se trata del primer santo fascista en la historia del planeta", destacó el historiador Emilio Corbiere en diálogo con esta revista y autor de uno de los principales ensayos sobre el Opus.
"La gente del Opus estuvo en la dictadura de Onganía, apoyó el golpe en Chile, la oposición contra Chávez en Venezuela, el gobierno autocrático de Fujimori en Perú y se ha expandido en la Argentina durante los años del menemismo. Se trata de la Iglesia de los crucificadores", enfatizó Corbiere.
También informó que "los negocios del Opus están en todo el mundo y son realizados a través de 5.600 sociedades anónimas que atienden esos dineros. Ellos se ocupan de denostar a la teología de la liberación y cualquier otro intento de hacer una iglesia más cercana a las necesidades humanas", agregó Corbiere.
Pero no solamente hubo celebraciones en la ciudad capital de la provincia con el nuevo santo ungido por Juan Pablo II, sino también en Rosario, en donde el propio arzobispo, Eduardo Vicente Mirás, varias veces participó las misas a favor del creador de la obra.
En realidad, la provincia de Santa Fe forma parte de la historia del Opus en la Argentina, porque el primer arzobispo rosarino y luego cardenal, Antonio Caggiano, introdujo la prelatura en la Argentina.
Caggiano fue el que firmó junto a Juan Carlos Onganía el libro de la presidencia de la Nación cuando se produjo el golpe del 28 de junio de 1966 contra el gobierno de Arturo Illia, en una clara demostración del rol político que jugaría la jerarquía eclesiástica con aquella dictadura.
Eran los mismos tiempos en que Moisés Blanchoud se estrenaba como obispo en Río Cuarto, bajo la tutela de Primatesta.
La santidad de Escrivá de Balaguer, celebrada desde las páginas de los principales diarios de la provincia, remarca el carácter regresivo de la política del Vaticano y la distancia que tomó hace tiempo del compromiso asumido por hombres como Zazpe, Ponce de León, Angelelli y otros que hoy ya no están.
De allí que la herencia de Storni no correrá mayores riesgos, por lo menos, en lo inmediato.
Las aguas y el Che
La Asamblea Provincial por el Derecho al Agua le ganó a los grandes medios de comunicación que subordinaron la convocatoria al plebiscito en el que se pedía la rescisión del contrato con Aguas Provinciales de Santa Fe.
Votaron más de 252 mil personas en las quince ciudades en donde la empresa francesa explota el servicio de agua potable y sistemas de cloacas.
Una demostración de nuevas formas de construcción política y que difícilmente podrá ser ignorada por la administración de Carlos Reutemann.
Una de las principales impulsoras de la consultas es la abogada santafesina Lucila Puyol, hija de un militante revolucionario del Ejército Revolucionario del Pueblo, hoy desaparecido.
A 35 años de la muerte de Ernesto Guevara en la selva boliviana, la masiva respuesta del pueblo santafesino también implica un reconocimiento a los que siguen luchando en pos de una sociedad mejor.
La historia de la hija de un consecuente seguidor del Che es un símbolo de la continuidad de esos anhelos.
Stella Marys Garastegui y Norberto Victoriano Puyol se enamoraron en Santa Fe cuando la década del sesenta empezaba a hacerse profunda en sueños y compromiso, cuando la revolución ya no era solamente una palabra. Estuvieron nueve años de novios y tuvieron tres hijas, Lucila, Patricia y Manuela. En 1966 se fueron a La Plata. Norberto estudiaba arquitectura y los dos militaron, desde casi el inicio, en el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Fue cuadro de honor pero igual lo echaron por su afiliación.
En 1970 volvieron a Santa Fe hasta que en 1971, Norberto fue detenido.
"Han transcurrido varios meses y no se cuántos más pasarán, pero todos los días pienso en ustedes y los siento cerca de mí. En todo este tiempo he sufrido calamidades e injusticias como esta de estar encerrado, pero siempre tuve buenos momentos en que los recordaba a ustedes. De todos modos, lo que más me preocupa es que comprendan que esta constante lucha que estamos llevando adelante miles de jóvenes argentinos, acabará algún día, entonces disfrutaremos de la PAZ. Eso es lo que trataré de hacer en esta carta. Yo soy perfectamente consciente y respeto muchísimo todo el esfuerzo hecho por ustedes dos para que a nosotros, vuestros hijos, desde que nacimos no nos faltara nada. Pero también he comprendido que los que estamos aquí, luchamos para que todos los niños puedan tener lo que nosotros tuvimos ya que pensamos que no es un problema de dedicación mayor o menor de los padres, sino de las posibilidades y oportunidades que estos tengan. No olviden nunca la pobreza y la injusticia que existe en nuestra patria. Todavía falta mucho que luchar para conseguir eso, pero lo conseguiremos. Se que Lucila, Patricia y Manuela necesitan mucho de su padre y yo no puedo desde aquí ayudarlas. Siento mucho esto, pero si todos los padres estuvieran preocupados por sus hijos solamente, no se podrían dedicar a la lucha. Deben comprender que los padres precisan luchar también por otros niños. Y esta lucha es para la felicidad de todos los niños. No quiero que ustedes me consideren un héroe romántico, pero si como un revolucionario, igual que todos los demás compañeros que están cumpliendo sus deberes ante la historia", escribió Norberto Puyol, el 28 de noviembre de 1971, desde su prisión en Villa Devoto.
-A mi papá lo detuvieron, le armaron una causa. El dijo que fue a buscar un auto que no sabía que era robado. Habían robado un camión de leche y lo repartieron en el barrio. Después fue a buscar ese auto que estaba marcado y lo detuvieron. Lo llevaron a Coronda donde lo golpearon mucho -contó Lucila que había nacido en febrero de 1967.
El padre de Norberto, su abuelo, fue concejal de la Unión Cívica Radical Intransigente y frecuentaba uno de los bares tradicionales de Santa Fe, "La Modelo", en el que se reunía con sus amigos estableciendo una comunicación que raramente tenía con su hijo. Para su cosmovisión, la detención de Norberto fue algo muy fuerte. Ni siquiera le quiso contar a su esposa en qué estado lo había encontrado cuando lo visitó en Coronda. Las nietas heredaron las medallas de oro que le entregaron en sus tiempos de concejal.
El circuito de la detención siguió en Resistencia, en el Chaco. Stella militaba, por aquellos años, en una organización que no era el PRT. Le costó salir del partido porque valoraba la actitud de Roberto Santucho que había reivindicado la incorporación de la mujer en la lucha revolucionaria.
-Ella decía que antes de eso, la compañera criaba a los hijos de la revolución y entonces se tenía que quedar en la casa. Tuvo agarradas fuertes con mi papá por ese tema. Una vez en La Plata le dijo: "Me vuelvo con Patricia a Santa Fe y vos que podés ser padre, millitante, estudiante y qué se yo cuántas cosas más, te quedás con Lucila". Y así fue. Me dejaron con mi papá y mi mamá se fue. A los dos meses volvió a buscarla porque no podía con todo. Es que mi mamá tenía otra visión en algunas cosas, a pesar de que era militante. Si era un día de sol en invierno, ella decía: "Mirá qué lindo día, por qué no vamos a la plaza a llevarlas a las nenas" y mi papá contestaba: "No. No puedo, ya vamos a tener tiempo".
A los tres días que Stella estaba radicada en el Chaco, Norberto fue llevado al penal de Rawson. Sola y con las nenas, trabajaba, juntaba plata y le mandaba una encomienda mensual a su compañero preso en el sur. Lucila recuerda haberlo visto a los cinco años hasta que en mayo de 1973, llegó la amnistía del gobierno de Héctor Cámpora. Los presos políticos debieron tomar el penal de Rawson para garantizar la libertad. Y los rehenes son las propias familias. Entre ellas, Stella y Manuela, la más chiquita, que tenía ocho meses cuando Norberto fue detenido. No conocía a ese señor cuando salió a los dos años y medio.
-Mi hermana Patricia, cuando salió mi papá, lo contó en la escuela. Yo casi la mato. Me llamaron a mi que estaba en primer grado y me preguntaron de dónde había venido mi papá. Entonces mi mamá me cuenta que yo contesté re mala: "Mi papá sale de la cárcel porque estaba preso por luchar por los pobres".
Vivieron un tiempo en Buenos Aires hasta que en 1974 pasaron a la clandestinidad.
En 1975, Stella fue capturada.
Manuela estaba con ella. Por aquellos días, Stella y Norberto estaban levantando la casa por razones de seguridad. Lucila y Patricia vivían con los abuelos en Santa Fe.
-Mi mamá está con todos los compañeros saltando el tapial cuando se acuerda de Manuela y vuelve a buscarla. Ella dice que venía Manuela caminando, en camiseta y bombachita, y los milicos entrando y matan delante de ellas a uno de los compañeros. Manuela dice que todo el tiempo escuchaban que en la pieza de al lado estaban torturando a otro, que lo golpearon hasta matar. Al día siguiente vienen a buscarla a Manuela. Mi mamá quedó toda arañada porque no se la podían desprender. La llevaron a la casa cuna.
La hermana de Stella recibió, entonces, un telegrama anónimo diciendo que la chiquita de apenas cuatro años estaba en la casa cuna. Viaja a Buenos Aires a buscar a su hermana y le negaron la detención. Comienza la búsqueda de Manuela. Un militar le dice que si sigue con su insistencia ella terminaría presa. Cuando por tercera vez apareció en la casa cuna, la vio. A la semana la rescataron. En la actualidad, Manuela prefiere no hablar de aquellos días.
"...Ustedes saben que la casa donde vivamos nosotros deberá ser una casa muy segura, cosa que nos ha costado bastante conseguir. Y ahora después de lo que le ha pasado a mamá es más problemático. Esto no quiere decir que sea imposible, pero me llevará un tiempito conseguirla. Ese tiempo será el que ustedes estarán con los abuelos y los tíos...Por qué está presa mamá y qué significa para nosotros los revolucionarios esta preso, es lo más importante que quiero charlar con ustedes. Ustedes son las hijas de dos revolucionarios, las hijas de dos personas que han puesto su vida al servicio de una causa justa. Esto lo tienen que tratar de comprender y sentirse orgullosas de ello....Desde hace muchos años nuestro país sufre mucho...unos tienen mucho, otros tienen poco...cuando mamá y yo éramos chicos no nos dábamos cuenta que eso ocurría. Cuando éramos chicos como ustedes, nadie nos explicó qué era la injusticia. Creíamos que todo era muy lindo, pero cuando crecimos, cuando fuimos más grandes, nos dimos cuenta de todo esto y que además los que más sufrían eran cientos de miles de niños que padecen hambre, frío, que tienen que salir a trabajar en vez de ir a la escuela como ustedes, que están mal alimentados...Los ricos, los patrones se esconden detrás de la policía y del ejército y no vacilan en encarcelar y matar a cualquier hombre o mujer que los enfrente, que se decida a pelearlos...Mamá está presa porque es una mujer honesta, fuerte y luchadora. Porque por hacer el bien no dudó en perder su bienestar, por buscar la felicidad de los hijos de todos los hombres de nuestro pueblo hoy ha perdido la felicidad de estar junto a sus queridas hijas...Les pido que cuando me escriban me den su opinión sobre sus maestras y sus compañeros. Cuéntenme también qué están estudiando, cómo tienen los cuadernos (me imagino que seguirán tan prolijos como antes). Además mándenme algunos dibujos hechos por ustedes...Hasta que yo pueda conseguir una buena casa para que vivamos juntos, ustedes van a estar ahí con los abuelos y los tíos. Lucila y Patri, tienen que recordar que ellos nos están ayudando, hasta que nosotros podamos reunirnos nuevamente, por eso deben ser respetuosas y no desobedecerles, cariñosas con ellos y ayudar a que la convivencia sea lo mejor posible. Bueno mis queridas, les mando un montón de besos y todo mi amor hacia ustedes...", les escribió Norberto desde algún lugar del país.
Ellas, Lucila y Patricia, cada quince días empezaron a visitarla a la mamá en la cárcel de Villa Devoto.
-Yo no quería ir nunca. Me acuerdo de las colas, horas de colas frente a ese paredón tan grande. Un viejo de mierda te verdugueaba. Después las piezas, cruzar ese patio, un pasillo grande con bancos de madera, una escalera y la requisa de todo lo que llevabas. Te hacían desnudar, te tocaban. Yo tenía ocho años...Una vez fuimos para una Navidad. Nos dejaron entrar, fuimos a la celda. Me acuerdo que comimos con ella -contó Lucila.
En julio de 1975, Norberto las va a buscar a Santa Fe. Hacía meses que no lo veían. Les preguntó si querían quedarse con los abuelos o irse con él. Para las tres pibas fue la única posibilidad de haberlo conocido, de haber vivido con él. La familia no se lo perdonó. Se fueron con lo puesto. Ni tiempo para buscar algo de los abuelos. Ahora la nueva casa estaba en Flores, en la Capital Federal.
Por aquellos días, Norberto ya tenía otra compañera, Alejandra. También allí vivía otra compañera, sola y con dos hijos. En la pieza dormían los cinco chicos. En mayo de 1976 festejaron el cumpleaños de Patricia. Después la organización decidió un nuevo traslado, esta vez a Córdoba.
-Nos vamos un tiempito a la montaña, a La Falda. Me acuerdo cuando llegó la noticia de la muerte de Santucho. La imagen de mi papá llorando y diciendo que todo se había terminado. Es terrible cuando una criatura ve llorando a su papá.
Otra mudanza a una casa alejada del centro cordobés y el recuerdo de Lucila hace referencia a su padre armando un jardincito, sillas con cajones porque no tenían muebles hasta que se produjo el secuestro, el último.
-Lucila ayudame a vestir a tus hermanas que nos vamos -la despertó Alejandra, la compañera de Norberto Puyol, el papá de Lucila, Patricia y Manuela.
-Nos vamos porque tu papá nos llama -insistió Alejandra.
Era plena madrugada cordobesa. Eran los días previos al cumpleaños de Manuela del 6 de diciembre de 1976. Y otra vez el viaje interminable. Primero una casa de compañeros en Córdoba y después, en avión, a Buenos Aires. Del destino de Norberto se enteraron mucho después. Una cita que no se concretó, una ratonera y un tiro por la espalda. No fue llevado vivo a ningún centro clandestino cordobés. En los microfilms de la Policía Federal apareció un pedido de informe sobre un NN abatido. Desde Córdoba contestaron que era Puyol. Allí se contaba que fue muerto en un operativo de las fuerzas conjuntas el 3 de diciembre de 1976. Para Lucila todavía hay preguntas abiertas: ¿habrá pensado en la soledad de las tres hijas?. Sin embargo, a pesar del sufrimiento, cuando le contaron del asesinato pensó que eso era mejor a imaginar sufrimientos ilimitados en las sesiones de tortura.
La Navidad del `76 fue terrible. Alejandra dice que las chicas son hijas del partido. El lugar de residencia era Avellaneda. Hasta que de regreso de un viaje a Francia, Alejandra fue detenida.
-Un día escuchamos ruidos. Nos hicimos las dormidas. Nos levantamos a las diez de la mañana y nos dimos cuenta que no habíamos ido a la escuela. Cuando abrimos la puerta que daba a una escalera nos encontramos con un caos. Toda la casa revuelta, todo roto. No entendíamos nada. Pensamos que esas voces que escuchamos eran de los milicos. Evidentemente nos dejaron de señuelo para ver si alguien nos venía a buscar. Nos dejaron tres días solas. Nosotras íbamos a la escuela y la llevábamos a Manuela. Comimos un asado que había quedado del domingo, hicimos una sopa y llorábamos toda la noche. Tres días después llegan los milicos. Nos dicen una consigna: "El tío Osvaldo", cuando yo pregunto quién es. Abro y eran los milicos. Nos empezaron a preguntar. Lucila Brizuela y mi papá, Santiago Brizuela, contesté. Ellos me contestaron que se llamaba Norberto Puyol Mántaras.
"Si lo sabe para qué me pregunta", le respondí. Ahí uno de ellos se calienta y la agarra a Manuela y me dice: "No te hagás la viva conmigo. Tu hermana es muy bonita y muy chiquita". Las tres estábamos en el sillón del living. Nos dijeron que llamemos a Santa Fe, a la casa de los abuelos.
-Llamá vos que son tan vivita. Y a ustedes las dejamos vivas para que cuenten de lo que somos capaces de hacer -me dijo.
Pudimos hablar con Santa Fe y nos vinieron a buscar. No llevamos nada, ni siquiera algunos dólares que estaban en la casa. El viaje fue en tren. Después se pusieron de acuerdo los abuelos de las dos familias y nos quedamos con los Puyol. Era mayo de 1977 -revivió Lucila.
Hoy, a 35 años de la muerte del Che, la hija de un revolucionario santafesino desaparecido es una de las referentes de más de un cuarto de millón de personas que decidieron pelear contra la indiferencia de la administración Reutemann y la prepotencia de las grandes empresas. Una hermosa gambeta a los proveedores de la muerte.