13 de junio del 2003
La guerra de Bush contra las especies en vías de extinción. Punto crítico
Jeffrey St. Clair
CounterPunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
La administración ha renunciado al arte de fingir. Ya no quedan
ilusiones sobre su actitud depredadora hacia el medio ambiente. Ya no se oye
su verborrea displicente sobre cómo los incentivos financieros y las
fuerzas del mercado pueden proteger los ecosistemas. Ya no circula su retórica
blandengue sobre cómo la mano invisible del capitalismo adora la jardinería.
Veamos los hechos. La administración Bush elimina constantemente todas
las restricciones para las corporaciones que desean saquear lo que queda del
dominio público.
Durante décadas, el último obstáculo al saqueo generalizado
de los bosques, los desiertos, las montañas y los ríos estadounidenses
ha sido la Ley de Especies en Vías de Extinción [ESA, por sus
siglas en inglés], una de las leyes más nobles que hayan jamás
emergido del Congreso. Desde luego, la ESA ha sido maltratada ya antes. Por
cierto, Al Gore, como joven parlamentario, dirigió una de las primeras
batallas contra la ley para construir la represa Tellico a pesar de la opinión
considerada de científicos de que erradicaría al pez flechero
Snail. Reagan y el insano James Watt también violentaron la ley. También
Bush padre la afectó en las amargas batallas por el búho manchado
norteño. A pesar de sus antecedentes verdes, Clinton y Bruce Babbitt
trataron de quitarle todo significado a la ley, mediante la simple decisión
de no imponer sus disposiciones y al otorgar exenciones a corporaciones favorecidas
como si fuera asunto de rutina.
Pero la administración Bush, bajo la dirección de la Secretaria
del Interior Gale Norton, ha tomado otra dirección: un ataque directo
contra la ley tratando de exterminarla como al Carpintero Real -Ivory billed
Woodpecker- [Campephilus principalis.] Hay que reconocer su brutal honradez.
El 28 de mayo, Gale Norton anunció que el Departamento del Interior suspendía
toda nueva determinación de hábitats críticos para especies
en peligro y amenazadas. żLa razón? Pobreza. El Departamento del Interior,
suspiró Norton, simplemente no tiene dinero para esa clase de trabajos
y no tiene planes de solicitar al Congreso que otorgue medios adicionales.
No puede sorprender que no tengan dinero, en vista de la cantidad de dinero
que la agencia está desembolsando para preparar los contratos petroleros
en Alaska y Wyoming y los denuncios mineros en Idaho y Nevada.
Un hábitat crítico es exactamente lo que dice su nombre: el último
refugio para especies que se precipitan hacia la extinción, el frágil
esqueleto de su habitación natural. Bajo la Ley de Especies en Vía
de Extinción, el Servicio de Pesca, Flora y Fauna debe establecer hábitats
críticos para cada especie cubierta por la ley desde el momento en que
son incluidas. Es una de las tres piedras angulares de la ley, las otras dos
son: la lista propiamente tal y el desarrollo de planes de recuperación.
La ley no ha funcionado de esa manera durante muchos años. De las 1.250
especies señaladas como en peligro o amenazadas, el Servicio de Pesca,
Flora y Fauna sólo ha establecido un hábitat crítico para
unas 400. A pesar de lo que dicen numerosos ecologistas de la corriente dominante,
el intento de deshacerse de los hábitats críticos tiene una historia
que implica a los dos partidos, y que ha llegado a incluir la indecorosa complicidad
de algunos grupos ecologistas, como el Environmental Defense Fund [Fondo de
Defensa del Medio Ambiente].
Durante la era Clinton, Bruce Babbitt limitó la cantidad de dinero que
la agencia podía gastar en la preparación de la designación
de hábitats críticos. Babbitt trató de embalar tan nociva
acción en su característica retórica benévola. Sugirió
hipócritamente que la designación de hábitats no era tan
importante como hacer una lista de las especies. Desde luego, es la designación
del hábitat la que frena las ventas de árboles y otras intrusiones
en la habitación de las especies incluidas.
Las manipulaciones de Babbitt no fueron aprobadas por los tribunales federales,
los que aprobaron una orden tras otra obligando al Departamento del Interior
a continuar con las designaciones. Esas órdenes judiciales se acumularon
durante ocho años sin que tuvieran gran influencia. Babbitt pudo salirse
con la suya con esta intransigencia legal, porque los ecologistas de Washington
DC fueron demasiado tímidos como para apretarle las clavijas.
Ahora la administración Bush ha heredado esas órdenes judiciales
languidecientes y un montón de nuevos juicios, muchos iniciados por el
Centro por la Diversidad Biológica en Tucson y la Alliance of the Wild
Rockies en Missoula, dos de los grupos ecologistas más creativos e infatigables
del país. La administración Bush no se siente abochornada por
la pérdida de un juicio tras el otro por la simple razón de que
quiere amañar un cuadro legal catastrófico que espera que vaya
a destruir la ley de una vez por todas.
El plan para cancelar los hábitats críticos comenzó poco
después de que Bush llegara al poder. Desde 2001, Gale Norton ordenó
que el Servicio de Pesca, Flora y Fauna comenzara a insertar descargos de responsabilidad
en todas las informaciones y comunicados de prensa federales sobre las especies
en vías de extinción. Los descargos proclaman descaradamente:
"La designación de un hábitat crítico da poca protección
adicional a la especie".
Es simplemente una afirmación falsa, como lo prueban los propios datos
del Servicio de Pesca, Flora y Fauna. En sus últimos informes al Congreso,
la agencia admitió que las especies con designación de hábitat
tienen un 13 por ciento más de probabilidad de tener poblaciones estables
y un 11 por ciento más de orientarse hacia la recuperación que
las especies sin designación de hábitat crítico.
Luego, en mayo de 2002, la administración Bush, a pedido de la industria
de construcción de viviendas y de la gran agricultura, actuó para
rescindir las designaciones de hábitats críticos y las protecciones
para 19 especies de salmón y truchas steelhead en California, Washington,
Oregon e Idaho. Su acción cubría peces en más de 150 cuencas
diferentes, abriendo el camino a las ventas de árboles, a la construcción
y a las desviaciones de aguas.
La siguiente operación de la administración contra el hábitat
crítico fue el comienzo del rediseño de los mapas de hábitats
existentes para excluir áreas especialmente valoradas por las compañías
petroleras y madereras. Desde 2001, la administración Bush ha reducido
las áreas contenidas dentro de hábitats críticos en más
de un 50 por ciento sin una base científica creíble para sustentar
dicha disminución.
La administración tenía motivos prácticos. En la costa
de California, Norton ordenó que el BLM [siglas en inglés de Buró
de Administración de la Tierra] acelerara nuevas concesiones para petróleo
y gas en tierras sin carreteras en el Los Padres National Forest cerca de Santa
Barbara, habitación de más de 20 especies en peligro, incluyendo
al cóndor y a la trucha steelhead. En circunstancias de que anteriormente
las compañías petroleras tenían que demostrar que sus operaciones
no afectarían a estas especies, ahora es todo lo contrario. Los ecologistas
tienen que probar que las especies respectivas existen en el área y que
serán dañadas por las perforaciones.
El siguiente en la lista de condenados fue la Perlita común [Polioptila
caerulea] de la costa de California, cuyo hábitat protegido ya había
sido reducido a vertederos y tréboles de la autopista interestatal. Para
facilitar la vida de los constructores de viviendas en California, Norton eliminó
las protecciones para el pájaro en 202.500 hectáreas de hábitat
para "reevaluar su análisis económico" respecto al plan de protección
del hábitat publicado en 2000. La administración también
procedió a rescindir las protecciones para el pequeño San Diego
fairy shrimp (Brachinecta sandiegonensis).
El caso del poderoso oso pardo [grizzly] de las Rockies septentrionales es un
caso que demuestra cómo las especies en vías de extinción
peligran si no pueden contar con la designación de hábitats críticos.
El grizzly fue incluido como una especie en peligro en 1975, pero jamás
se ha designado su hábitat crítico debido a una enmienda de 1978
de la Ley de Especies en Vías de Extinción que dio libre albedrío
al Servicio de Pesca, Flora y Fauna para evitar la designación de especies
incluidas antes de ese año. La provisión fue incorporada a la
ley por miembros de la delegación al Congreso de Wyoming a pedido de
la industria minera y maderera.
Las poblaciones de osos pardos son inferiores ahora a las que existían
cuando el oso estaba incluido. Decenas de miles de hectáreas de hábitat
del grizzly han sido destruidas por talas, carreteras y minas. Dentro de los
próximos 10 años, los expertos en el oso pardo predicen que se
destruirán efectivamente las conexiones entre hábitats cruciales
de poblaciones aisladas de osos, condenando gran parte de la especie a la extinción.
Incluso biólogos en la administración Bush admiten ahora que la
población de osos pardos en las Montañas Cabinet-Yaak en la frontera
entre Idaho y Montana debe pasar de ser calificada como amenazada a que se encuentra
en peligro de extinción.
Ahora el terrible destino del oso pardo va a recaer sobre cientos de otras especies
gracias a la última maniobra de la administración Bush. "Cuando
los oponentes a la Ley de Especies en Vías de Extinción tratan
de destruir el contenido de la provisión del hábitat crítico,
están tratando de destruir a las especies en peligro, una ofensa directa
a la política pública nacional y a nuestro sistema de gobierno
de la mayoría", dice Mike Bader, un especialista en los osos pardos en
la Alliance for the Wild Rockies. "En su esfuerzo por engordar los beneficios
de las corporaciones, tratan de llevar a la quiebra a nuestro patrimonio nacional".