La Jornada
Vía Campesina es un movimiento internacional que agrupa organizaciones de campesinos, pequeños productores rurales, mujeres del campo, trabajadores agrícolas y comunidades agrarias indígenas. Desde su creación no ha dejado de cobrar impulso y es quizás el movimiento social rural internacional más significativo. En la actualidad pertenecen a ella 97 organizaciones (cinco mexicanas), que representan a millones de familias campesinas de 43 países. Opera en ocho regiones: Sudamérica, Centroamérica, Norteamérica, Caribe, sur de Asia, noreste de Asia, Europa y Africa.
Fue fundada en 1993, poco antes del cierre de la ronda Uruguay de negociaciones del Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés). En ese tiempo los líderes habían participado en numerosas visitas de delegaciones y en intercambios de organización en el mundo. Deseaban observar la forma en que la agricultura convencional y el impulso hacia un incremento del comercio funcionaban para familias campesinas de diferentes países.
En esas experiencias los líderes campesinos descubrieron que tenían mucho terreno en común. En todos lados la modernización (léase industrialización) y liberalización de la agricultura -impuestas mediante programas de ajuste estructural y acuerdos de libre comercio- conducían a una aguda crisis agrícola, a mayor degradación del ambiente, creciente disparidad y mayor empobrecimiento del campo, así como a la consolidación y concentración de las corporaciones agroempresariales. Campesinos, pequeños productores y comunidades rurales enteras desaparecían en tanto el cultivo de alimentos dejaba de ser medio de vida viable. Los líderes entendieron que más liberalización no era la solución.
Vía Campesina se agrupó en torno a objetivos comunes: rechazo explícito del modelo neoliberal de desarrollo rural y una abierta negativa a ser excluida del desarrollo de políticas agrícolas, así como una firme decisión de trabajar en unidad para dar fuerza a una voz campesina y establecer un modelo alternativo de agricultura. Consolidó la unidad y la solidaridad llamando al enemigo por su nombre: los agentes de la globalización económica y la corporativización de la agricultura.
Vía Campesina, pues, no es una pugna entre campesinos del sur y granjeros del norte: es una lucha entre dos modelos divergentes y opuestos de desarrollo económico y social. Por un lado, un modelo globalizado y neoliberal, impulsado por los grandes consorcios, en el que la agricultura se ve exclusivamente como forma de obtener ganancias y los recursos se concentran cada vez más en manos de la agroindustria. Por el otro, Vía Campesina vislumbra un mundo rural más humano, basado en el redescubrimiento de una "ética del desarrollo" que dimana de la "cultura productiva" y la "vocación productiva" de las familias del campo. La agricultura es impulsada por los labriegos, se basa en la producción campesina, utiliza recursos locales y se orienta al mercado interno.
Su objetivo primordial es construir modelos alternativos de agricultura y enfoca su actuación en la soberanía alimentaria y el comercio agrícola, la reforma agraria, los derechos de los trabajadores migratorios y los jornaleros agrícolas; el género, la biodiversidad y los recursos genéticos, los derechos humanos y los derechos de los campesinos, así como una agricultura sustentable basada en el productor.
Un número cada vez mayor de instituciones internacionales, como el Banco Mundial (BM), la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), la Comisión de Naciones Unidas para el Desarrollo Sustentable y el Foro Global de Investigación Agrícola reconocen ahora la creciente visibilidad de Vía Campesina como la voz global de los campesinos y los pequeños productores. Sin embargo, para ella la participación en encuentros patrocinados por dichas organizaciones es un asunto riesgoso, pues a menudo se utiliza para legitimar políticas y programas existentes.
Durante años hemos escuchado a la Organización Mundial de Comercio (OMC), el BM, el Fondo Monetario Internacional y los gobiernos nacionales repetir su mantra: no existe alternativa a la globalización. Qué reconfortante es que la gente del campo organizada en Vía Campesina tenga más imaginación, tal vez impulsada por preocupaciones prácticas e inmediatas. Porque, a diferencia de los funcionarios gubernamentales y burócratas, cuyos bolsillos permanecen relativamente intactos frente a los cambios en la política del comercio agrícola, en el caso de los campesinos están en juego su medio de vida, su supervivencia, su vida misma.
Vía Campesina, como vimos en Cancún durante la quinta conferencia ministerial de la OMC, constituye una presencia cada vez más visible y una voz cada vez más audible. Pasó ya el tiempo en que la política agrícola se definía en ausencia de quienes producen los alimentos para el mundo. La solidaridad y la unidad experimentadas por medio de Vía Campesina rinden quizás el más precioso de todos los frutos: la esperanza. Esperanza de que otra agricultura es posible.
*Profesora de la Universidad de Regina, en Canadá
Traducción: Jorge Anaya