El Guanche
A la búsqueda de otra Africa, dispuestos a sacudirse la trampa de la mundialización liberal, los 250 representantes del mundo asociativo, campesinos, obreros, artistas, en representación de 43 países africanos, algunos de ellos en guerra, se reunieron el pasado mes de enero en la capital de Etiopía, Addis Abeba, para debatir el futuro del vecino continente en el segundo Foro Social Africano (FSA).
La celebración de esta segunda edición del FSA -la primera tuvo lugar en la capital de Malí, Bamako, en el año 2001- estuvo marcada por la desinformación y la falta de recursos económicos; y gracias a la incansable labor de asociaciones como Enda, con sede en Dakar (Senegal) y a los esfuerzos de la escritora maliense Aminata D. Traore, que lograron subvenciones de la Cooperación francesa y entidades como Oxfam, se pudo celebrar este importante evento que, como el anterior, pasó casi desapercibido para el primer mundo. Inspirado en el Foro social mundial de Porto Alegre, el FSA pretende la constitución y consolidación de un movimiento social africano que se oponga a las políticas económicas que se aplicaron en el continente durante décadas y que lo hunden inexorablemente en la miseria y la guerra desestabilizando los Estados. Un continente que agoniza en manos de dictadorzuelos, como ha denunciado el premio Nobel de literatura Wole Soyinka en su obra Baabu Rey. Para el representante de Enda, Tauffik Ben Abdallah, "el Foro social africano debe permitir que la sociedad civil se organice como contrapoder a fin de pesar sobre los lugares donde se elaboran las reglas que se imponen en África".
El FSA propugna federar a nivel continental movimientos dispersos y construir un discurso común. Se trata, más allá del voluntarismo, de reconquistar el derecho de una voz propia ante la comunidad internacional, reducida de hecho a los poderosos; de luchar contra una alienación histórica, que desposeyó a los africanos de su destino sometiéndolos siempre a la explotación económica y cultural por las potencias extranjeras.
El continente negro, convulso, y sumido en un auténtico holocausto social, está organizando su embrionario movimiento social para construir su globalización alternativa. ¿Pero quién se toma en serio a África?
Mientras muchos se volcaron en Porto Alegre, solo Italia y Estados Unidos están representados en el FSA por intermediarios de asociaciones humanitarias y de desarrollo. No obstante, el empeño del Foro social africano de ser un interlocutor válido a nivel mundial es firme, aunque la mayor dificultad reside en el hecho de que las elites africanas tomaron el relevo de la opresión que antes ejercieron los colonizadores.
Muchos cuadros africanos participan del dominio económico del continente siguiendo dócilmente las instrucciones de los prestamistas de fondos internacionales. Formados en universidades occidentales pasan más tiempo en los países del norte o en simposios internacionales que en sus países de origen. Desconectados de la realidad social africana, estos gobernantes han abandonado toda resistencia. Algunos, inclusive, se convierten en celosos y prometedores de la explotación mercantil de sus Estados.
Así los presidentes Abdulaye Wade de Senegal, Thabo Mbeki de Suráfrica, Abdelaziz Buteflika de Argelia, Olusegum Obasanjo de Nigeria, se han convertido en representantes de la Nueva Sociedad Económica para el Desarrollo de África (Nepad), un plan que apunta a "incrementar las inversiones privadas extranjeras", eufemismo que significa que el saqueo de las innumerables riquezas de África continuará mientras sus poblaciones se sumen en la más absoluta de las miserias.
La resolución final del FSA de Addis Abeba subraya el fracaso de las recetas liberales y el de los dirigentes que toman su relevo. Evoca la idea de educarlos en un contradiscurso político y económico mediante activas campañas de movilización. Se reclaman reparaciones financieras, no por la esclavitud como exigen asociaciones afroamericanas, sino por el ajuste estructural y una deuda acumulada en condiciones inicuas.
Pero en la intervención de los países ricos en África, se evidencia la perversidad de un dominio solapado; algunas asociaciones africanas no se atrevieron a acudir al foro por miedo a no encajar con las asociaciones caritativas del norte que las apoyan o con las instituciones financieras internacionales de las que dependen.
Y aunque útil y bien intencionada, sin duda, la ayuda se vuelve perversa cuando culmina en la privación de la voz de los pueblos, cuando los encierra en interpretaciones dirigidas y pensadas en otro lugar a dudas: "Tenemos que definir nuestros cuestionamientos, y dejar de discutir sobre bases que definen otros". La realidad parece ir por otro lado, ya que las asociaciones africanas se ven cada vez más cortejadas por gobiernos e instituciones financieras internacionales carentes de legitimidad popular. Pero la perspectiva es siempre la misma, el sometimiento a los cánones de la economía mundial.
De ahí, la advertencia de numerosos delegados en FSA de: "Atención a un posible consenso de las ONG que sería asimétrico del consenso de Washington". África es rica en materias primas, en minerales preciosos, en naturaleza; y estos recursos resultan desviados a favor de los intereses de empresas extranjeras y de potentados locales. Es el poder depredador de Occidente.
Como dice el escritor senegalés Bubacar Boris Diop: "Hay quienes sueñan con una África sin africanos". Por mi parte, termino diciendo que cualquier similitud de lo aquí expuesto con la realidad de nuestro Archipiélago (Islas Canarias) no es, repito, no es coincidencia.