4 de julio del 2003
Reflexiones sobre Mahmud Darwish
Guerra y poesia
Pier Mattia Tommasino
Traducido por Leticia Serrano Fernández
Rebelión
"Sé iraquí si quieres ser poeta, amigo mío".
Este verso de Mahmoud Darwish, traducido por Iñaki Gutierrez de Terán me hace razonar acerca de la poesía de la solidaridad, una práctica complicada pero muy usada en los periodos de guerra. Así como los belicistas pusilánimes están preparados para subirse al carro de los ganadores, de igual forma a los poetas les asalta el instinto de montarse a la carreta que lleva las víctimas a la fosa común. Pensando que la poesía civil es una de las cosas más complicadas, y normalmente menos sinceras, intentaré describir mis dudas frente a esta posible forma de hacer poesía..
Entiendo que poetas como Darwish (perdona Mahmoud por la crítica) o Adonis, estén más afectados por la guerra de Irak que los poetas europeos y que por eso tienen derecho a gritar más fuerte, pero esta última poesía de la "voz" palestina no parece conseguir el deseo esperado, tiene belleza poética pero no encuentra una respuesta de mi parte a la invitación de ser iraquí.
El expediente de Darwish es admirable. Habla a los poetas de todo el mundo recurriendo al poeta iraquí Badr shákir al-Sayyad. Aunque aclamar las penas del pueblo iraquí, o las de los civiles de los balcanes, es una misión que –espero- los poetas europeos asumirán con mucha precaución.
La poesía de guerra se arriesga a ser una poesía efímera, caduca. Puede no dejar huella. Si hubiera escrito versos por las víctimas de Srebenica sin conocer los nombres, las caras, las ilusiones y las torturas, habría hecho un trabajo de carroñero más que de poeta.
Dice Darwish:
"Si, al-Sayyab me hace recordar que la poesía es experiencia y destierro, dos hermanos gemelos."
Si bien no se puede negar que la poesía es experiencia (y con esto no quiero decir solamente la vivencia, sino también la experiencia psicológica y la imaginativa), no puedo añadir a la frase que la poesía sea destierro. La poesía es destierro pero con respecto del mundo. Es destierro para un poeta palestino. Pero el destierro del intelectual o del poeta europeo-occidental, ya sea voluntario o involuntario, es quizás la víctima más significativa e ilustre del mundo globalizado.
No puede haber más destierro que ese. La lucha política, como sabemos, no puede darse ya en el estrecho ámbito nacional.
La única forma en la que podría escribir poesía iraquí sería la de contar la impotencia y amarga inutilidad que tengo frente a la poesía por las víctimas iraquíes. Quizás sea cuestión de pudor, pero no puedo mezclarme ni alimentarme de la tierra de las fosas comunes.
Creo poder acercarme al tema de la guerra de Irak como intelectual o como hombre de política, pero no como poeta. Mi grito no sería natural.
Reconozco, por otra parte, que en otros casos la experiencia política de un europeo frente al tema de Irak se transforma en una obra de verdadera poesía. Me refiero al texto inédito de Santiago Alba Rico "Irak, aparta de mi este cáliz".El filósofo español, que participó en una misión de paz días antes del conflicto, logra un éxito poético válido en algunos de los pasajes de su texto. También Alba Rico, como Darwish, se apoya en otro poeta: César Vallejo.
Y construye, sobre el modelo de "España aparta de mi este cáliz", su conmovido llanto.
El verso más simple y claro habla de niños iraquíes:
«niños normales, es decir perfectos»
Otro pasaje, digno de mención, es aquel en el que el poeta cita muchos topónimos, siempre en la tercera estrofa:
« niños de bronce en olor de palmera
niños serios que acarrean tomates y carpas
en los costados de Al-Qadamein
niños de A-Rachid que sueñan como polillas
la lengua de fuego de un soldador vespertino
niños en racimo de Al-Karrada y Hay A Zahra
niños de niño de ley en las calles de Al-Yumhurya
y en los talleres de Al-Mutanabi
niños desnudos de la voz para arriba
y de ojos adentro en la escuela de A-Nazaha…».
La poesía de Alba Rico no vive de la descripción de los niños, sino de la denominación de los topónimos. Los topónimos desconocidos evocan los recuerdos de la vivencia poética, recrean en el lector la furiosa nostalgia del autor. Y hay más. La poesía árabe pre-islámica, base de la tradición de la poesía árabe, es una poesía de topónimos. El "locus" del campamento abandonado de su amada parece revivir con la repetición obsesiva de los sitios visitados en una Bagdag que, siguiendo con dignidad su ritmo de cuidad, se preparaba para la muerte y la ocupación.
Yo, todo eso no lo he vivido. Perdona, Mahmoud, no puedo ser un verdadero poeta iraquí, y sufro. Gracias, Santiago, por ser iraquí y amigo mío.
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Anoche, al lado de L., soñé con un arqueólogo que escabulléndose de entre la guardia iraquí, descubría bajo el palacio presidencial un profundísimo pozo, que estaba oculto entre ramas de pino. Bajando lentamente encontraba el bunker de Saddam. Después era descubierto por los enemigos, y se fugaba escondido en el maletero de la furgoneta del panadero.
Ni siquiera una ducha hirviente y racional me despertó de aquel sueño. El imperialismo cinematográfico, con sus ritmos acosadores y sus luces de neón, dominaba dictatorialmente mi inconsciente. Me dio vergüenza de mi mismo, de mi imaginación sutilmente gobernada (¡incluso entre la libertad de las sábanas!) por el cine californiano. Estaba a merced de un creador externo. Sólo despertándome habría podido borrar el sueño que mi fantasía diurna no tendría que haber producido nunca. La libertad de pensamiento es una meta menos ardua que la libertad de sueño.
Leo con emocionada curiosidad al palestino Mahmoud Darwish. En su libro Memorie per un oblio (tílulo original Dhakira fi´l Nisyan, traducido por Luigina Girolamo, Jouvence 1997), consiguió transformar la poesía civil en prosa privada. Definiría su poesía, aunque es inútil definir la poesía, como un lirismo civil o una elegía de guerra .¿Una prosa ? ¿Una poesía?, nacida del obstinado coraje de vivir como poeta y no poéticamente la guerra.
Se deberían releer a conciencia las páginas sobre el ritual del café, páginas de un hombre testarudo que, bajo los bombardeos de los aviones y los controles militares, reflexiona solamente sobre su necesidad esencial de hombre y de poeta: "Cuántas veces los cardiólogos, fumando me han dicho: ni fumar ni tomar café". Y la de veces que he bromeado diciendo: "El asno no fuma, no toma café y no escribe".
Me llama la atención, además , la manera erótica, corpórea , de definir la lengua y las ciudades. Mahmoud no habla del cuerpo, sino que da vida al nombre vacío del cuerpo. Parece como si la epidermis de la palabra se llenara de la propia carne y de los propios huesos.
Mientras leía pensaba en los topónimos "llenos" del desierto que Lorand Gaspar escribía en "Sol absolù". Para Gaspar los nombres son más físicos que los lugares. Cómo negar que la toponimia es el elemento más duradero del desierto, de la misma manera que para Darwish la profanación del nombre de la realidad es más dolorosa que la verdadera y propia violencia del bombardeo de la ciudad. Este pasaje sobre Beirut es uno de los ejemplos más explícitos:
"todas las cartas se han desparramado de mi memoria y de mis dedos. Olvidé el alfabeto. Sólo recuerdo seis letras : b e i r u t".
La relación entre cuerpo y palabra es lo bastante estrecha como para entenderla en clave de lectura militante : "Cuando digo que la única literatura compuesta en la revolución está escrita con el cuerpo, nos damos cuenta de que sólo entendiendo la ecuación palabra-acción se llega a madurar la nueva literatura".
La profanación del cuerpo se convierte aún más grave cuando se vuelve censura de la memoria: " De Hiroshima recuerdo el intento de incitar Hiroshima a olvidarse de su nombre".
Me gusta Darwish porque no sufre de la arrogancia de la narración. Refleja sobre su propia memoria y mezcla la infancia vivida en una guerra invivible. De aquí la sincera y nunca cansada, absoluta nostalgia: "De Damur solamente recuerdo su mar y los jardines de plataneras.¡Qué grandes las hojas de las plataneras, qué grandes!". ¡Qué aire fresco sobre Beirut e Hiroshima! La memoria del poeta en guerra: "el poeta llega a ser grande y no permite que el niño olvidado crezca"; después vuelve a entrar en el fluir urbano de la ciudad: "La memoria se conforma con el desorden de la ciudad, entra en un discurso que te hace olvidar el anterior". Y así, en la ciudad, la resaca de la memoria lleva al lector a la belleza del nombre y del lugar: "Rara vez te das cuenta de que Beirut es bonita. Rara vez en ella tienes necesidad de distinguir entre forma y contenido".
Creo que es ésta la manera con la que da movimiento a su texto Mahmoud Darwish, quien, como Marcel Khalifa, continúa caminando mientras yo me duermo, TESBAH.
ÁS-SALAM FI´L IRAQ.