Medio Oriente
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28 de julio del 2003
Nota emitida en el programa radial "Hipótesis", LT8 Radio Rosario, República Argentina, el sábado 26/07/03. Publicada en el sitio www.hipotesisrosario.com.ar
Liberia, crimenes, cenizas y diamantes
Miguel Ángel Ferrari
La situación en Liberia se torna, minuto a minuto, cada vez más insoportable. El número de víctimas aumentó ayer, tras la muerte de 12 personas en Monrovia, la capital de este país del occidente africano. En sus calles, combaten fuerzas gubernamentales que sostienen al todavía presidente Charles Taylor, con fuerzas rebeldes pertenecientes al movimiento denominado "Liberianos Unidos para la Reconciliación y la Democracia" (LURD). Se calcula que en los últimos días han perecido en la capital unas 700 personas. Tanto las fuerzas gubernamentales como las insurgentes, se caracterizan por un total desprecio por los derechos humanos de sus conciudadanos. Esta actitud condice perfectamente con el carácter, más delictivo que político, de los bandos enfrentados en esta guerra civil que parece no tener fin.
El secretario general de las alicaídas Naciones Unidas, Kofi Annan, pidió a los países de la región y a los Estados Unidos que tomen la iniciativa, para acabar con el derramamiento de sangre que sufre Liberia desde que el proceso de paz se bloqueó a principios de julio.
Por su parte, el presidente estadounidense, George W. Bush, ordenó ayer el despliegue de buques frente a las costas de Liberia, con el fin de respaldar la posible intervención de una fuerza africana de interposición. Esta decisión, según informó la Casa Blanca, tiene como objetivo "apoyar el despliegue de tropas de la Comunidad Económica de los Estados del Oeste de Africa (CEDEAO) una vez que éste comience", concluye el texto oficial estadounidense.
La CEDEAO ha decidido enviar a Liberia dos batallones nigerianos, con un total de 1.300 hombres, en una fecha que se determinará la semana próxima, según anunció el secretario ejecutivo de la organización, Mohamed Ibn Chambas. Pero un portavoz del presidente nigeriano, Olusegún Obasanjo, subrayó el martes que las fuerzas de paz oeste-africanas no se desplegarán mientras no esté en vigor un alto el fuego estable.
Recordemos que el 27 de junio pasado, en Accra, la capital de Ghana, las autoridades de Liberia y los dos grupos rebeldes opositores -el mencionado LURD y el Movimiento por la Democracia en Liberia (MODEL)- firmaron un acuerdo de alto el fuego que incluye la formación de un gobierno de transición sin la participación del presidente Charles Taylor. El texto del mencionado acuerdo señalaba que todas las partes comenzarán las negociaciones, para constituir un Gobierno de transición del que Taylor no podrá formar parte. Pero este convenio, así como posteriores decisiones de alto el fuego, fueron sistemáticamente violados por todas las partes.
La noticia del envío de naves y tropas estadounidenses a las costas de Liberia (que hoy ocupa las portadas de la mayoría de los grandes diarios del mundo), paradojalmente, proporciona cierta tranquilidad a quienes estamos preocupados por la pavorosa realidad liberiana, cuando continúan las advertencias de que podría desencadenarse un desastre humanitario.
Cuesta mucho esfuerzo pensar en una actitud humanitaria por parte de Washington, luego de las masacres de Yugoslavia, Afganistán e Irak. Una metáfora quizás nos permita interpretar mejor esta situación: un policía en tiempos de dictadura, para quien la tortura y posterior desaparición de prisioneros políticos es cosa habitual, recibe un llamado urgente a la estación policial donde cumple sus funciones, tras ese llamado acude diligente para evitar un horrendo crimen, que estaban dispuestos a perpetrar delincuentes comunes. Un honesto ciudadano que sólo asiste a la segunda parte de esta metáfora, respira aliviado ante tan elevado acto de servicio.
La ministra alemana de Cooperación y Ayuda al Desarrollo, Heidemarie Wieczorek-Zeul, ha instado a los Estados Unidos a demostrar en Liberia, que es capaz de interesarse por un conflicto aunque no estén en juego sus intereses ''económicos y geopolíticos inmediatos''.
Esta es la tragedia presente. Pero, ¿cuáles son las causas de lo que está aconteciendo en Liberia en estos momentos?
En primer lugar, debemos recordar que a comienzos del siglo XIX la Sociedad Norteamericana de Colonización financió una expedición al continente africano, con el propósito de crear una colonia formada por esclavos emancipados, procedentes de los Estados Unidos. Este emprendmiento dio lugar, en 1847, a la primera república africana independiente. Se le asignó el nombre de Liberia, en obvia alusión a las aspiraciones de libertad por parte de los ex esclavos, y se denominó Monrovia a su capital en homenaje al quinto presidente estadounidense, James Monroe. En este "país libre" se instauró finalmente un régimen de esclavitud. Los esclavos liberados se convirtieron en los explotadores de la población indígena.
En 1926 la transnacional Firestone Tire and Rubber Co. poseía la mayor plantación de caucho del mundo, hasta el punto de que Liberia -por entonces- era conocida como la "República Firestone". Durante gran parte del siglo XX (desde 1944 a 1980) gobernaron los dictadores William Tubman y William Tolbert , quienes favorecieron ampliamente la inversión extranjera, hasta el punto de que gran parte del país se puso en manos foráneas.
En 1980 el sargento Samuel Doe, dio un golpe de Estado y ejecutó al dictador Tolbert. Su gobierno continuó con los mismos métodos despóticos y corruptos de su antecesor, haciendo de vez en cuando algunas concesiones democráticas simbólicas, para conformar a los Estados Unidos cuya tarea consistía en "cuidar" de las inversiones extranjeras en ese país. Con el apoyo de Washington, el dictador Doe rearmó al ejército e instruyó a su oficialidad en el Estado de Israel. Incorporó a su gobierno a Charles Taylor, quien en 1990 inició una guerra civil que -al cabo de siete años- terminaría derrocándolo. Luego Taylor -en 1997- armó unas elecciones fraudulentas, que "ganó" con el 75 % de los votos y gobierna despóticamente hasta el día de hoy. Uno de sus atroces crímenes de mayor repercusión política en el plano internacional, fue la decapitación del senador opositor Samuel Dockie y de su esposa. Este trágico episodio no fue nunca esclarecido.
El conflicto liberiano no está originado en hostilidades culturales o religiosas, ni tiene que ver con una rivalidad entre potencias que se disputan la influencia en una región, como sucedía durante la Guerra Fría. Sus raíces se hallan en la debilidad del Estado, la vulnerabilidad de sus estructuras y la aparición de los "señores de la guerra", que manejan el país -o amplias regiones de él- a su libre albedrío. Liberia es un país rico en recursos naturales: oro, mineral de hierro, maderas y piedras preciosas, particularmente diamantes. El conflicto en Liberia es, principalmente, una guerra de intereses comerciales, aunque se desplace la atención a las tensiones étnicas u otro tipo de enfrentamientos.
En la etapa trágica de los enfrentamientos armados, iniciada en los años 80, Liberia se convirtió en tierra de mercenarios y en un paraíso del tráfico de armas. Cientos de miles de jóvenes, sin trabajo, sin educación, sin esperanzas, sin otra opción de vida que servir de soldados al mejor postor, han sido -voluntaria o forzosamente- reclutados por las milicias de Taylor, por los irregulares auspiciados por éste (como es el caso del sanguinario y genocida Frente Revolucionario Unido, RUF, que asoló por años a Sierra Leona) y por las bandas de los enemigos de Taylor, como el movimiento "Liberianos Unidos para la Reconciliación y la Democracia", que -como decíamos- hoy están combatiendo al dictador en los barrios de Monrovia.
Todas estas formaciones militares, gubernamentales u opositoras, son verdaderas bandas de delincuentes. Las armas son adquiridas en occidente con el producto de la explotación ilegal de los diamantes y las maderas; a los mercenarios y reclutas no se les paga un sueldo, se les entrega el rifle de asalto y la droga con la que se envalentonan y se les da patente para saquear, violar y secuestrar. El resultado es una de las más grandes calamidades humanitarias de Africa: mujeres y niños asesinados, ultrajados, mutilados o conducidos por la fuerza a los frentes de guerra; cientos de miles de desplazados, la destrucción de la poca infraestructura existente, la desaparición de los servicios públicos, la desarticulación económica total, la zozobra social permanente y para colmo el abandono por parte de la mayoría de los países del mundo. Hasta quienes nos identificamos con las causas de los pueblos, nos encogemos de hombros cuando se trata de los padecimientos de los habitantes de Africa. Recordemos las masacres de tutsis y hutus, entre los años 1994 y 1996, en Ruanda, Burundi y el Zaire (la actual República Democrática del Congo), donde perecieron casi dos millones de personas, ante la indiferencia de la mayor parte de la humanidad.
Para tener una idea del papel que juegan las potencias centrales en esta región del planeta, leamos un párrafo del artículo "Los refugiados en los conflictos de Sierra Leona, Liberia y Guinea. El brillo fatídico del metal", del periodista español Juan Carlos Galindo, publicado en el sitio de internet de la Universidad Central de Madrid, escrito en enero de 2001, donde alude a la participación del presidente liberiano en el conflicto de Sierra Leona, a través del movimiento guerrillero RUF, de su creación. "Un solo conflicto y un solo objetivo -dice Galindo-: varía sólo la intensidad del brillo del metal. El Frente Revolucionario Unido (RUF) es un nuevo medio de desestabilización. El gobierno de Sierra Leona ha concedido la licencia de explotación de los yacimientos en posesión del RUF a Branch Energy. La empresa británica ha contratado a los mercenarios sudafricanos de Executive Outcomes para que colaboren con el gobierno en la eliminación de la guerrilla (creada -como señaláramos- por el presidente liberiano Charles Taylor). La culpa de este movimiento guerrillero y su brutalidad quedan fuera de toda duda. Sin embrago, el mercado de diamantes de Gran Bretaña, el más importante del mundo, no puede prescindir, no lo ha hecho, de los yacimientos más importantes del planeta. No importa quién los domine, ni tan siquiera que dedique el dinero para mutilar, asesinar y oprimir a los ciudadanos de un país", finaliza el periodista español.
La maltrecha y desprestigiada Organización de las Naciones Unidas y los países centrales, que declaman la lucha contra el terrorismo, adoptan -morosa y distraídamente- medidas burocráticas ante semejantes actos de terror protagonizados por estos "señores de la guerra" que mientras disputan el botín, siembran de cadáveres el suelo de Liberia y de gran parte de Africa. Lo que realmente ocurre es que una parte sustancial de este botín, empapado en sangre, marcha hacia los civilizados mercados del "democrático" mundo capitalista.