Pobres palestinos, pobres israelíes
Robert Fisk
Todo giró en torno a lugares comunes. Ya no se trata de un "proceso de paz" -el cual, como una locomotora desbocada, constantemente tenía que ser encarrilada de nuevo-; ahora es un mapa de ruta. Los asentamientos construidos por judíos y sólo para judíos en tierras árabes ahora se dividen en "asentamientos establecidos", es decir, las colonias ilegales que Ariel Sharon no tiene intenciones de desmantelar, y los "puestos no autorizados", que son "campamentos" igualmente ilegales instalados por extremistas israelíes para que sean destruidos ante las cámaras de televisión como prueba de buena voluntad.
Del lado palestino estaba Mahmoud Abbas -sucesor elegido por Estados Unidos del fracasado gobernador colonial Yasser Arafat-, prometiendo emplear "todos los medios a su alcance" para poner fin a la intifada. "Todos los medios" es una expresión típica de la ONU, y significa que Hamas y Jihad Islámica tendrán que ser sometidas a punta de fuego de artillería, lo que en el mundo real puede significar que estalle una guerra civil palestina. También se habló de "restructurar" el "servicio de seguridad" palestino. "Restructurar" significa "purgar", algo que el señor Arafat entiende muy bien, por experiencia propia.
Después apareció aquel viejo amigo, el Estado palestino "viable" (sic), lugar común que el cuarteto formado por Estados Unidos, la Unión Europea, la ONU y Rusia generosamente ha cedido a los israelíes. A Sharon no le agradó demasiado el Estado "soberano e independiente" que el cuarteto había soñado. Pero debido a que se trata de un plan apoyado internacionalmente, era "el único juego disponible", cliché que antes se reservaba al triste mapa de Bosnia creado por David Owen, el cual provocó que en cuestión de horas serbios y musulmanes se arrojaran unos al cuello de otros.
Ni siquiera el presidente George W. Bush logró salir del país del lugar común. Antes de la cumbre de Aqaba dijo que Israel tenía que "arreglar" (otra vez sic) lo de los asentamientos, sin mencionar en absoluto que estas colonias se han construido en tierra árabe violando todas las leyes internacionales. Bush habló de los "territorios contiguos" en Palestina sin definir qué zonas serían las "contiguas". ¿Habrá querido decir, tal vez, "adyacentes"? ¿O bien, "colindantes"?
Se habló mucho, por otro lado, del "terror", es decir el de los palestinos, por supuesto, nunca de la versión israelí.
Así siguieron cayendo los lugares comunes sobre Medio Oriente. Ehud Barak, el ex primer ministro laborista israelí -quien alguna vez durante las negociaciones con los palestinos afirmó que "se necesitan dos para bailar tango"-, comentó respecto al acuerdo de Aqaba que "la prueba del budín es cuando se come" y que "es hora de llamar al pan, pan". Excepto, suponemos, cuando se habla de "puestos no autorizados" en vez de "asentamientos".
Por su parte, George W. Bush se unió a las filas de todos los líderes occidentales habidos desde el mandato bitránico que han anunciado que "la Tierra Santa debe ser compartida por israelíes y palestinos".
Una vez tuve una discusión con el que fue ministro colonial británico, Malcolm MacDonald, hoy finado, responsable del famoso Documento Blanco de 1936 que restringía la inmigración de judíos europeos a Palestina. Le pregunté sobre la posibilidad de que israelíes y palestinos compartieran la Tierra Santa, y en respuesta cerró los ojos para demostrarme lo cansado que se sentía ante esta aspiración.
Hagámonos, pues, una pregunta. ¿Quién inventó la frase "proceso de paz" que los periodistas siguieron empleando religiosamente mucho después de que había dejado de conducir hacia ninguna cosa que no fuera la guerra? ¿Y quién inventó el mapa de ruta, frase que originalmente se sacó de la manga Colin Powell hace un par de años, en un intento desesperado por impedir que India y Pakistán se atacaran mutuamente con armas nucleares? Claro, el Departamento de Estado. Y la tarde de este miércoles la BBC se refería oficialmente a él como "el así llamado mapa de ruta", sin atreverse a sugerir quién había acuñado el lugar común.
Al final, el acuerdo de Aqaba acabó conteniendo los mismos cánceres que los acuerdos de Oslo (incluida la frase "proceso de paz"), sin ocuparse de cuestiones esenciales como la soberanía, Jerusalén como capital tanto de palestinos como de israelíes, o el "derecho al retorno" de los palestinos expulsados en 1948.
Todo esto puede tratarse más adelante. Como en Oslo, se espera que israelíes y palestinos se casen primero y se enamoren después.
Así pues, un presidente estadunidense rodeado de neoconservadores de derecha cree que puede lograr la paz entre un primer ministro israelí que apoya los asentamientos ilegales y un primer ministro palestino que no puede poner fin a la intifada. La tarde de este miércoles no podía uno evitar pensar: pobres palestinos. Y también, pobres israelíes.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca