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Medio Oriente

Hakim, el líder de la organización chiíta filo iraní

• ROMA, ANSA/LAREPUBLICA

El ayatolá Mohammed Baqir Al Hakim, llamado "el Rudollah Jomeini" iraquí, quien ayer llegó a Irak tras 23 años de exilio, es el líder de la organización chiíta filo iraní Supremo Consejo para la Revolución Islámica en Irak (Sciri). Alto, flaco, con pequeños ojos oscuros, voz ronca y tono monocorde, Al Hakim no se parece en nada a su maestro y benefactor, el ayatolá Ruollah Jomeini, quien en 1978 instauró en Irán la Rep(dot)blica Islámica con el Corán como ley fundamental.
A pesar de las diferencias, Al-Hakim, de 64 años, anhela hacer lo mismo en su país, Irak, a donde regresó después de vivir 23 años en Irán, en el exilio.
Como Jomeni, Al-Hakim usa una tupida barba blanca, el turbante negro de los religiosos que se proclaman descendientes del profeta Mahoma y ostenta un programa político basado exclusivamente en los fundamentos del islamismo chiíta, que excluye todo tipo de compromiso con el mundo occidental.
En los 40 libros que escribió, en su mayoría durante su confortable estadía en Teherán y en la ciudad santa de Qom, Al Hakim profundizo, debatió, ilustró y santificó la doctrina de Jomeini, focalizada en el principio -no del todo compartido por los chiítas- del "velayat-e-Faghi", la supremacía religiosa por sobre la del gobierno.
Durante los 15 años de exilio en Najaf, en Irak meridional, Jomeini mantuvo varios encuentros secretos con Mohser Al Hakim, el más importante líder religioso del mundo chiíta entre 1955 y 1970, el padre de Baqer.
Por temor al contagio de las ideas revolucionarias de Jomeini, el entonces shá de Irán, Mohammed Reza Pahlevi, trasladó al ayatolá a Neauphle-le-Chateau, en París, donde su voz se hizo escuchar con más fuerza, lo que aceleró la caída de la monarquía.
La revolución islámica que Jomeini llevó adelante en Irán, no pudieron aún alcanzarla los chiítas iraquíes, porque a partir del gran ayatolá Mojhammad Al-Sadr se abatió la represión del presidente derrocado Saddam Hussein, quien con el apoyo de Occidente se animó a hacerle la guerra a Teherán.
El propio Baqer Al-Hakim reconoció que 125 miembros de su familia, entre ellos seis de sus hermanos, fueron arrestados por la policía de Saddam y que otros 29 murieron en la cárcel.
En 1980, Baqer huyó a Iran, donde recibió el apoyo de todo el gobierno de la recién nacida República Islámica, que financia su movimiento de resistencia, llamado Supremo Consejo para la Revolución Islámica en Irak (Sciri). Durante el conflicto entre Bagdad y Teherán (1980-1988) el Sciri reivindicó esporádicamente las acciones de la guerrilla llevadas a cabo en territorio iraquí.
Durante la Guerra del Golfo, en 1991, Hakim anunció la insurrección de Bassora y Amara, al sur de Irak. "Los que creen las palabras de los norteamericanos que dicen se pueden encontrar soluciones pacíficas, comenten un grave error: el único camino es la Jihad (guerra santa)", aseguraba entonces. Ayer, al finalizar la plegaria de los viernes, en un saludo a los fieles reunidos en una mezquita de Teherán, el ayatolá reiteró que "el futuro de Irak pertenece al Islam".
La perspectiva de un estado confesional islámico chiíta no le gusta a los sunnitas, los laicos y a otras minorías iraquíes, pero sobre todo le disgusta a los estadounidenses, quienes a veinte años de haber utilizado al derrocado Saddam como arma contra Jomeini ven en Baqir Al Hakim un émulo del ayatolá. *