21 de abril del 2003
200 palestinos masacrados por Israel en Deir Yassin
el 9 de abril de 1948
Reconstrucción de la conciencia:
recordando Deir Yassin
Steven Salaita
YellowTimes
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Trato a veces de ver a través de sus ojos. Tenía sólo
doce años. Jamás imaginó esa mañana del 9 de abril
que al llegar la tarde sería huérfana. Es importante verlo a través
de sus ojos. Si logramos hacerlo, comenzaremos a comprender los horrores que
los palestinos sufrieron en 1948.
Estaba en Deir Yassin cuando el Irgún y el Lehi llegaron antes del amanecer.
Imagino que jugueteó con sus gruesos rizos negros mientras sus ojos traicionaban
la ansiedad que sentía al oír el estruendo de la guerra a su alrededor.
Probablemente no tardó mucho en comprender que los terroristas estaban
asesinando a sus vecinos. El hedor del sudor y la sangre debe haberla sumergido,
un fétido fenómeno sensorial que simbolizaba su paso a la edad
adulta como palestina desplazada.
Fue uno de los pocos que sobrevivieron. Se escondió con su familia cuando
los soldados irrumpieron en su hogar, pero los descubrieron y los arrastraron
afuera con el resto de los cautivos. Primero le dispararon a su hermano. Cuando
su madre, que estaba amamantando en esos días, lo cubrió, le tiraron
a ella también. A los demás los formaron ante un muro. A la mayoría
los asesinaron a quemarropa.
Una niña recordó haber visto a un terrorista abriendo el vientre
de una mujer embarazada de nueve meses. Otra habló de la cara de su padre
manchada con color marrón mientras ayudaba a otros niños, amenazados
a punta de pistola, a lanzar su cadáver en una fosa común poco
profunda. Otra recordaba que se escondió aterrorizada bajo cuatro tías
suyas que habían sido matadas a cuchilladas. Su futura memoria también
quedó marcada por la sensación de un duelo omnipresente.
Los expertos discuten ahora cuántos civiles fueron masacrados en Deir
Yassin el 9 de abril de 1948. Pero nadie, con la excepción de los propagandistas
más amnésicos, niega que fue un asesinato masivo no provocado.
Tradicionalmente, los historiadores han calculado que entre 200 y 300 personas
fueron matadas, aunque cálculos recientes sugieren que 90 a 150 es una
cifra más exacta.
Y sin embargo, a fin de cuentas, las cifras no importan. Los civiles asesinados
no eran estadísticas, ni era una ecuación Deir Yassin. Era una
aldea con seres humanos vivos, que respiraban, muchos de los cuales fueron asesinados
y hacinados en fosas comunes. Ahora es un recuerdo sobre el que se ha edificado
una institución mental israelí y ni siquiera existe un letrero
para marcar su papel capital en la historia palestina y judía.
Más importante todavía es, sin embargo, que Deir Yassin se ha
convertido en un símbolo. Es emblemática, como lo recuerda la
coalición internacional Deir Yassin Recordada, para "la verdad sobre
los palestinos como víctimas del sionismo". Deir Yassin Recordada, cuyo
Consejo de Asesores incluye a Hanan Ashrawi, Sherna Berger Gluck, Edward Said,
Rachelle Marshall, Ilan Pappe, Muna Nashashibi, y Norman Finkelstein, señala
además que "durante demasiado tiempo la historia [palestina] ha sido
negada y esa negativa ha servido sólo para oprimir aún más
y deshumanizar deliberadamente a los palestinos dentro de Israel, dentro de
los territorios ocupados, y afuera en su diáspora".
Deir Yassin Recordada "fue fundada para rendir justicia a las víctimas
de la masacre de Deir Yassin", cuyo martirio nunca ha sido reconocido por el
gobierno israelí, menos aún recordado. Como su acción más
inmediata, la coalición espera construir un monumento en el sitio de
la masacre, pero, en un ámbito más amplio, desea "eliminar el
prejuicio contra los palestinos y promover el lado humano de un pueblo que sido
víctima de la colonización sionista de su tierra y de las condiciones
de apartheid bajo la cuales vive actualmente". Presumiblemente, si Israel llega
a una situación en la que permita realmente la construcción de
un monumento, lo hará sólo cuando haya una verdadera coexistencia
entre árabes y judíos en Tierra Santa.
Enfrento este tipo de proyecto con un gran sentido de participación personal.
Mi abuela del lado materno es de la vecina aldea de Ein Kerem; fue el temor
generado por la masacre de Deir Yassin lo que provocó la huída
de la población adyacente. Jamás se permitió su retorno.
Todo Jerusalén Este se convertiría en parte del Estado de Israel,
y los palestinos siguieron siendo apátridas durante más de 55
años.
Un monumento en recuerdo a las víctimas de la masacre de Deir Yassin
sería una manera especial de humanizar no sólo a los palestinos,
sino a los descendientes físicos y filosóficos de los perpetradores
judíos que cometieron uno de los crímenes de guerra más
tristemente célebres en la historia moderna del Medio Oriente. Los pueblos
en guerra, nos ha mostrado la historia una y otra vez, no pueden coexistir sin
un reconocimiento mutuo de la brutalidad pasada.
Pero la denegación generalmente sustituye el reconocimiento. Podemos
ver la denegación en Estados Unidos. Los indios lakota han luchado durante
años por erigir un monumento a los 350 civiles desarmados masacrados
por la 7ª Caballería del Ejército de EE.UU. en 1890, un acto comparable
con Deir Yassin en efecto, intención, y resultado. Por cierto, a pesar
de la presión de las tribus Minneconjou y Oglala, el gobierno de EE.UU.
se niega a rescindir las 20 Medallas de Honor del Congreso (la mayor cantidad
jamás otorgada por una campaña militar) distribuidas a soldados
de la 7ª Caballería. Del mismo modo, el antiguo dirigente del Irgan,
Menachem Begin, llegó a ser más tarde Primer Ministro de Israel
e incluso recibió un Premio Nobel de la Paz.
Los resultados de la denegación estadounidense merecen la atención
de Israel. "The Politics of Hallowed Ground", un emocionante relato de la lucha
lakota por obtener fondos del Congreso para un monumento, cita a una superviviente
de Wounded Knee, Alice Ghost Horse, que finaliza una historia proclamando: "A
pesar de todas esas hermosas cosas que hacen por nosotros, no puedo olvidar
lo que sucedió en Wounded Knee. Algunas noches, lloré pensando
en eso durante muchos meses después. Jamás he tocado a un hombre
blanco en mi vida. Simplemente no podría confiar en ningún hombre
blanco y jamás lo podré porque asesinaron a mi padre y a mi hermano
sin razón alguna".
No es por accidente que conflictos persisten en sitios sin monumentos porque
los monumentos son más que estructuras físicas; ubican el pasado
en el presente al servicio de un futuro mejor.
Los judíos han hecho grandes progresos en la recuperación del
Holocausto, en parte porque los diferentes monumentos obligan a los no-judíos
a confrontar los extremos de la denegación y de la indiferencia. La gente
de Oklahoma City experimentó un sentido colectivo de conclusión
cuando un hermoso monumento conmemorando las víctimas del atentado de
1995 fue construido en el sitio en el que destruyeron el edificio Murrah. Y
no pasará mucho tiempo antes de que un indispensable monumento sea erigido
en Ground Zero en Nueva York.
Por desgracia, sin embargo, son casos excepcionales. Ninguna estructura recuerda
a las víctimas gitanas y homosexuales de Hitler. Ninguna estructura conmemora
el genocidio turco de armenios. Ningún museo en Washington Mall conmemora
el desposeimiento de los indios. Y ninguna identificación física
en Israel, fuera de escombros de piedras y grupos de cactus denota la existencia
de lo que fuera una nación Palestina orgullosa y populosa. Esta falta
de reconocimiento, más que la supresión histórica, asegura
que los palestinos siempre perseguirán a la conciencia de Israel, aun
si los expulsan a todos.
La gente teme a menudo a los monumentos porque los monumentos simbolizan el
recuerdo; pero no necesitan tener miedo, porque el recuerdo, en su forma más
honesta, simboliza algo aún más grande que cualquier estructura
física: el acercamiento y la unidad.
Exhorto a todos a apoyar el proyecto de Deir Yassin Recordada. Para saber más
al respecto, para hacer donaciones, para participar en los futuros eventos,
o simplemente para leer más sobre la matanza, visite: http://www.deiryassin.org.
9 de abril de 2003
Steven Salaita completó recientemente un doctorado en inglés en
la Universidad de Oklahoma, con énfasis en las literaturas nativa, palestina,
y árabe-estadounidense. Su correo es: ssalaita@YellowTimes.org