Palestina: Cuerpos destrozados y leyes inquebrantables
Laurie King-Irani
The Electronic Intifada Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Las muertes de civiles en los territorios palestinos ocupados ya no son noticia. Son pan de cada día -a centavo la docena. Por disparos, ataques de helicópteros Apache, obstáculos para el acceso al cuidado médico, o con aplanadoras, cientos de inocentes hombres, mujeres y niños palestinos han muerto a manos del ejército de Israel o de colonos israelíes desde el comienzo de la Segunda (Al-Aqsa) Intifada en septiembre de 2000. Considerando la falta de cualesquiera esfuerzos internacionales concertados, efectivos y oportunos para detener los cotidianos asesinatos, evidentes violaciones del Derecho Humanitario Internacional (DHI), el coste en vidas de civiles sólo puede seguir aumentando..
El fin de semana pasado, sin embargo, el asesinato de una civil por el ejército de Israel en la Franja de Gaza ocupada, dominó los titulares en las noticias internacionales, provocando pesar e indignación en todo el mundo. En este caso la víctima fue una brillante, elocuente y valerosa activista estadounidense de 23 años, Rachel Corrie, estudiante del Evergreen State College en Olympia, Washington, que había estado actuando como observadora del Movimiento Internacional de Solidaridad (ISM, en inglés) en Gaza desde enero. Rachel, como miles de otros activistas de los derechos humanos preocupados y comprometidos de EE.UU., Canadá, Europa, Australia y Japón, abandonó la comodidad y la seguridad de su hogar para enfrentar los considerables riesgos de controlar y disminuir un conflicto crecientemente letal y desmandado..
Rachel fue a Palestina ocupada para testimoniar e impedir las diarias infracciones del derecho internacional por Israel. Al leer sus informes en el sitio web del Movimiento Internacional de Solidaridad, se hace evidente que tenía agallas y madurez superiores a su edad. Día tras día, ella y sus compañeros confrontaron peligros, no cedieron, y jamás dudaron en su compromiso con la protección de los derechos e incluso de las vidas de civiles palestinos vulnerables..
El asesinato de Rachel el domingo pasado no fue la primera vez que sufrió la hostilidad del ejército de Israel. A pesar de los constantes peligros y de la repetida pesadilla de la amenaza por tanques y aplanadoras, que mencionó en escalofriantes relatos en sus correos electrónicos a su madre, Rachel nunca se acobardó o escapó..
Al ser una profesora a la que frecuentemente sus colegas le preguntan, "¿No le da miedo al escribir y hablar tan abiertamente sobre los derechos palestinos? ¿No es insensato meterse con Ariel Sharon?", el coraje de Rachel me da una lección de humildad, y me siento avergonzada por mis colegas estadounidenses que no son capaces reunir la entereza necesaria para ponerse de pie en la relativa seguridad de una sala de clases para decirle la verdad al poder. Evidentemente, no otorgan Ph.D.s por coraje o integridad..
La valentía de Rachel no provenía sólo de su intelecto, sino de algo más profundo: una convicción inconmovible de que todos los seres humanos merecen libertad, seguridad y dignidad. Rachel creía que el Derecho Internacional Humanitario debería ser defendido y respetado en los territorios ocupados, escenario de un modelo bien documentado de abusos de los derechos humanos durante casi 40 años. Una y otra vez Rachel, como otros activistas del ISM, puso su cuerpo en el camino de los instrumentos de una brutal ocupación militar para defender y proteger esos derechos y a los que deberían ser amparados por ellos: los hombres, mujeres y niños palestinos, que carecen todos hasta de la más básica protección de una ciudadanía, ya que también carecen de un estado..
¿De dónde sacó Rachel, que creció en una ciudad pacífica e idílica del Estado de Washington, el coraje para enfrentar a tanques, a los disparos de soldados coléricos y, en el último día de su vida, a una aplanadora blindada Caterpillar D-9 suministrada por EE.UU., que se le acercó, amenazante, más de una vez, antes de atropellarla, aplastando su cuerpo y dejándola mortalmente herida sobre el suelo arenoso de Gaza? ¿Cómo esta joven mujer, que en sus fotos se ve tan delicada y tímida, reunió el valor para desafiar a una máquina militar masiva y bien financiada, con su megáfono en la mano, ordenando a una descomunal aplanadora que abandonara y desistiera de su tarea de demoler ilegalmente otra casa palestina más? ¿Quién le dio a Rachel esa autoridad, ese sentido de que no sólo tenía el derecho, sino también el deber, de decir "no" a las violaciones israelíes de los derechos humanos palestinos? .
El espíritu y los textos del Derecho Humanitario Internacional seguramente motivaron e inspiraron considerablemente a Rachel. Sus propias creencias políticas y espirituales se reflejan en las emocionantes cartas que escribió a su familia y a sus amigos, pero los derechos que estaba tratando de defender, y las bases de su defensa, están claramente codificados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y las Convenciones de Ginebra..
La Cuarta Convención de Ginebra establece claramente reglas para salvaguardar la dignidad y la integridad física de las personas que viven bajo ocupación militar, incluyendo a detenidos y prisioneros. Prohíbe todas las formas de tortura y coerción física y mental, el castigo colectivo, y las represalias contra personas o la propiedad protegidas. También prohíbe la transferencia de partes de la población civil de la Potencia Ocupante al territorio ocupado (como sucede con la política ya afianzada de asentamientos de Israel), la transferencia forzada o la deportación de personas protegidas del territorio ocupado, y la destrucción de la infraestructura pública o de propiedad privada, con la excepción de cuando esa destrucción se hace absolutamente necesaria por operaciones militares..
Aunque el Derecho Humanitario Internacional es violado a diario en todo el mundo, tal como cuerpos de civiles aplastados por tanques y aplanadoras, su espíritu y su visión siguen existiendo, y siguen siendo sorprendentemente inquebrantables y convincentes. Tal vez porque sigue siendo tan necesario, o puede ser porque sus directivas e implicaciones son tan inequívocas: Todos los que han ratificado la Convención de Ginebra saben que tienen no sólo el derecho, sino que, por cierto, el deber, de llevar ante la justifica a los que violan el Derecho Humanitario Internacional, de asegurar la responsabilidad, impedir la impunidad, y defender así por doquier los derechos de los civiles..
Evidentemente, la tarea de respetar y defender el Derecho Humanitario Internacional (DHI) la tienen los firmantes de las convenciones y de los tratados que comprenden este cuerpo legal. En lenguaje legal, son conocidos como "Las Altas Partes Contrayentes". Son estados-nación, no jóvenes mujeres que alzan megáfonos. Es su deber, no el de estudiantes universitarias de Olympia, asistentes sociales de Londres, contadores jubilados de Ann Arbor, o fotógrafos de Madison y de Tokio, asegurar que Israel cumpla con el DHI, y así salvaguardar los derechos y la integridad física de los civiles palestinos que viven bajo una ocupación militar cada vez más dura y despiadada..
Durante los últimos cuatro años, se hicieron dos intentos de convocar a reuniones de las Altas Partes Contrayentes de la Cuarta Convención de Ginebra, con la intención expresa de impedir las violaciones israelíes de las Convenciones, una en julio de 1999 y la más reciente en diciembre de 2001. Además, la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de la ONU han llamado a Israel, en numerosas ocasiones, a respetar las Convenciones de Ginebra en su trato de la gente y de las tierras que ocupa en Cisjordania y en la Franja de Gaza. Fuera de algunos comunicados de prensa informativos, de discursos elocuentes, y de una amplia documentación burocrática, sin embargo, nada ha resultado de estos esfuerzos..
En una declaración oficial entregada a la Conferencia de las Altas Partes Contrayentes de la Cuarta Convención de Ginebra el 5 de diciembre de 2001 en Ginebra, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, de aquel entonces, Mary Robinson, subrayó que:.
"La protección de la víctima debería ser la preocupación prioritaria de la ONU y de sus agencias y programas. Sin embargo, el que no se resuelva el problema fundamental de la ocupación -una ocupación que ha continuado durante más de 34 años- junto con el hecho de que sucesivos gobiernos israelíes no han cumplido con las provisiones de la Cuarta Convención de Ginebra y las normas internacionales de derechos humanos, ha dejado a la población de los territorios palestinos ocupados en una situación de vulnerabilidad, careciendo de protección y expuestos a una amplia gama de violaciones..
"Hay que asegurar la protección a la gente de los territorios ocupados en estricto cumplimiento con la Cuarta Convención de Ginebra... El Artículo 1 de la Convención especifica el deber de las Altas Partes Contrayente de 'respetar y asegurar el respeto de las provisiones de la Convención en toda circunstancia'. Para cumplir con esta tarea, existen mecanismos legales y diplomáticos bajo la Carta de las Naciones Unidas, además de aquellos creados por la propia Convención..
"Quisiera reiterar mi llamado al establecimiento de una presencia internacional de control en los territorios palestinos ocupados. Exhorto tanto a israelíes como a palestinos a trabajar por el fin del ciclo mutualmente destructivo de la violencia y a buscar un retorno a las negociaciones, cuyo objetivo debería ser el logro de la paz mediante una solución justa y durable, conforme a las normas fundamentales de los derechos humanos y del derecho humanitario." .
En ausencia del respaldo de EE.UU., y de la aceptación israelí, para las proposiciones de Robinson, la defensa y la protección de la Cuarta Convención de Ginebra y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos ha caído sobre los frágiles hombros de jóvenes mujeres como Rachel Corrie en la Franja de Gaza y en Cisjordania ocupadas por Israel. Sin el respaldo, el apoyo, y la afiliación de las Altas Partes Contrayentes a esa Convención, Rachel y otros observadores del ISM carecen de los poderes y de la protección necesarios que poseen los ministros de exteriores, los pacificadores de la ONU y los representantes diplomáticos para emprender esa urgente tarea. Pero es gente valerosa como Rachel la que mantiene vivo el espíritu del Derecho Humanitario Internacional, protegiendo su vacilante llama durante tiempos tan tenebrosos como el nuestro..
Rachel Corrie murió por los pecados de todas las Altas Partes Contrayentes de las Convenciones de Ginebra que no han cumplido con sus obligaciones legales de proteger los derechos humanos e impedir la impunidad de los violadores confirmados de los derechos. No debería recaer sobre los hombros de estudiantes de Olympia, Washington, la rectificación de los desastres y tragedias que los estados-nación ayudaron a crear y que tienen la obligación de impedir..
El indomable coraje y la fuerza de voluntad que mostró Rachel al confrontar no sólo a la aplanadora que la asesinó, sino las políticas arraigadas en la impunidad que ésta representaba, son elogiables -más bien, imponentes. Pero sin muestras similares de resolución y coraje de Estados Unidos y de otras Altas Partes Contrayentes de las Convenciones de Ginebra, más civiles palestinos, e, indudablemente, más observadores del ISM, serán asesinados por el ejército de Israel en los días y semanas por venir, ya que se espera que Ariel Sharon aprovechará al máximo las ventajas que le ofrece una guerra de EE.UU. contra Irak, para emprender más operaciones de limpieza étnica en Palestina ocupada.. Ante el rostro de la impunidad . La última cara que Rachel vio, al mirar al conductor en la cabina de la aplanadora que extinguió su tan breve existencia, no fue la de Israel o del pueblo judío. No, fue la cara banal y horrible de la impunidad, la cara del desdén total por el derecho internacional, por la justicia, y la moralidad, una imagen del triunfo del poder sobre el derecho. Una cara inhumana..
Irónicamente, el asesino de Rachel recibió un honor y un privilegio que pocos de nosotros conoceremos en nuestras vidas. Pudo mirar directamente a los ojos de una joven mujer humanitaria de extrema valentía, profundas convicciones, y coraje desinteresado, una persona que, al verse confrontada con la violencia y el odio, se negó a devolver el golpe para salvarse ella o a aquellos a quienes había prometido proteger, sino que se basó, en lugar de hacerlo, en la fuerza pura de su espíritu y de su firme creencia en los sagrados principios del Derecho Humanitario Internacional. Vio la humanidad en su mejor expresión. Ella fue una víctima de la humanidad en su peor momento..
A Rachel no la lloran como a una víctima en Gaza, sino más bien, la celebran y la honran como a una mártir, una shahida, lo que también significa "testigo" en árabe. Aunque Rachel fue a Gaza como una testigo en el sentido convencional, legal, de la palabra, y no tenía la idea o el deseo de morir, ella, como todos los participantes del ISM, sabía que morir o ser herida era una posibilidad concreta. Al dar su vida, sin embargo, se convirtió en una testigo de verdades, principios e imperativos superiores, de la misma manera como los que murieron durante el movimiento por los Derechos Cívicos de EE.UU. en los años 60 dieron testimonio de su fe en la lucha por el triunfo final de la justicia y la democracia..
El cuerpo de Rachel era frágil, no pudo nada contra la aplanadora blindada Caterpillar suministrada por EE.UU.; ha sido quebrantado ahora, su vida extinguida. Los objetivos y visiones por los que sacrificó su vida, sin embargo, son tan fuertes y resistentes como su espíritu, y no son tan fáciles de eliminar. Ojalá que la tragedia de su muerte, y la nobleza y el coraje de su vida, inspiren a las Altas Partes Contrayentes de las Convenciones de Ginebra a cumplir con su sagrado deber y que detengan la impunidad israelí.. 19 de marzo de, 2003
Dr. Laurie King-Irani, uno de los cuatro fundadores de Electronic Intifada, es Coordinadora Norteamericana de la Campaña Internacional por la Justicia para las Víctimas de Sabra y Chatila (www.indictsharon.net). Enseña antropología social en Victoria, British Columbia