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Medio Oriente

10 de febrero del 2003

Mauritania: El hambre, impuesto del pobre

Ricardo Colmeiro
AGENCIA DE NOTICIAS A-INFOS
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Bajo este mundo del dinero y el poder, de la miseria y la servidumbre, nada es lo que parece. Así es que nombres de pompa amable y sonora suelen ocultar realidades pavorosas. Hace muchos años que existe un Programa Mundial de Alimentación (PMA) de la ONU especialmente dirigido a África y también que está nombrado un Comisario mauritano de Derechos Humanos y Lucha contra la Pobreza. Mientras tanto, se recrudece la hambruna en el Sahel mauritano. Desde hace dos años, la desnutrición severa amenaza a más de medio millón de personas y el hambre mata por cientos cada día. Hace siete días, una caravana de decenas de personas esqueléticas caminaba descalza por la región de Aftout, hacia la ciudad. Cinco de ellos se tumbaron a unos pocos cientos de metros de las primeras chabolas y allí se quedaron a morir. Cuando fueron a recoger los cadáveres, pudo verse que una de las mujeres llevaba su hijo muerto, pegado a su pecho seco.

Fábula mauritana de la Autoridad

- "Dame tu bien, no tu mal; y si me das tu mal, dame la fuerza de soportarlo", pide el señor del ganado que vive al sur de Mauritania al dios Todopoderoso Gueno. Pero esta divinidad crea-dora, eterno conservador y destructor de todo lo que habita -roca, búfalo, nube o mujer-, jamás contesta a los humanos, "pues la Autoridad -dice el noble ganadero a sus cautivos-, jamás ha de rendir cuentas a quienes han de sufrir sus decisiones, ora de favor, ora de desgracia. Tampoco pueden hacerlo los espíritus que emanan del cuerpo de Gueno para imponer el capricho de la Autoridad en todas partes, pues es precisamente su inescrutable capricho el barro que mantiene unidas las arenas en la duna, las gotas de agua en el río, las aldeas, obedientes y sufridoras, en el orden inmutable. Así lo establece Kaidara, el "espíritu principal de Gueno", el dios del Oro y el Saber, de la Cultura que perece y la Economía que atesora, ambas manifestaciones de la Autoridad originaria.

Mauritania, la dura tierra

La historia actual -esto es, el orden imperial actuante hoy en día, todopoderoso frente a una de las naciones más pobres del mundo- le dio a Mauritania su mal pero no le concedió la fuerza de soportarlo. Al contrario, desmayan hombres, mujeres y niños en los pedregales del Sahel y mueren sin que nada ni nadie alivie su hambre. Dos tercios de la extensión de Mauritania -más de un millón de kilómetros cuadrados, equivalente a dos veces España- corresponden al desierto del Sahara. Sobre esa yerma geografía viven cerca de tres millones de personas, de diferentes etnias, hablas y estirpes. La mayoría son moros -mestizaje árabe, bereber y otros pueblos-, aunque en el sur se concentran casi un millón de personas negras, también de etnias diferentes: fulani, bambara, soninke, etc. El Norte del país, lindante con el Sahara Occidental y Argelia, y el Este, limítrofe con Mali, son una inmensa región de cega-doras mesetas de arena o piedra, sobre las que casi nunca llueve. Hacia el sur, a medida que el país se acerca al Sahel ("orilla" del desierto) aumentan un poco las precipitaciones, de modo que las familias y grupos pueden sobrevivir nomadeando sus sobrios rebaños en los todavía inhóspitos parajes. Sólo en el extremo sur, a lo largo del río Senegal, fronterizo con el país de este nombre, la vida llega a imponerse con cierta fuerza, de modo que hombres, mujeres y ganado han logrado sedentarizarse en aldeas y vivir del trabajo agrícola. La riqueza marina de su plataforma es bien conocida, pero apenas puede ser aprovechada por los pocos ribereños que llegan a vivir en una costa desoladora de 600 km de longitud, sin apenas agua dulce. Según muchos afirman, esta dualidad Norte / Sur -duro y seco, el uno, más amable y blando, el otro; árabe y musulmán ferviente, el uno, negro africano y de monoteísmo atenuado, el otro- marca significativa-mente la historia de Mauritania, tanto o más que otros factores históricos y culturales. Sin embargo, la crudeza de las relaciones económicas y políticas impuestas por el Occidente ajeno (Francia, en primer lugar, y la fatídica trilogía FMI-Banco Mundial-OMC en la actualidad) a partir de la colonización, tienen la mayor responsabilidad en la tragedia que abruma en la actualidad a más de un tercio de la población mauritana.

Contacto con Occidente

La colonización europea de Mauritania comenzó a finales del siglo XIX. En 1899 el gobierno colonialista francés anunció a las otras potencias europeas -los habitantes de la región asaltada no eran tenidos en cuenta, salvo para ser matados en caso de rebelarse y ser explotados sin piedad si no lo hacían- que sus ejércitos ocuparían el territorio que iba desde la orilla derecha del río Senegal hasta las fronteras de Argelia y Marruecos, al que dieron el nombre de "Mauritania occidental". En 1903 la zona se convirtió en "protectorado militar" francés y en 1920 se le dio el título de "Colonia", en el seno del África Occidental francesa. Al ejército francés le resultó relativamente fácil controlar las poblaciones agrícolas del Sur y ejercer allí -por la fuerza de las armas, combinada con el pacto con las jerarquías locales y tribales- una cierta influencia cultural sobre la población negra. No ocurrió lo mismo con los nómadas del Norte, mucho más reacios a someterse a las exigencias económicas, políticas, sociales o culturales del colonialismo, aunque en todo momento París buscó la amistad de los emires mediante generosas subvenciones "personales".

Atroz colonia e insufrible independencia

En 1960 se da por terminada la colonización francesa y el país accede a la independencia política, tras proclamarse la República Islámica de Mauritania. Sin embargo, el país carecía de la más mínima infraestructura. Ni carreteras, ni ferrocarril, con excepción de un pequeño tramo que enlaza con los principales yacimientos mineros, ni líneas eléctricas ... Francia, que nada había dejado en 50 años de colonialismo para bien de los nativos, quiso seguir tutelando los destinos de la nueva república tras erigirse en "protectora del primer presidente, Moktar Ould Daddah". El descubrimiento cinco años antes de la Independencia de importantísimos yacimientos de hierro y cobre, pareció al principio impulsar a la nueva República hacia el desarrollo industrial, pero muy pronto se revelaron para la mayoría de la población como una pesada carga. De hecho, MIFERMA, la sociedad de capital francés propietaria de las minas de hierro, tenía más poder y medios que el propio estado. No solo proporcionaba el 80% de las exportaciones del país, también ocupaba al 25% de todos los trabajadores asalariados. Las dificultades de la agricultura empujaban a miles de personas hacia las ciudades y muchos de ellos cayeron víctimas del nuevo orden industrial y sistema económico moderno, que desconocían por completo. Paulatinamente bajó la proporción de población nómada, pero creció la sedentaria alojada en paupérrimas kebba (suburbios, literalmente estercoleros) o en los manchones mineros de hierro, cobre y yeso, en los que un ser humano no valía un ochavo y la vida media no alcanzaba los 50 años, víctimas de las durísimas condiciones de trabajo y agrupamiento impuestas por la empresa minera.

La Cultura y el Oro

Moktar Ould Daddah pronto se vio en la necesidad de atender las demandas de las gentes moras del norte; mejor dicho, de los jerarcas más poderosos del norte, pues no conviene olvidar -¡lo que suelen hacer con demasiada facilidad los politólogos nacionalistas y culturalistas!- que estos ricos notables tenían y tienen sometida a la mayoría de la población de su propia estirpe, es decir, a la comunidad haratina, descendiente de los esclavos moros liberados, que representa actualmente la mitad de la población de estirpe árabe-bereber, y un tercio de la población total mauritana. Por otra parte, lo mismo hacen los notables del Sur negro respecto de sus conciudadanos sonkineses o halpularenes.

La crisis del Sahara Occidental "español"

Muchos son los vínculos históricos y familiares del pueblo saharaui con la población mora del norte de Mauritania. Cuando el gobierno español firmó en Madrid los acuerdos para la descolonización del Sahara Occidental, repartió la región en dos trozos. La región norteña de Saguía el Hamra se entregaba a Marruecos, mientras que la región del sur -Río de Oro, en la denominación española- se le cedía a Mauritania. Como es sabido, el pueblo saharaui no aceptó el despojo y reparto de su país, se organizó en el Frente Polisario y libró una dura guerra de guerrillas, tanto contra Marruecos como contra Mauritania. En esas circunstancias de incapacidad para detener los ataques saharauis (llegaron a amenazar la capital mauritana, Nuakchot), Daddah fue derrocado. Siguieron unos años de inestabilidad política en la cúpula, hasta que el 12 de diciembre de 1984 el coronel Ould Taya dio un golpe de estado y se hizo con el poder. Al año siguiente el FMI le otorgó un préstamo de 12 millones de dólares, con el compromiso de imponer a la población un duro ajuste estructural y vestir con el ropaje democrático adecuado la dictadura real exigida por la universal receta neoliberal. El dictador cumplió sus compromisos. Promovió una nueva constitución, restauró nominalmente el multipartidismo (1991), celebró elecciones libres -como no podía ser de otro modo, las ganó el mismo repetidamente-, metió en la cárcel a los disidentes del FMI y cubrió con un manto de impunidad a asesinos reconocidos y funcionarios corruptos como él mismo. Con tales medidas y otras llegó el aplauso de la "comunidad internacional" y también la hambruna.

Programa nacional de lucha contra la pobreza

Mauritania era un país arruinado durante el protectorado, siguió siendo mísero bajo la colonización y continuó del mismo modo tras la Independencia, entre los países más desdichados del planeta. No es pues extraño que el general re-triunfante, Ould Taya, promoviese en 1998 un plan al que llamó "Programa nacional de lucha contra la pobreza" y la pompa encubriese el designio criminal de cercenar cualquier atisbo de autonomía social libertadora, aún a costa de dejar morir de hambre a miles de personas y mantener de hecho el régimen de esclavitud, formalmente abolido pero vigente en amplias zonas del país. Que el resultado final de su plan fuese la hambruna actual era previsible. Del mismo modo que lo es el intento de exculpar a las autoridades y a las recetas del FMI, atribuyendo cínicamente esta tragedia a la última sequía que padece la región del Sahel. Pero no es la sequía la que mata, sino la falta de alimentos, medicinas, viviendas habitables, canalizaciones, control de aguas pluviales convenientes y de organización social solidaria, sustituida por el imperio de la beneficencia privada y las destructivas doctrinas del FMI y el Banco Mundial. Sobre la mísera Mauritania los altos ejecutivos de ambas genocidas instituciones, recomendaron las mismas medidas de ajuste que devastaron Argentina y otros muchos países: liberalización, imperio del mercado, reducción de gastos sociales, privatización de los bienes públicos, suplantación de los derechos sociales universales por la beneficencia graciable y dependiente regida por ONG's humanitarias, sustitución acelerada de la organización social campesina o familiar nómada por la palabrería capitalista sobre "desarrollo", "contabilidad", "créditos a la iniciativa", "agricultura moderna", etc, etc.

El hambre, impuesto del pobre

Bastaron unos pocos años de aplicación a rajatabla de esta doctrina en Mauritania para que cientos de miles de personas agonicen sin remedio en los campos esterilizados del Sahel, aunque el FMI insista hipócritamente en que "la responsabilidad de las dificultades actuales corresponde a la disminución de la demanda internacional por el hierro y el impacto que las desiguales lluvias e inundaciones han tenido en la agricultura", o que debemos reconocer importantes "logros positivos en la política económica del gobierno de Mauritania, gracias a las políticas macroeconómicas y estructurales, incluyendo una posición fiscal sólida, una política prudente con la deuda externa, la adherencia al programa monetario y las reformas estructurales sostenidas".

¿Qué significa toda esta jerga ante la hambruna de la población?

Si el gobierno, vicario del FMI, ha decidido reducir los impuestos sobre la renta privada, ello quiere decir que los ricos pagarán menos impuestos ya que la mitad de la población carece de cualquier ingreso monetario sobre el que pudieran pagar ninguna clase de impuesto. En consecuencia, se renuncia a cualquier criterio redistribuidor de la riqueza que, por otra parte, está siendo obscenamente acumulada en poquísimas manos. Si el gobierno, conforme a las directrices del FMI y banco Mundial, ha de pagar la deuda externa -esto es, el montante que el propio sistema financiero mundial le exigió pedir (y continúa haciendo) para mantenerse en el poder e integrarse en el círculo funesto de los míseros dependientes- sólo podrá hacerlo a costa de acentuar la pobreza de la gente y vender en pública subasta lo poco que queda al país. Sin embargo, Mauritania ha llegado a un grado tal de miseria que nada de lo que ofrece es de interés para ninguna multinacional, pues la pesca en sus aguas territoriales -hasta tiempos recientes consideradas como uno de los caladeros más ricos del mundo- la está perdiendo por la sobreexplotación pesquera; los yacimientos de yeso, cobre, hierro y uranio hace mucho que ya no pertenecen a Mauritania y tampoco el gobierno tiene la más mínima intención de sustituir a los feroces usufructuarios actuales por otros menos ladrones. Y si quisiera hacerlo, tampoco tendría capacidad.

El invierno 2002 - 2003 El Comisario mauritano responsable de Derechos Humanos y Lucha contra la Pobreza regresó a la capital de Mauritania en la segunda quincena de noviembre de 2002. Había estado de viaje en EE.UU, y visitado a los máximos responsables del Banco Mundial y el FMI. "Tanto el Banco Mundial como el FMI -ha dicho- han aplaudido satisfactoriamente los programas aprobados por Mauritania en esta materia" y "felicitan al gobierno mauritano". ¿Qué han aplaudido?: ¡¡¡La reducción del presupuesto dedicado a gastos sociales, con el que se debería dar de comer al hambriento, techo al que vive a la inclemente intemperie, medicinas al enfermo!!! Dos meses después, en la penúltima semana de enero de 2003, el Programa Mundial de Alimentación (PMA) pretende paliar la gravísima mortandad que se anuncia en las provincias del Sahel con una aportación de 5,3 millones de euros y distribuir 13.500 toneladas de alimentos a los habitantes de la región de Assaba, cerca de la frontera con Senegal, y las regiones colindantes de Brakna y Tagant. Esto ayudaría a unas 80.000 personas, de las 600.000 que habría que atender solo en Mauritania, cuando el hambre, que ya afectaba a la región agrícola de Aftout, se ha extendido al valle del río Senegal y a la meseta central. Aún con todo, ni siquiera las 13.500 toneladas previstas pueden ser distribuidos eficazmente al carecer Mauritania de un mínimo sistema de comunicaciones.

Mientras las agencias humanitarias tratan de buscar a contrarreloj recursos que evitan la tragedia anunciada y ya presente, el gobierno mauritano, tras reunirse en varias ocasiones desde el mes de octubre de 2002 con los representantes del FMI y el Banco Mundial, redujo en el pre-supuesto para el 2003 las cantidades dedicadas a aliviar la pobreza y, por el contrario, ofrece estímulos a los ricos urbanos para que continúen produciéndola y acrecentándola. Con absoluto cinismo, el general Ould Taya, el amado del Occidente ruin y asesino convicto por dinero, ha decidido conceder solamente el 0,4% del PIB para luchar contra la pobreza y a los gastos sociales, "a pesar de la disponibilidad de recursos" que han de ser dirigidos hacia otras "inversiones de interés nacional".