Medio Oriente
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23 de diciembre del 2003
Libia: sigue el engaño
Alberto Piris
La Estrella Digital
Bush y Blair parecen decididos a mantener la confusión en la que han intentado sumir a los ciudadanos de todo el mundo para justificar la invasión y ocupación militar de Iraq. Ahora pretenden aprovechar, con el mismo fin, el paso dado por el dictador libio, coronel Gadafi, quien acepta eliminar sus armas de destrucción masiva (ADM). Esto es, sin duda alguna, un dato positivo para reducir las tensiones en el Mediterráneo y no puede ser ignorado ni desestimado. Pero hay que analizarlo desde otras perspectivas para no dejarse engañar una vez más.
Que tras nueve meses de negociaciones tripartitas entre EEUU, el Reino Unido y Libia, este último país declare su intención de deshacerse de sus ADM y de limitar a 300 km el alcance de sus misiles, muestra la capacidad de la diplomacia para conseguir el desarme. Más que de armas en concreto se habla de programas de armamento; en Washington se sospecha la existencia de armas químicas y la voluntad de fabricar armas nucleares en un futuro impreciso. Pero las pruebas aducidas no son más firmes que las que se atribuyeron falsamente a Iraq. Todo parece indicar que Gadafi ha negociado su reingreso en la comunidad internacional a cambio de renunciar a algo que ya no le interesa: las ADM. Si es así, no le han salido mal las cuentas.
El pasado viernes se difundieron en Londres y Washington sendas declaraciones sobre la decisión libia. En ellas es donde, una vez más, anida el engaño. Porque tanto Blair como Bush parecen haber olvidado en sus discursos que, tras atacar ilegalmente a Iraq buscando unas ADM que - según ellos- Sadam se negaba a destruir, han acabado por aceptar como objetivo esencial de esa operación neocolonial la eliminación del dictador y la instauración de un régimen democrático. Nada tuvo que ver Iraq con el terrorismo del 11-S ni era una amenaza mundial por sus ADM, como se ha comprobado.
A la luz de esta realidad hay que valorar el intento de Blair de comparar la voluntaria renuncia libia a las ADM con el desafío iraquí que llevó a la invasión y al apresamiento de Sadam Husein. Dijo que la decisión de Libia "muestra que los problemas de proliferación pueden ser abordados mediante el diálogo y el compromiso, y resueltos por las agencias internacionales responsables". Justo lo que no hizo en Iraq, menospreciando a la ONU de la mano de EEUU y utilizando la violencia de las armas en vez del "diálogo y el compromiso". En tono enfático añadió: "Hemos identificado la amenaza a la seguridad a comienzos del siglo XXI: es la combinación de terrorismo y armas de destrucción masiva". ¿Dónde deja olvidados el dirigente presuntamente laborista los conflictos nacidos de la pobreza, opresión, miseria, subdesarrollo, hambre y demás plagas sociales y económicas que aquejan a la humanidad? ¿No mata el sida más que el terrorismo? ¿Acaso le ha cegado el humo de las Torres Gemelas neoyorquinas hasta el punto de impedirle ver las amenazas reales que se ciernen hoy sobre los habitantes del planeta? Al parecer, Blair contempla el mundo a través de las limitadas anteojeras de Bush. Y no es el único en hacerlo.
Afirmó también Blair: "He hablado con el coronel Gadafi para decirle que a medida que avance el proceso de desmantelamiento [de las ADM] espero desarrollar con él y con Libia una relación productiva". Y dijo: "Los países que sigan ese camino, como verá Libia, encontrarán en EEUU y el Reino Unido unos socios bien dispuestos". ¿Se ha transformado Gadafi en un dirigente democrático? ¿Se le ha exigido algo en este sentido? Nada, que sepamos. No es la democracia real lo que preocupa, como se ve fácilmente, sino la sumisión a los dictados de Washington.
Por su parte, el discurso de Bush, construido con esas frases cortas y elementales, habituales en él -entre las cuales hace una pausa y mira fijamente al auditorio-, estuvo trufado de expresiones engañosas. Basta repasar el curso de los pasados acontecimientos para darse cuenta de que Bush miente al decir: "Obtuvimos una resolución adicional del Consejo de Seguridad de la ONU, que exigía que Sadam Husein demostrase que se había desarmado. Cuando desafió esa resolución, encabezamos una coalición para imponerla". Y es pura propaganda afirmar que "todas las acciones llevadas a cabo por EEUU y sus aliados han enviado un inconfundible mensaje a los regímenes que poseen o buscan armas de destrucción masiva". El mensaje enviado no es el que Bush anuncia, sino el contrario: si poseen ADM no les atacaremos aunque apoyen el terrorismo; miren a Corea del Norte o a Pakistán. Además, si les atacamos, no nos importa cuál sea la disculpa; siempre inventaremos alguna y, repitiéndola machaconamente, convenceremos al mundo de su veracidad.
Bush no pudo evitar lo que es su motivo obsesivo: "En los dos últimos años se ha formado una gran coalición de naciones para oponerse al terror y a la proliferación de las ADM".
Son los dos grandes fantasmas conceptuales que maneja con habilidad y sobre los que nunca entra en precisiones, porque ni sabe ni puede.
Una nueva andanada de engaños se abate sobre los atribulados ciudadanos del mundo. Éstos han contemplado cómo EEUU y el Reino Unido (con el apoyo de países de menor entidad, como España, que aspiran a las migajas que caigan de la mesa) han distorsionado hasta los informes de los servicios secretos para apoyar sus decisiones ilegales. Han comprobado el pertinaz uso del engaño, aunque hayan olvidado algunos de sus momentos más patéticos (recuérdese a José María Aznar en el Congreso español exigiendo fe a sus compatriotas; o a Colin Powell manejando documentos falsificados ante el Consejo de Seguridad). Pero que tampoco Gadafi se crea mucho lo que le dicen: si deja de ser útil, como en su tiempo fue Sadam, no espere mejor suerte que éste.
Alberto Piris es General de Artillería en la Reserva
Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM).