El colapso de Oriente Medio
Gema Martín Muñoz
Paso a paso vamos comprobando cómo la ocupación de Irak forma parte de un ambicioso proyecto de refundación de Oriente Medio basado en intereses exclusivamente israelíes y estadounidenses, y terriblemente arriesgado y peligroso.
En la búsqueda por imponer a cualquier precio ese nuevo orden, se está instaurando como norma el ejercicio de la impunidad, se está jugando con la explosiva alquimia de las identidades y comunidades que habitan en esa región y se está alimentando el odio y la violencia con una rapidez y extensión nunca conocidas en una tierra ya de por sí marcada por una larga historia de tragedias y conflictos. Y, además, la situación está sometida a un círculo vicioso: si Estados Unidos e Israel no logran llevar a cabo con éxito sus objetivos, reforzarán aun más sus acciones militaristas y extremas para lograrlo, y, si van imponiéndose por la fuerza y el doblegamiento de la comunidad internacional, el odio y la violencia reactiva se extremarán. Ambos caminos conducen al colapso y derrumbe de Oriente Medio, con todas las nefastas consecuencias que ello va a arrastrar.
El análisis del proceso que se está desarrollando no podría ser más inquietante. Desde 1991, Washington ha militarizado a los estados del Golfo en el supuesto de que necesitaban ser protegidos del Irak de Saddam Hussein, peligro hoy desaparecido. Ahora mantiene el principio de la amenaza de Irán, cuando, sin embargo, las relaciones entre Teherán, Arabia Saudí y los países del Golfo se han normalizado y mejorado notablemente en los últimos años (en abril de 2001 Riad y Teherán firmaron un pacto de seguridad; la cooperación y las relaciones comerciales crecen con Kuwait y los Emiratos Árabes y, como muy bien saben sus vecinos, Irán ya no es la potencia militar que fue en el pasado).
CRECIENTE INESTABILIDAD
La progresiva conciencia por parte de los ciudadanos de esos países de que la amenaza ya no es real, unida a un sentimiento nacionalista creciente en contra de la presencia militar de Estados Unidos (que, además, acarrea un gasto militar ingente que está acabando con el Estado-providencia del que gozaban), está engendrando una oposición interna que coloca en muy difícil situación a sus gobernantes (como ya les ha ocurrido a los saudíes) y predice futuras inestabilidades y reacciones, incluidas las violentas.
La presión sobre Turquía para que instale tropas en Irak, en contra de la mayoría de la opinión pública turca y de los propios iraquíes, es un ejercicio de gran irresponsabilidad política. Por un lado, es introducir con capacidad de intervención militar a un actor regional que tiene sus propios intereses con respecto a los kurdos, y que son contrarios a las expectativas de autogobierno de los kurdos iraquíes, a la vez que se erige como defensor de los turcomanos iraquíes, cuando la relación entre ambas comunidades está crispada en estos momentos. Asimismo, Ankara pide como contrapartida a los estadounidenses el desarme y entrega de los 5 mil guerrilleros kurdos del PKK -denominado ahora KADEK-, principal partido de los kurdos de Turquía, que están instalados en el norte del Kurdistán iraquí. De entrada, y no es un buen augurio, el KADEK ha puesto fin al cese el fuego que desde hace cuatro años mantenía tras una larga y violenta relación con el Estado turco.
En Irak, Estados Unidos está jugando peligrosamente con la baza comunitarista potenciando reacciones sectarias y trastocando el equilibrio entre sunitas, chiitas y kurdos. Una cuestión es que, por el establecimiento de un Estado ultracentralizado y excluyente, kurdos y chiitas se hallan enfrentados históricamente a los regímenes de predominio sunita que representaban a ese Estado, y otra que haya habido reacciones sectarias entre esas comunidades. Pero ahora Washington está estigmatizando a los sunitas, a los que asimila globalmente con el saddamismo, lo cual está exacerbando los miedos de esos sunitas y favoreciendo su reacción sectaria y violenta; a los kurdos los ha convertido en sus grandes aliados estratégicos consintiéndoles un gobierno arbitrario y excluyente en el norte del país; que está, a su vez, haciendo ríspida la convivencia entre kurdos, árabes y turcomanos; y su relación con los chiitas pende de un hilo, porque, si bien éstos han optado hasta ahora por una no-cooperación no- violenta con los ocupantes, los atentados contra algunos de sus líderes, particularmente el que asesinó a Muhamed Baqr al-Hakim, han producido una reacción chiita unánime, acusando a Estados Unidos de la situación de inseguridad y proclamando que la ocupación se está haciendo intolerable. A lo que se ha sumado entre muchos chiitas un pernicioso sentimiento de sospecha de culpabilidad de esos atentados hacia los sunitas.
Es decir, se está potenciando un proceso interno que puede conducir a la "libanización" del país y a un enorme estallido de la violencia: interior y contra los ocupantes.
PALESTINA ANTE LA "SOLUCIÓN FINAL"
Siria acaba de ser bombardeada por Israel y el mensaje que se le ha trasmitido es que este último país "tiene derecho a defenderse", es decir, que goza de la misma impunidad que se han otorgado los estadounidenses para llevar a cabo ataques o guerras preventivas contra quienes identifican de manera unilateral como enemigos, lo cual es abrir aun más la caja de Pandora. El pretexto fue que bombardearon un campo de entrenamiento de la Yihad palestina. Pero la realidad es que, desde que Washington "avisó" a Damasco de que tenía que saber de qué lado estaba y actuar en consecuencia si no quería sumarse al "eje del mal" y lo que ello significa, el gobierno sirio ha puesto fin al activismo de los grupos palestinos que tradicionalmente ha acogido, incluido Hamas y la Yihad. Al punto de que ha generado una fuerte reacción entre los 500 mil refugiados palestinos instalados en Siria. En realidad, bajo todos los conceptos, la inaceptable acción militar israelí contra Siria ha buscado trasmitir a Damasco el mensaje de que debe someterse al diktat estadounidense y unirse a ese nuevo orden que conjuntamente están poniendo en práctica y, lo que es muy importante, que lo que ha hecho con los activistas palestinos tiene que hacerlo también con el Hizbollá libanés (no olvidemos que Siria "tutela" política y militarmente al Líbano). Hizbollá es una de las bestias negras para Israel y es ahora mismo el actor regional mejor organizado, políticamente más legitimado y verdaderamente independiente de los diktats estadounidenses. Y, además, no ha puesto una sola bomba contra civiles. La destrucción de Hizbollá está sin duda entre las prioridades israelo-estadounidenses del momento, y están dispuestos a todo para conseguirlo, aunque ello suponga más violencia.
En Palestina, la situación no podría ser peor. Israel ha pasado ya a la etapa final para imponer su "solución": destrucción de la Autoridad Nacional Palestina, catástrofe humanitaria, construcción del muro -y no valla-, demolición intensiva de casas, asesinatos selectivos (que son los que se han cargado la tregua y las negociaciones) y una propaganda intensiva para que todo se reduzca y centre en un terrorismo palestino, sobre cuyas causas (la brutalidad de la ocupación militar) se haga el silencio universal y así justifique su apropiación ilegal de los territorios palestinos y el sistema de apartheid para los ciudadanos que allí queden.
El resultado de esta combinación explosiva es cada vez más violencia y desestabilización, y la única manera de contener esa dinámica catastrófica es erradicar las aberrantes causas políticas que la producen y no reducir todo a una aproximación abstracta del terrorismo, como si éste surgiese por generación espontánea, y justificar con ello la inmensa barbarie que es la guerra preventiva y la ocupación colonial.