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Medio Oriente

8 de noviembre del 2003

Editorial de Haaretz
Fuera de Gaza


Haaretz
Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis


El ataque terrorista de las primeras horas de la mañana del pasado viernes en Netzarim, que concluyó con la muerte de tres soldados, dos de ellos mujeres, y con otros dos heridos, hace tangible lo absurdo de Israel al retener la Franja de Gaza. Sería un error examinar el incidente meramente bajo el prisma de una desgracia operativa o de las consideraciones equivocadas del mando e intentar aprender lecciones de ello respecto al despliegue local de las fuerzas de defensa israelíes (IDF). Esto es un fracaso nacional y todos los gobiernos israelíes desde 1967 son parte de él, así como la sociedad de este país que les ha respaldado.

La Franja de Gaza era un área del territorio que fue dejada en manos egipcias después de la Guerra de Independencia. Cayó en manos israelíes tras la Guerra de los Seis Días con sus cientos de miles de residentes, la mayoría de ellos refugiados palestinos.

La Franja de Gaza no tiene un valor sentimental para la cultura nacional, como si lo tiene Cisjordania, sin embargo los gobiernos liderados por el Partido Laborista, y después por el Likud fueron lo suficientemente necios para codiciarla y establecer asentamientos sobre ella, y de este modo crear un compromiso.

Esta fue una empresa colonizadora indefensible que cuesta una fortuna, no ha sido de ningún modo útil al desarrollo del país, causa un doloroso sufrimiento a la población palestina, pone una pesada carga sobre la seguridad de las IDF y presenta a Israel como un estado que infringe injusticia.

Los hechos básicos conducen, ciertamente, a un desafortunado resultado:

1,3 millones de palestinos que en su mayoría viven en condiciones de extrema pobreza luchan con 7.000 israelíes que generalmente viven en espaciosos asentamientos, con el control de un área de 340 kilómetros cuadrados, en medio de un mutuo y constante derramamiento de sangre.

Las IDF invierten enormes recursos y despliegan grandes contingentes de fuerzas para proteger a los israelíes en la Franja de Gaza y sin embrago los colonos de allí y los soldados que les guardan son objeto de ininterrumpidos ataques y asaltos.

En los pasados tres años han sufrido el mayor número, relativamente hablando, de bombardeos, explosiones junto a carreteras, incidentes con tiroteos e infiltraciones en sus asentamientos.

Esta realidad debe cambiar inmediatamente y de una manera drástica:

Israel debe declarar que está evacuando sus tropas de la Franja de Gaza y replegándolas junto a una verja de seguridad a lo largo de los asentamientos del Neguev que lindan con la Franja.

Israel debe evacuar a los residentes de los asentamientos de la Franja de Gaza y ofrecerles una compensación apropiada o tierras alternativas dentro del país donde ellos puedan establecerse y prosperar.

Si, Dios nos libre, los ataques desde Gaza continúan al despertar de tal evacuación, Israel tendría el derecho, por cualquier criterio, de defender su frontera y sus residentes.

Sería mejor si la retirada de la Franja de Gaza se llevara a cabo conforme a un acuerdo con la Autoridad Palestina, como parte de un comprensible anteproyecto para sellar el conflicto para siempre.

Sin embargo, en circunstancias donde ningún progreso diplomático es visible, no hay otra elección sino decidir unilateralmente abandonar la franja. El Primer Ministro Ariel Sharon tiene suficiente poder político y apoyo público para llevar a cabo el movimiento. Si Sharon continúa permitiendo con su decisión que la situación quede como está, con un equilibrio estéril entre ataques sufridos y ataques efectuados, entonces estará sentenciando a los residentes de la Franja, israelíes y palestinos por igual, a continuar revolcados en sangre, dolor, odio y desesperación.

Lunes 27 octubre de 2003