La Jornada - The Independent - Traducción: Jorge Anaya
¿Ahora "palestino" es una mala palabra? ¿O la mala palabra es "árabe"? Empecemos con el finado Edward Said, el brillante y apasionado académico palestino-estadunidense que escribió, entre muchos otros libros, Orientalismo, la obra señera que por primera vez exploró nuestras fantasías occidentales en torno de Medio Oriente. Después de su muerte, ocurrida el mes pasado a causa de la leucemia, Zev Chafets se mofó de él en el New York Daily News con las siguientes palabras: "Como episcopalista, es inelegible para las acostumbradas 72 vírgenes (del paraíso islámico), pero no me sorprendería que lo honraran con un par de mujeres con grado de doctora".
Según Chafets, quien (de acuerdo con el periódico) pasó 33 años "en la política, el gobierno y el periodismo" en Jerusalén, Orientalismo "descansa en una tesis simple: los occidentales son de manera inherente incapaces de juzgar con justicia, o siquiera de entender, el mundo árabe". Said "no hizo volar en pedazos a los marines en Líbano en 1983... y de seguro no voló un avión hacia el World Trade Center. Lo que hizo fue descomponer el radar intelectual de Estados Unidos".
Cuando leí este violento obituario, recordé haber oído antes el nombre de Chafets. Así pues, revolví mis archivos, y apareció en 1982, como ex director de la oficina de prensa del gobierno en Jerusalén. Acababa de publicar un libro en el que hacía la falsa aseveración de que los periodistas occidentales en Beirut -yo entre ellos- habían sido "aterrorizados" por bandas de palestinos. Incluso afirmó que mi viejo amigo Sean Toolan, quien fue asesinado por un marido celoso con cuya esposa tenía un amorío, fue víctima de palestinos disgustados por un programa de la televisión estadunidense sobre la Organización para la Liberación de Palestina.
Entonces entendí. Uno puede patear a un erudito fallecido si resulta ser palestino, o patear a un periodista muerto si uno desea acusar de su muerte a los palestinos.
Ahora, sin embargo, las mismas fantasías enfermas ganan terreno en Australia, donde supuestos amigos de Israel realizan un esfuerzo deliberado por impedir que nada menos que la intelectual palestina Hanan Ashrawi reciba esta semana el Premio Sydney de la Paz. Un escritor judío residente en esa ciudad la ha defendido con valentía, entre otras cosas porque cabilderos pro israelíes australianos parecen haber citado de manera intencionalmente errónea una entrevista que Ashrawi me concedió hace dos años, distorsionando sus palabras para dar a entender que ella está en favor de los ataques suicidas.
Ashrawi no favorece esas acciones perversas, y ha hablado sin temor en contra de ellas. Pero ya la Universidad de Sydney ha retirado el uso de su Gran Salón para la ceremonia de entrega del premio, y la alcaldesa de la ciudad, Lucy Turnbull, ha deslindado a la ciudad, que es una de las patrocinadoras.
Sólo para mostrar a los lectores lo que está detrás de estas acciones -aparte del hecho de que el marido de Turnbull, Malcolm, pretende obtener la candidatura a un escaño en el Parlamento-, veamos el siguiente diálogo entre Kathryn Greiner, ex presidenta de la Fundación Sydney para la Paz, y el profesor Stuart Rees, director de la misma:
KG: "Tengo que hablar con lógica. Es Hanan Ashrawi o la Fundación para la Paz. Esa es nuestra opción, Stuart. Tengo la clara impresión de que si insistes en tenerla aquí, ellos (sic) te destruirán. Rob Thomas, del City Group, está en problemas por apoyarnos. Y tú sabes que a Danny Gilbert (un abogado australiano) ya le han hecho advertencias."
SR. "Debes estar bromeando. Hemos hablado cien veces de esto. Hicimos amplias consultas. Estuvimos de acuerdo en que la decisión del jurado, que se tomó hace más de un año, fue unánime, y en que la apoyaríamos todos juntos."
KG: "No estás escuchando la lógica. El Commonwealth Bank... se muestra muy crítico. No podríamos acercarnos a pedirle apoyo financiero para el Premio de la Paz de las Escuelas. No nos darán apoyo. El sector empresarial cerrará filas. Están diciendo que somos parciales, que sólo hemos apoyado a Palestina."
Hay más de lo mismo, pero el profesor Rees se mantiene firme... por ahora. Igualmente firme se muestra el periodista australiano Antony Lowenstein, de la revista Zmag. Ashrawi, expresa, "ha resistido durante la mayor parte de su vida campañas de odio basadas en insultos y mentiras, de aquellos que tienen la intención de silenciar las voces palestinas..."
Pero ¿cuánto tiempo más durará esto? Ashrawi, según veo, es llamada ahora "una envejecida (sic) y estridente defensora del terror" por Mark Steyn, nada menos que en The Irish Times.
Y se está poniendo peor. La obra de Said está recibiendo ataques en el testimonio que presta ante el Congreso estadunidense el doctor Stanley Kurz, quien sostiene que la presencia de "teorías post coloniales" en círculos académicos ha producido profesores que se niegan a apoyar o enseñar a estudiantes interesados en pertenecer a agencias de inteligencia del gobierno. Por consiguiente, ahora el Congreso propone crear un "consejo de supervisión" -con miembros designados por Seguridad Interior, el Departamento de la Defensa y la Agencia de Seguridad Nacional- que asigne el financiamiento a departamentos universitarios de estudios sobre Medio Oriente a "estudiantes que se preparen para carreras en agencias de seguridad nacional, defensa e inteligencia..."
Como señala el profesor Michael Bednar, del departamento de historia de la Universidad de Texas en Austin: "me indigna y me aterra la posibilidad de que alguien en Seguridad Interior instruya a profesores universitarios sobre cuáles son los libros de texto 'patrióticos' que pueden usarse en clase".
¿Será éste el adiós a la obra de toda la vida de Edward Said? ¿Y el adiós a los premios de la paz para Hanan Ashrawi? ¿El adiós, de hecho, a los palestinos? Entonces sí que el radar se habrá descompuesto de veras.