Fuera de la vista del mundo, se está desarrollando una crisis humanitaria de enormes proporciones en Angola, al huir cientos de miles de personas de las "zonas grises", las áreas que comprenden el 90% del país y que han estado vedadas a los extranjeros, incluyendo a las agencias de asistencia humanitaria y a estructuras médicas civiles.
Muchas personas están muriendo de hambre en las calles. Otros se encuentran en pueblos y centros regionales donde no hay ni comida ni infraestructura médica, y están demasiado débiles para seguir hacia delante. Aquellos que son lo suficientemente afortunados para llegar a las áreas donde pueden llegar las agencias humanitarias aún están en peligro por la insuficiente cantidad de ayuda internacional que ha llegado a la nación africana.
Si no hay una movilización masiva de ayuda humanitaria pronto, pueden morir decenas de miles de personas.
Como parte integrante de un esfuerzo conjunto, iniciado hace 27 años, para derrocar al gobierno del Presidente Eduardo dos Santos y a su movimiento, el MPLA, el ejército rebelde UNITA ha empleado, desde hace mucho tiempo, tácticas de atemorización a través del saqueo generalizado de los pueblos, asesinato de pobladores, incendios de sembrados y colocación de minas terrestres para forzar a la gente a que abandonen sus tierras. Capturados por UNITA, muchos pobladores fueron forzados a vivir en un estado de semiesclavitud, recolectando comida o acarreando municiones para las tropas, y fueron forzados a ir de un lugar a otro, al desplazarse el frente de batalla. Muchas mujeres fueron "casadas" a la fuerza con soldados de UNITA.
Aquellos que huyeron hacia los pueblos controlados por el gobierno se encontraron, sin embargo, que su situación era apenas mejor. El ejército angoleño, que manejaba los pueblos, le dispensaba poca atención, si es que lo hacía, a las necesidades alimenticias y de salud de los civiles, y no destinaba ningún recurso a la construcción de la infraestructura requerida para hacerse cargo del cuidar de la población local. Las emergencias humanitarias eran ignoradas rutinariamente, lo cual resultaba en altos niveles de desnutrición y mortalidad. Quienes eran desplazados a estos pueblos se encontraban tan atrapados como aquellos que estaban en las áreas controladas por UNITA.
Ahora todo esta situación comienza a derrumbarse y se empieza a ver la verdadera escala de la devastación.
El 22 de Febrero, el líder de UNITA, Jonas Savimbi, fue asesinado en una batalla contra tropas gubernamentales. Seis semanas más tarde, el 4 de abril, comandantes de UNITA firmaron un acuerdo de cese de fuego con el gobierno. Desde entonces, la otrora poderosa fuerza rebelde ha comenzado a desarmarse y su control sobre gran parte del país se ha ido diluyendo.
Ahora, nuevamente libres para moverse, los angoleños han salido a las calles, en una búsqueda desesperada por comida y atención médica.
La organización internacional de asistencia médica, Médecins Sans Frontières (Médicos Sin Fronteras) es la única agencia internacional que ha podido armar misiones exploratorias al interior de Angola. La organización ha visitado casi una docena de distintos pueblos y ha sido horrorizada por lo que ha encontrado.
Para juzgar la severidad de la crisis humanitaria, las agencias de asistencia utilizan una medida llamada CMR, la tasa cruda de mortalidad. Una muerte por cada 10.000 personas, por día, es considerada un nivel de crisis.
En los pueblos a los que han podido llegar, equipos de Médicos Sin Fronteras han estimado que los tasas de muertes son cuatro, cinco y hasta siete veces los niveles de crisis.
En Galangue, el último pueblo al que la organización ha podido llegar, sus doctores contabilizaron 31 tumbas recién cavadas, todas en las últimas dos semanas, y estimaron que el CMR es de 5 por cada 10.000 por día.
Una cuarta parte de los niños sufren de desnutrición y otro 18% de desnutrición moderada. Cuatro niños murieron en el primer día de la misión del grupo.
Médicos Sin Fronteras ha establecido un grupo móvil de emergencia en el pueblo y está por comenzar a distribuir comida. Aquellas personas con los problemas de desnutrición más graves están siendo trasladados en camiones a uno de los Centros Terapéuticos de Alimentación de la agencia, en el cercano pueblo de Caala.
Algunos de los trabajadores de la agencia creen que la crisis en Angola está entre las peores con las que han lidiado en una década.
Las pocas agencias que están trabajando en Angola están haciendo un llamamiento por una llegada de emergencia de alimentos y medicinas para poder enfrentar a las decenas de miles de personas que necesitan ayuda desesperadamente.
Pero hasta ahora ha habido poca respuesta de la comunidad internacional, que aparentemente está sufriendo un caso severo de "compasión fatigada" al tratarse de Angola. Incluso agencias de la ONU, como el World Feed Program (Programa de Alimentación Mundial), están arrastrando sus pies al moverse con respecto al problema.
Pero la culpabilidad de la comunidad internacional va más allá del hecho de darle la espalda a la situación actual de Angola. Gobiernos y corporaciones occidentales han estado involucrados desde hace mucho tiempo en la estimulación de la guerra civil angoleña, primero como parte en una cruzada contra movimientos izquierdistas y de liberación nacional y después en un mugriento intento de saquear a uno de los países africanos más ricos en recursos naturales.
Desde que en 1975 Angola obtuvo, tras una larga y sangrienta guerra, su independencia de su amo colonial, Portugal, el país ha sido un centro en una guerra de poderes, más larga y sangrienta aún, en la cual los Estados Unidos y la Sudáfrica del apartheid buscaban contener la propagación del comunismo y las luchas por la liberación nacional. A pesar de (o tal vez gracias a) sus tácticas de atemorización, UNITA era respaldada hasta los dientes con armas, dinero y hasta tropas sudafricanas.
Mientras tanto, Cuba intervino del lado del gobierno izquierdista de MPLA, por considerar que una victoria de un movimiento respaldado por la Sudáfrica del apartheid sería una derrota para los movimientos de izquierda de toda África. En 1988, fuerzas cubanas y del MPLA pudieron derrotar definitivamente a UNITA y a los sudafricanos en la batalla de Cuito Canavale, forzando la retirada sudafricana. Los cubanos mismos se retiraron poco tiempo después, mientras que, al poco tiempo de asumir la presidencia en 1992, Bill Clinton finalizaba formalmente el apoyo estadounidense a UNITA.
Si bien la intervención occidental en la guerra civil angoleña en los 70's y 80's puede haber sido motivada por ideologías y anticomunismo, su intervención en los 90's fue mucho más prosaica. Motivadas por la avaricia, compañías occidentales, sobre todo de las industrias petroleras y de diamantes, han participado voluntariosamente del saqueo de los recursos naturales angoleños.
UNITA se ha mantenido económicamente, durante mucho tiempo, a través de la venta de diamantes, desparramados por el este del país. Técnicamente, las ventas están prohibidas por un embargo de la ONU.
Pero en la práctica, la industria internacional de gemas ha demostrado poco interés en frenar el flujo de estos "diamantes sangrientos". Se estima que el tráfico ilegal desde Angola tiene un valor de alrededor de U$S 500 millones anuales.
Por su parte, el control de MPLA sobre la industria petrolera ha sido tan dañino para la paz como lo es el control ejercido por UNITA sobre el tráfico de diamantes. Aunque alguna vez encabezaron un movimiento genuino de liberación nacional, Eduardo Dos Santos y los líderes del MPLA hace mucho que han abandonado cualquier compromiso con el socialismo y han abrazado el libre mercado capitalista con entusiasmo, enriqueciéndose en el proceso.
Sacando ventaja de la oportunidad de manotear una parte de lo que pronto será la industria petrolera más grande de África, las compañías occidentales, incluyendo a Chevron-Texaco, ExxonMobil y BP-Amoco, han desembarcado en el país - y han corrompido al gobierno con millones de dólares en derechos de explotación y sobornos.
La industria petrolera angoleña produjo beneficios estimados de entre 3 y 5 mil millones de dólares americanos en 2001. Pero poco de esto, si es que algo, se destinó a enfrentar la horrenda crisis humanitaria del país. En un informe emitido en Diciembre, Médicos Sin Fronteras remarcó que "la producción petrolífera en el país se estima en 800.000 barriles diarios... sin embargo (en el pueblo de Cuito) no hay una sola gota de diesel para los generadores del hospital, que son las únicas fuentes de energía en la mayoría de los grandes hospitales." En un informe emitido en marzo, All the President's Men (Todos los hombres del presidente), la ONG Global Witness (Testigo Global) detalló la extensión de la corrupción ("saqueo estatal", según lo llamó) y la complicidad de las empresas petroleras. Estimó que entre 1 y 3 mil millones de dólares americanos, que es entre un tercio y la mitad del total de ganancias estatales, desaparecieron en 2001.
A diferencia de lo que sucede con otros países en desarrollo, las empresas petroleras occidentales se niegan a dar detalles sobre sus pagos al gobierno angoleño. El informe hace un llamamiento por la implementación de regulaciones internacionales de transparencia que apunten a impedir que las compañías puedan actuar de esta manera.
La desintegración de UNITA le da a Angola la mejor oportunidad que ha tenido en una generación de lograr paz y desarrollo, pero ello no sucederá sin la ayuda de la comunidad internacional: primero, para acabar con la crisis humanitaria actual y luego para controlar a quienes saquearían la riqueza del país. Seguramente los angoleños ya han sufrido suficiente.