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Movimientos Sociales

Avatares del turismo activista

Mabel Bellucci

A partir de la revuelta plebeya del 19 y 20 de diciembre de 2001, básicamente Buenos Aires y Rosario concentran la atención de exploradores extranjeros: son turistas con conciencia social, investigadores, académicos, periodistas o estudiantes de doctorados. Algunos caen como paracaidistas y otros vienen con la posta bajo el brazo.
Aunque son pocos, también aparecen los que esconden la ilusión de toparse con el conflicto in situ a la salida de sus albergues como si fuese una performance y formarse parte de la bienvenida.
En sus libretitas anotan absolutamente todo y tratan de pasar desapercibidos en el campo abordado.
Al escucharlos, da la sensación que todo es nuevo, que presencian acontecimientos únicos e irrepetibles. Es posible que una visión romántica los cruza en su búsqueda a no resignarse con lo propio que les suena acomodaticio a la bonanza económica; coptable por el sistema o demasiado contractualista. Ansían encontrarse con paradigmas de la retórica de la Ilustración en adelante que fueron aplastados por la revolución poskeinesiana y que ahora florecen en tierras ajenas por las prácticas y el accionar de los movimientos sociales alternativos y antisistémicos. En tanto que buena parte de la población porteña aunque sea por un instante, quisiera ocupar ese otro lugar de ser un ciudadano de primera si dispone de la nacionalidad de sus ancestros inmigrantes.
Por diferentes razones, América Latina vuelve a ser ese territorio soñado, prometedor del cambio al que no pudo comprometerse definitivamente la socialdemocracia y los partidos comunistas europeos, su estudiantado o su sindicalismo clasista. Antes era Fidel Castro, El Che, Salvador Allende o la Revolución Sandinista y a ahora es el Ejército de Liberación Zapatista; el Foro Social Mundial de Porto Alegre; las rebeliones argentinas; el triunfo de Lula o la embestida contra Chávez.
Nuestro país ya atravesó momentos aventurosos de gloria en clave de resistencia popular romántica: el peronismo montonero, la lucha contra la dictadura militar, la insurgencia del movimiento de Madres de Plaza de Mayo.
Más tarde quedó diluida en el anonimato al ser una integrante más del proceso de transición democrática que se llevaría a cabo en el cono sur a lo largo de la década del ochenta.
Los noventas significaron un reordenamiento de las piezas del damero después de la destrucción de la europa oriental y comunista. La resignación y el oportunismo cundía como clima epocal. Hubo guerras bendecidas por las Naciones Unidas; genocidios étnicos silenciados; desplazamientos ilegales de mareas humanas; expansión de la pandemia del hiv-sida combinados con un acelerado crecimiento económico y acumulación de capital en la centralidad proporcional al acelerado crecimiento de pobreza y exclusión en las periferias.
Pero no todo quedó allí. El norte realizó Seattle; Praga; Génova; Florencia como punto de inflexión y el sur, más precisamente, Argentina a partir del '96 comenzó el alzamiento de los primeros piquetes como un modo inaugural de lucha anticapitalista y después llegó todo lo que sabemos: subversiones callejeras; cacerolazos; asambleas barriales; ahorristas; recuperación de espacios abandonados; autogestión obrera de fábricas y de establecimientos comerciales .
Ahora bien, ¿ qué llama tanto la atención a nuestros exploradores extranjeros? ¿ Qué define lo nuevo en estas protestas: la nominación de piqueteros, asambleístas, cartoneros? ¿O la exposición de los cuerpos y de la impudorosa pobreza? ¿ Cómo es la marginalidad en sus países? ¿Difieren los inmigrantes ilegales africanos, caribeños, asiáticos de los excluidos nativos? ¿ Buscan la configuración de otras ciudadanías? Lo cierto es que existe una necesidad de catalogar las luchas no tan sólo desde la mirada ajena sino también desde la nuestra. Por ejemplo, se impuso en los seminarios, mesas de debate y publicaciones de estudio el cumplir con la modalidad del cuoteo o de la discriminación positiva. Antes, eran las mujeres ahora son los cartoneros, piqueteros, asambleístas, ahorristas, etc.
etc. Las instituciones académica necesitan estar a la páge. No sea cosa que si no lo hacen corran los mismos riesgos que los de la dirigencia política representativa. Se abren agendas, se cruzan datos como si estas referencias movimientísticas fuesen objetos intercambiables y tuviesen un precio simbólico dado por el mercado del activismo.
Después de atravesar determinados circuitos de exposición pública, estas personas cómo vuelven a sus barrios, a sus asentamientos, villas, fábricas? ¿Qué aprovechan y qué descartan? ¿Cómo socializan dentro de sus colectivos esos saberes extraterritoriales incorporados después de un viaje o de una intervención en otros ámbitos? ¿ No cabe la posibilidad de rearmarse otra modalidad de representación a partir de su circulación en medios de comunicación, simposios o foros internacionales? Supuestamente, estos interrogantes develan tensiones no resueltas por las franjas activistas pero también por los movimientos autogestivos de reciente irrupción.