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Latinoamérica

3 de septiembre del 2003

El "internacionalismo" norteamericano y la pobreza en América Latina

Percy Francisco Alvarado Godoy
Rebelión
Gran alboroto ha suscitado el reciente anuncio de la CEPAL en relación con un aumento de la pobreza en América Latina. De acuerdo con el informe titulado "Panorama Social de América Latina 2002-2003", la organización regional augura más pobreza para nuestro continente y, por ende, un empeoramiento de las condiciones de vida de nuestros hermanos latinoamericanos.

Basta analizar algunas cifras para tomar conciencia de la gravedad de la situación:

La pobreza aumentará en América Latina de la sorprendente cifra del 43.4 % a la asombrosa cifra del 43.9 %. Esto significa que, si en el 2002 eran pobres nada menos que 220 millones de latinoamericanos, en el 2003 esa cantidad crecerá aún más.

La indigencia también aumentó. Del 18.8 % existente en el 2001, creció hasta el 18.8 % en el 2002. Lo triste y sorprendente es que se pronostica una elevación hasta el 19.4% en el 2003. De acuerdo con estos fríos números, las personas incapaces de cubrir sus necesidades básicas para vivir aumentarán aún por encima de los 95 millones de ciudadanos.

Causa rabia, a su vez, que la mitad de los pobres en nuestro continente sean niños y adolescentes, en correspondencia con un informe dado a conocer el 7 de febrero del presente por el Centro de Investigaciones de la UNICEF. En correspondencia con este informe, el 59 % de los niños de 0 a 12 años son pobres, ocurriendo lo mismo con el 51 % de los situados entre 13 y 19 años de edad y el 35 % de los mayores de veinte años de edad. La verdad golpea con toda su crueldad: más de la mitad de nuestro futuro está condenada a la pobreza antes de nacer.

Este preocupante y desolador panorama es el resultado de la permanente expoliación de las riquezas de nuestros países por parte del imperialismo, en contubernio con las burguesías nacionales y acrecentado aún más con las recientes aplicaciones de fórmulas neoliberales. Es, a la vez, la causa del incontrolable descontento social existente en la región y cuyas consecuencias resulta difícil predecir.

El poderoso vecino del Norte, principal responsable de estos males que padece América Latina, aún recurre a frases altisonantes y cargadas de falsedad para mostrar "su preocupación" por los que sucede al sur de sus fronteras. Kim R. Holmes, Secretario Adjunto para Asuntos de Organizaciones Internacionales del Departamento de Estado norteamericano expresó: "La paz, la prosperidad y la libertad -estos son los principios fundamentales que alimentan la forma singular de política exterior conocida como internacionalismo norteamericano". Irrita, por supuesto, tanta falsedad y la creencia de la Casa Blanca de que nuestros pueblos pueden seguir siendo engañados con esta verborrea.

El propio funcionario norteamericano se complace en proclamar que el internacionalismo norteamericano "no es proteccionista ni expansionista", a la vez que está dirigido a "promover oportunidades". Tales falacias, contenidas en su artículo "El internacionalismo norteamericano promueve libertad, democracia y desarrollo", aparecido el boletín electrónico del Departamento de Estado correspondiente a agosto del 2003, no es capaz de convencer a nadie. ¿Qué oportunidades puede promover Estados Unidos en América Latina cuando la pobreza aumenta incontrolablemente? ¿Qué desarrollo pueden experimentar nuestras naciones si su riqueza es robada por los mismos que "se preocupan" por la situación de deterioro de sus economías? ¿Qué oportunidades pueden esperar hoy por hoy los más de 95 millones de indigentes que sobreviven a duras penas en Latinoamérica?

No cabe la menor duda que las falsas preocupaciones, sin embargo, tienen algo de realidad para los Estados Unidos, plenamente interesados en mantener una retaguardia segura mientras se lanzan descontroladamente a sus aventuras por dominar al mundo por la fuerza. La erupcionante realidad latinoamericana de hoy puede afectarlos y ellos, desde luego, harán todo lo posible por impedirlo. La aparición de gobiernos progresistas en Venezuela, Argentina y Brasil preocupados por liberarse de las ya arcaicas relaciones carnales con EE UU, los esfuerzos de crear mecanismos de integración alternativos y más justos frente a los esfuerzos anexionistas del ALCA, el desarrollo acelerado de los movimientos sociales en la región y la existencia de Cuba como modelo de desarrollo diferente, tienen que preocupar a los moradores de la Casa Blanca. Prueba de ello son, sin lugar a dudas, las recientes declaraciones y medidas adoptadas por los representantes de la administración norteamericana en los últimos meses.

La actual administración norteamericana está interesada en diseñar una nueva estrategia de acercamiento hacia América Latina, encaminada a reforzar sus mecanismos de dominación en la región. Por ello, retomando la idea bushiana de convertir esta centuria en "el siglo de las Américas", se han preparado diferentes estrategias encaminadas a frenar la naciente ola de descontento que sacude al continente y revertir este proceso a favor de los objetivos de EE UU.

En mayo último, el recién estrenado Secretario de Estado Adjunto para los Asuntos del Hemisferio Occidental, Roger Noriega, entonces representante permanente ante la OEA, declaró ante el Senado norteamericano: "es imprescindible que pongamos atención a la estabilidad y seguridad en los países vecinos también", ya que (…) "la prosperidad de Estados Unidos depende de la presencia de gobiernos sólidamente democráticos y transparentes en el Hemisferio Occidental".

La estrategia norteamericana abarca un conjunto de medidas de largo alcance entre las que sobresalen el establecimiento de un Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) y el programa de la Cuenta del Reto del Milenio.

Los esfuerzos norteamericanos de implementar el ALCA mediante la conclusión de las negociaciones en enero del 2005 y de su puesta en vigor ese mismo año, están encaminados a establecer los mecanismos necesarios para mantener su dominación en la región, subordinar aún más las economías latinoamericanas al poderoso Norte y convertir a nuestros países en consumidores obligados de sus productos. El ALCA, está demostrado ya con la experiencia mejicana, aplastará a los productores nacionales en beneficio de los norteamericanos y agudizará el desbalance comercial existente actualmente.

Por su parte, "la zanahoria" ofrecida por Bush mediante el programa de la Cuenta del Reto del Milenio, no es más que una supuesta ayuda al desarrollo de aquellos países que cooperen con Estados Unidos, favoreciendo a su actual política internacional. Según expresó Colin Powell, Secretario de Estado norteamericano, el pasado junio, ante las sesiones de la Asamblea General de la OEA, celebrada en Chile, la Cuenta del reto del Milenio representaría la mayor ayuda norteamericana al exterior desde el Plan Marshall. De esta manera, EE UU aportaría 5 mil millones de dólares en ayuda exterior. Sin embargo, está demostrado que la Casa Blanca no ofrece plata sin poner condiciones y Powell declaró al respecto: "La Cuenta del reto del Milenio sólo será para los países que se gobiernan con justicia, invierten en sus pueblos y favorecen la libertad económica". En simples palabras, quedarán excluidos de la MCA todos aquellos países que sean bien vistos en términos políticos por la actual administración yanqui.

Todos estos hechos, como hemos analizado, explican el interés actual de Estados Unidos por América Latina, evidenciados en una estrategia cada vez más activa encaminada a reforzar sus mecanismos de dominación y control en la región, en un contexto en que el aumento de la pobreza anuncia un incremento del descontento social, de la toma de conciencia en nuestras naciones expresada por la oposición al neoliberalismo y la búsqueda de mecanismos de integración más justos, así como de un marcado y creciente antiimperialismo.

La preocupación del internacionalismo norteamericano por Latinoamérica no descansa, por tanto, en la buena fe, sino en el deseo de contrarrestar los aires de justicia social que se empiezan a sentir en nuestras naciones, cada vez más pobres, pero más interesadas en la búsqueda de soluciones.