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Latinoamérica

10 de septiembre del 2003

Los temas tabú de Cancún
El librecambismo que auspicia la OMC requiere una moratoria: sólo beneficia a los ricos y perjudica a los pobres encadenados a la deuda

Bernard Cassen
El Periódico de Cataluña
La quinta conferencia ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que se inicia en Cancún mañana, miércoles, 10 de septiembre, y que sigue a la de Doha (noviembre del 2001), no tiene ninguna vocación de cerrar las negociaciones en curso sobre ningún asunto concreto, sino de hacer saber al mundo si va a proseguir o no el proceso de liberalización de los intercambios de bienes y servicios y, si la respuesta es afirmativa, a qué ritmo.

Se trata esencialmente de hacer un gesto político, y las reglas de funcionamiento de la OMC quieren que se haga por consenso entre los 146 estados miembros. Y aquí es donde empiezan las dificultades, pues las posturas sobre cada uno de los grandes asuntos son contradictorias entre algunos estados o grupos de estados.

Ciertas cuestiones interesan más particularmente al sur, otras al norte y otras no recogen ninguna divergencia relacionada con las diferencias de desarrollo.

PARA QUE Cancún tuviera la menor posibilidad de éxito debía darse una condición previa: la concreción del acuerdo adoptado en Doha sobre el acceso de los países pobres a los medicamentos genéricos de lucha contra el sida y otras pandemias. Tras haberlo obstaculizado, solo contra todos durante casi dos años, bajo la presión de sus lobis farmacéuticos, Estados Unidos acaba de adherirse al mismo. Pero ha impuesto tales condiciones que el acuerdo corre el riesgo de ser difícilmente aplicable, como denuncian todas las organizaciones no gubernamentales humanitarias.

Los otros dos principales asuntos (agricultura y lo que en el argot de la OMC se suele denominar los nuevos temas o los temas de Singapur: inversión, competencia, mercados públicos) van a ser objeto de un ejercicio de trueque donde cada bloque exija concesiones sobre lo que le interesa antes de soltar el lastre que pidan sus interlocutores.

Para los países del sur, de los que la India es el portavoz, no se trata de ampliar el ámbito de las liberalizaciones --de las que el norte será el único beneficiario-- a una multitud de servicios (que se examinan en el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios), y todavía menos de los "nuevos temas", sino de si Estados Unidos y la Unión Europea renuncian o no, a corto plazo, a sus subvenciones directas o indirectas a las exportaciones de productos agrícolas. Estas exportaciones subvencionadas son una calamidad para los campesinos de numerosos países del sur, incapaces de hacer frente a este dúmping. Así pues, hay que ir mucho más allá de la posición común recientemente adoptada por Bruselas y Washington, y exigir pura y simplemente su supresión sin ninguna contrapartida.

Una actitud así no conduce a dar sistemáticamente la razón a los gobiernos, principalmente a los del sur, que, al contar con condiciones geográficas de producción privilegiadas, reclaman un acceso sin límites de sus productos agrícolas a los mercados del norte.

Muchos de ellos --y en particular Brasil-- exportan alimentos, mientras que una parte importante de su población está desnutrida. ¿Y por qué esta aberración? Porque necesitan divisas para honrar las obligaciones de la deuda. Así pues, la anulación de esta deuda (por otra parte, ya pagada varias veces) constituye una medida previa a toda reorganización de los sistemas de producción alimentaria dirigidos al consumo interior.

LA DEUDA sólo será uno de los temas tabú de Cancún, siendo los otros la contradicción entre el derecho comercial y el respeto de las normas sociales y medioambientales, así como la utilización de las fluctuaciones del dólar como arma de Estados Unidos en la guerra comercial. De hecho, el problema fundamental que se plantea es el del mismo principio de librecambio entre economías de niveles muy diferentes, pues es bien sabido que empíricamente este librecambio sólo beneficia a los fuertes.

Por esta razón se impone una moratoria sobre todas las medidas de liberalización del comercio, hasta que no se haya efectuado un balance de los resultados de las políticas de la OMC desde su creación en 1995. Esto es lo que oficialmente pide en Francia el Comité Económico y Social cuando reclama una evaluación "de las consecuencias, al margen de las comerciales, de los acuerdos de Marraquech y de su impacto sobre el crecimiento económico, la reducción de las desigualdades entre países en función de su nivel de desarrollo, el empleo, el reparto de las actividades productivas entre los territorios, el medio ambiente y la aplicación de las normas sociales". ¿Qué gobierno recogerá esta idea en Cancún?

* Periodista y director general de Le Monde Diplomatique
Traducción de Xavier Nerín