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Latinoamérica

22 de septiembre del 2003

¿Derrota o victoria en Cancún?

Antonio Doctor
Rebelión
En principio, victoria. Cualquiera puede adivinar que un acuerdo en la actual correlación de fuerzas entre ricos y pobres habría sido una victoria para los primeros. Pero la aparición del grupo de los 21 ha venido a repartir de nuevo las cartas, abriendo nuevos peligros para los ricos y también nuevas posibilidades para retomar la iniciativa. Para mí tengo que la OMC, en su existencia era una concesión a los pobres. Nunca, en la historia del capitalismo, sea al nivel que sea, desde una fábrica hasta el mundo entero, han sido los capitalistas (o sus guardaespaldas, sea en la fábrica sea en el Estado) partidarios de negociar con el enemigo organizado, sea el sindicato en la fábrica sea algo así como los 21 de Cancún. Siempre ha buscado la separación, la división y la negociación "bilateral", como se llama hoy, para explotar las inevitables diferencias entre sus contendientes.

En este sentido pues, el "fracaso" de Cancún puede incluso ser saludada por los ricos para legitimar sus deseos de dividir a los pobres e iniciar una abierta política de buscar acuerdos por separado, "bilaterales". El campo está abonado en la medida en que la mayor parte de los integrantes de ese grupo no piensan, ni de lejos, salirse del concierto de los defensores de la "economía de mercado". Pero la "economía de mercado" está en el origen de las actitudes y la intransigencia de los ricos. Por lo tanto, en esencia, no puede decirse que sus representantes y los de los países ricos son enemigos. Incluso es de esperar que más de uno de ellos haya participado en el grupo solamente con el fin de arrancarle alguna migaja más a los ricos chantajeándoles con la amenaza de "los 21".

Solo puede considerarse una victoria por parte de los pobres si el desacuerdo y la formación de los 21 se entiende como un punto de partida para poner en cuestión la existencia misma de la OMC y se buscan soluciones alternativas a partir de esa efímera unidad de los 21. Hay una base objetiva para ello, y es la deuda de los pobres con el FMI. El último acuerdo con Argentina, así como las operaciones de "salvamento" en los últimos años de Rusia, Méjico, Corea y Brasil dejan a las claras la imperiosa necesidad de los ricos de mantener a los pobres (aunque haya que rascarse el bolsillo de vez en cuando) endeudados e impedir que se produzca una suspensión de pagos que podría causar un efecto dominó cuando se pusiese de manifiesto que no se ha acabado el mundo porque un país ha dejado de pagar. Recuérdese las prisas por acabar con el gobierno de Alán García en Perú.

Supongamos que Argentina, por ponerla como ejemplo, deja de pagar la deuda y empieza a fomentar un desarrollo autárquico, potenciando las cooperativas, las pequeñas empresas, etc. y volcándose a obras de infraestructura y a satisfacer su mercado interior. Los ricos le podrían hacer un cerco, como a Cuba, y negarle el pan y la sal. La moneda caería, la inflación aumentaría, y toda las plagas que se quieran agitar, pero sería un mercado perdido para los ricos, que están babeando por poder introducir sus productos manufacturados para las clases medias de esos países. Como el trabajo es lo que crea la riqueza (es lastimoso que eso se olvide tan fácilmente) lo más seguro es que, más pronto o más tarde crecería el empleo y el consumo y se entraría en un proceso autoalimentable. Esta simple reflexión nos pone de manifiesto la necesidad que tienen los países ricos de mantener esa clase media fascinada con los productos importados, que es la que garantiza el mantenimiento de este status quo. Una clase media feroz en la defensa de esos privilegios que ha alcanzado, que solo lo son si se contrasta su nivel de consumo con el de la masa de pobres (y negros, y cholos, y sucios, y analfabetos) que les rodea y a los que puede humillar diariamente. Su miserable satisfacción está en el origen de la deuda y es el "mercado" que quieren satisfacer los países ricos con su "liberalización de los mercados", metiéndoles por los ojos lo "ultimo" de los mil y un cachivaches que inventa constantemente la industria al servicio de los ricos. Mantienen y agravan la deuda porque para comprar todo lo que consume esa gente hay que pagarlo en dólares, que hay que sacarlos de algún sitio.

No me cabe ninguna duda de que una suspensión del pago de la deuda concertado entre varios países o desde un país con un efecto dominó, sería un golpe brutal para los países ricos mucho antes que para los pobres. Lo que lo impide es el hecho de que son sociedades de clases, sociedades donde también hay ricos y pobres y esa lucha interna (si no hay lucha abierta hay pugna y hay sobre todo una situación de permanente tensión) es la que impide a las clases dominantes de esos países dar el paso de negarse a pagar la deuda. Una recuperación económica lenta tras ese paso requeriría compartir el poder con los sectores más progresistas, con el peligro de poner en marcha un proceso revolucionario imparable.

En este momento, el paso de haber creado los 21 ofrece perspectivas que hay que estudiar. Aunque nos llamen utópicos, podemos hacer volar la imaginación para apuntar caminos, quizás impracticables. Por proponer que no quede. Hay perspectivas porque las clases dominantes de los países pobres se encuentran bajo una presión de sus pueblos que crece día a día, y la aparición de los 21 es una prueba de ello.

¿Sería posible poner en pie un aparato financiero entre los países pobres para ayudarse entre si? ¿Sería posible consolidar los 21 a través de reuniones periódicas para buscar formas de intercambio de mercancías sin la intervención de las mafias financieras que marcan los precios internacionales de las materias primas? No nos es ajeno que en muchos productos agrícolas son competidores y ese es uno de los flancos débiles que usan los ricos para enfrentarlos. Los estudiosos que tengan muchos mas datos en la mano de los que yo tengo pueden darle al magín y aportar ideas. Y si los 21 se van al garete en poco tiempo, al menos que se queden en público en pelotas y que muestren lo pobres que son los ricos que hay en los países pobres.