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Latinoamérica


17 de agosto del 2003

Venezuela: La desinformación mediática causa estragos en el exterior

Diógenes Carrillo
Rebelión
La desinformación, o más bien la guerra mediática desatada por los actores económicos de la oposición nacional, han hecho estragos en mucha gente, pero fundamentalmente en aquellas personas que viven fuera de nuestro país, venezolanos o no, quienes la única información que reciben es la que envían hacia el exterior los llamados "cuatro jinetes del Apocalipsis". Esa es una de las razones por las cuales se hace tan difícil la captación de inversiones extranjeras para nuestra patria, como también se dificulta el mejoramiento del nivel riesgo-país de Venezuela.

La campaña de terrorismo mediático que padecemos los venezolanos data ya de unos cuantos años, desde la campaña electoral del año 97, cuando todos se empeñaron en satanizar la figura del entonces candidato presidencial, Hugo Rafael Chávez Frías, asegurando cualquier cantidad de desgracias para el país si Chávez llegaba a ganar, cual si fuesen profetas del desastre o pájaros de mal agüero. Son los mismos que hoy se agrupan en la llamada Coordinadora Democrática, que más que coordinadora es conspiradora y muy por encima de lo democrática, resulta demoniática.

Hemos opinado que en Venezuela no hubo golpe de estado en abril del 2002 ni hubo golpe petrolero en diciembre-enero últimos, sino que el país viene sufriendo de un golpe de estado sostenido y continuo, orquestado por el gran poder económico (nacional y transnacional), cuya punta de lanza ha sido el poder mediático diversificado en cuatro vertientes: las plantas televisivas, las emisoras radiales, los medios impresos y las agencias de publicidad. Ahora, que en ese interín han logrado levantar dos picos, primero con el movimiento militar de abril y luego con el saboteo petrolero de diciembre-enero, es cierto, además que estuvieron a punto de levantar otro pico mediante el intento de golpe alimentario de hace un par de meses y ahora tratan de lograrlo en el área de la salud pública, pero en definitiva hemos sufrido un único y sostenido golpe, desde que se aprobaron las 49 leyes habilitantes hasta el presente. En principio, toda la colectividad cayó por inocente con aquella campaña mediática de principios del año pasado que convenció a buena parte de los venezolanos de la villanía de nuestro Presidente, al extremo de producirse una enorme disparidad numérica el 11 de abril de 2002 cuando la diferencia cuantitativa entre quienes marcharon a Miraflores a pedir la renuncia presidencial y quienes se apostaron en las cercanías de Palacio a respaldar a Chávez, resultó abismal: quinientos mil en contra y apenas cincuenta mil a favor.

Desde entonces las cosas han cambiado ¡y de qué manera!. El primer factor que impactó negativamente a la colectividad nacional respecto a las verdaderas intenciones de quienes quieren sacar a Chávez a como dé lugar para ponerle la mano al coroto, fue aquel atroz decreto en el que abolieron hasta el derecho a respirar, por cierto muy parecido al tema de Rubén Blades "Prohibido olvidar"; también causó muy mala espina la autojuramentación de Pedro El Breve, así como aquella razia humana que desataron con allanamientos y atropellos contra todo el que estuviera identificado con el proceso revolucionario, materializados en principio contra el Ministro Rodríguez Chacín, el Diputado Tarek William Saab y el Gobernador de Táchira, Ronald Blanco La Cruz; otro de los factores que permitió a muchos abrir los ojos fue aquella conferencia ofrecida en una universidad aragüeña por el corresponsal peruano de CNN en Venezuela, Otto Neustald, quien explicó que ya el 10 de abril, con no menos de 24 horas de anticipación a los dolorosos sucesos de Puente Llaguno y sus alrededores, a él le habían anunciado que se iban a sublevar unos militares y que habrían muertos.

También convenció a mucha gente de la farisaica actitud de los opositores, el criminal paro petrolero de diciembre-enero en el que jamás se sensibilizaron ante el terrible daño económico que le estaban causando al país en general y a cada miembro de la colectividad, en particular, al dejarla sin gasolina y sin gas, en principio, y luego sin muchos insumos por falta de transporte. Otro factor que hizo abrir los ojos a mucha gente fue la irresponsable actitud asumida por los líderes golpistas que daban los "partes de guerra" televisados diariamente a las 6 de la tarde, cuando un buen día, sabiéndose ya perdidos comenzaron a evadir responsabilidades diciendo cosas como "nosotros no hemos convocado nada", "yo nunca dije nada contra Chávez" y cualquier cantidad de excusas más.

Estos factores hicieron que en nuestro país las cosas cambiaran diametralmente, al extremo que ya muchísima, gente no cree en los medios privados. Se trata de una aseveración algo difícil de demostrar en radio y televisión, pese al desmesurado crecimiento de aquel 2% que Marcel Granier le asignó al Canal 8, pero fácilmente palpable en los medios impresos, los cuales tienen muy pocos anunciantes, se venden cada vez menos y han sido invadidos por un raquitismo (¿o una escualidez?) que ha llevado a El Universal y El Nazional de 4 y 6 cuerpos, apenas a los 2 que imprimen en la actualidad; así mismo, el diario El Mundo presenta un volumen casi risible, de sólo 12 páginas repartidas en dos cuerpos, mientras su hermana Últimas Noticias ha mantenido su fisonomía y circulación, gracias al criterio ético y profesional de un gran periodista como Eleazar Díaz Rangel, su director, quien sin estar identificado con la línea gubernamental tampoco ha caído en la oposición a ultranza de los otros diarios que han asumido roles de frontal oposición político-partidista.

LA CARA EXTERNA En el exterior del país, sin embargo, la situación es otra. Allá no existen Últimas Noticias o Panorama, capaces de establecer un balance impreso, como tampoco una Radio Nacional de Venezuela que compense medianamente la atroz campaña radial, ni una Venezolana de Televisión que sirva como muro de contención ante el aluvión de mentiras de las televisoras particulares.

Esto hace que alguna cercanía con la verdadera situación que se vive en Venezuela, sea mucho más difícil en el exterior. Las personas que se interesan desde fuera por conocer lo que realmente acontece en la patria de Bolívar, son atrapadas rápidamente por esa maraña de mentiras que han tejido los medios. Caso elocuente es el del pelotero de Grandes Ligas Miguel Cairo, quien recientemente declaró al colega periodista Juan Vené, en alguna ciudad estadounidense donde se presentaban los Cardenales de San Luis, equipo para el que juega, que le gustaría jugar en Venezuela pero lo atemorizaba la posibilidad de decir algo que molestase a Chávez, lo que según él implica el riesgo de ser víctima de un asesinato que luego sería presentado como un accidente. De inmediato, Cairo recibió una verdadera avalancha de llamadas telefónicas y mensajes por Internet siendo fuertemente criticado no sólo por fanáticos comunes y corrientes, sino también por amigos y familiares que le reclamaron su desapego a la verdad.

Miguelito Cairo, el insigne "utility" de Anaco que se desenvuelve aquí con los Cardenales de Lara tras comenzar su carrera con los Leones del Caracas, es una víctima más del terrorismo mediático desatado por el gran poder económico que adversa a Chávez. Ahora, después de su metida de pata inducido por la desinformación que le dejaron los medios tradicionales, sabe que en Venezuela sobra quien ofenda al Presidente y no sólo no hay asesinatos disfrazados de accidentes, sino que ni siquiera hay detenidos; ya sabe que hay quien se da el dudoso lujo de mentarle la madre al Presidente por televisión y que, a su vez, ese canal tiene el toupé de repetir la mentada de madre cualquier cantidad de veces, todo ello sin que uno y otro reciban sanción alguna ni sean objeto de persecución.

¿Y saben que es lo más grande de todo esto?... que Cairo se enteró de nuestras realidades porque la propia gente que lo quiere, sus seguidores beisboleros, sus familiares y amigos, le hicieron ver cuál es la verdadera situación que se vive en nuestro país. Así es esta Revolución que vivimos: pacífica, democrática, bolivariana y, lo más importante, participativa y protagónica.