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Latinoamérica

LA DECEPCION CON UN GOBIERNO ARRODILLADO

Por: Zanini H.

Durante la campaña electoral del 2002, algunos no podían entender cómo sería posible para el gobierno Lula atender a intereses tan amplios y distintos. No entendían que magia haría el PT para atender a los intereses de latifundistas y del MST, por ejemplo.
Delante la duda, desarrollaron la alquimia de un pacto social. Según esa teoría, bastante divulgada por nuestros medios oficiales, deberíamos todos juntarnos en una gran movilización patriótica de apoyo a todo lo que nos fuera metido garganta abajo por el nuevo gobierno - aunque eso nos cause mucho dolor.
Delante el espectáculo deprimente lulista para aprobar - durante la madrugada - materias que son de interés exclusivo del FMI, de los bancos y del capital internacional, nos vemos aplastados por la fuerza de las élites brasileñas, comprometidas con el tiburonato financiero.
La trampa de un dicho 'pacto social' que se dedica exclusivamente a atender intereses de una minoría nos lleva a la conclusión histórica, que siempre, en una alianza entre un excluido y un representante de las clases dominantes, al excluido restarán las cáscaras, los huesos y las sobras del banquete. Tal vez también alguna servilleta sucia para lamer.
Las reformas, la represión policíaca y militar constante a los manifestantes y el autoritarismo de miembros del gobierno que vomitan la suprema sabiduría de saber lo que es bueno para nuestra gente (cortar sueldos y jubilaciones es bueno para nuestra gente?) muestran a quien están sometidos aquellos que gobiernan el país como se fuera un inmenso supermercado dedicado a obtener ganancias a cualquier costo.
A esas alturas, con pocos meses de gobierno, Lula pierde la credibilidad, ensucia su historia y se alía cada vez mas a aquellos que les importa un pepino el país y mucho más con los mercados y con el FMI.
Un pacto social presupone la existencia de grupos adversarios, no de grupos enemigos. Y los grupos que se dedican a desarrollar políticas que generan más hambre y más miseria en nuestro país no son solamente nuestros adversarios. Van mucho más allá de esa clasificación. Son enemigos que se esconden detrás de tropas militares feroces y armadas, que imponen la miseria, que desaparecen con derechos, que desean el país dirigido como una Sociedad Anónima, dedicada full time en llenar el dólarducto con el cual abastecemos los tiburones de Washington.
Mientras tanto, por todo el país la miseria y el desempleo llevan a las personas al desespero - el hambre que humilla, la inseguridad que mata, el desempleo que destruye familias - los señores que se ocupan en entregar el país elaboran políticas cada vez más genocidas. Tratan de construir un país-paraíso para ellos. Donde todo funcione como desean. Sin jamás consultar a la sociedad que los sostiene, imponen sus políticas más apretadas, de más falta de respeto, de más humillación.
Atravesamos una época, decepcionante, cuando se puede concluir que la pobreza de millones es irrelevante delante del bien estar de pocos.
Trabajadores de la iniciativa privada deberían en ese momento preocuparse con el aplastamiento de los derechos de los servidores públicos. Los servidores, miles y miles de ellos, son los responsables de la vez, según el gobierno caníbal de Lula. Culpados, pagan el precio por media docena de privilegiados que disfrutan de las riquezas de un Estado vil y opresor. Los trabajadores privados, como es lógico concluir, serán los próximos, pues la avidez por resultados positivos financieros no se acabará con la extinción de los servicios públicos por la opresión o por el proceso de privatización de nuestras empresa y riquezas.
Gobierno, medios y élites se esfuerzan por mostrar que Brasil camina para una hecatombe caso no sean aprobadas todas las reformas neoliberales deseadas por los mercados. Se olvidan de informar quienes son la hecatombe. Son ellos la hecatombe. Son nocivos. Nos cuestan caro y nos imponen la tristeza.
Negociar con el poder, desde nuestra posición de 'no-banqueros', 'no mega-empresarios' y 'no-latifundistas' y por lo tanto 'no-élites', es una pérdida de tiempo. Es una ilusión. Es una mentira.
Son enemigos. Sencillamente, enemigos. Y no se pone de socio al enemigo, sino que se combate, se afronta, se vence con todo las armas posibles.