4 de julio del 2003
6 de julio: las elecciones en México de cara al abstencionismo
Adrián Sotelo Valencia
Rebelión
En medio de una crisis económica, de un endeudamiento público
y privado, interno y externo total que bordea los 400 mil millones de dólares
(64.4% del PIB en 2002), con despidos constantes de trabajadores de las empresas
nacionales y extranjeras, aumento del desempleo superior a 20% de la PEA, con
más de la mitad de la población en el llamado sector informal
y aumento de la pobreza y de la pobreza extrema, se celebrarán en México
las "elecciones intermedias" el 6 de julio de 2003 para la renovación
de la Cámara de Diputados.
Con una población total en 2002 de 101 millones 270 mil habitantes, según
la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos 2002 del INEGI, y un padrón
electoral de 65 millones 337 mil electores a nivel nacional, de acuerdo con
el Instituto Federal Electoral (IFE), históricamente el abstencionismo
ha ido en ascenso en México. En el año 2000 con un padrón
electoral de 59 millones 591 mil 638 personas el abstencionismo fue mayor en
14% en relación con 1994, cuando dicho padrón ascendió
a 47 millones 480 mil 159 electores. En este 2003, en la hipótesis más
optimista, el índice de abstencionismo según todas las encuestas
fluctuará en un rango de entre 50% y 60%, es decir, que por lo menos
32 millones 668 mil mexicanos nos abstendremos de votar en unas elecciones en
las cuales los "contendientes" no tienen absolutamente nada que ofrecer a la
población, sino "más de lo mismo" como reza el refrán popular.
Lo que sí ofrecen, de manera subrepticia o implícita, es la continuidad
del régimen neoliberal existente desde hace más de dos décadas
y que caracterizo como "régimen de transición pactada" vigente
desde que el derechista Vicente Fox asumió la presidencia de la república
a finales del año 2000.
¿Qué legitimidad política pueden tener partidos que a lo sumo
en el cómputo total alcanzan no más de 13 millones de votos, en
el caso del PAN; unos 12 millones para el PRI y alrededor de 5 millones 700
mil en el caso del PRD, esto en un país con 101.2 millones de habitantes?
Los medios de comunicación se han dado a la tarea de "convencer" a los
ciudadanos para que concurran a las urnas a votar el 6 de julio. Lo mismo han
hecho los empresarios, los partidos políticos registrados, los jerarcas
de las iglesias, la derecha y la ultraderecha del país.
Pero la pregunta necesaria que se debe formular es: ¿por quién y para
qué votar?
Se dice que hay muchos partidos, once con registro, pero hay que señalar
que se trata de desprendimientos de los partidos hegemónicos, en orden
de importancia para ellos y el sistema: del PAN en crisis, del PRI en decadencia
y del PRD en descomposición y con eternas fracturas internas. Los demás,
que son casi negocios familiares que reciben millonarias sumas de dinero del
gobierno a través del Instituto Federal Electoral (que cada vez más
muestra sus inclinaciones por el PAN), se limitan a esbozar eslóganes
que difunden en los medios para ver si así pueden superar el tope de
2% que se les exige para no perder su registro, es decir, su licencia para seguir
succionado el presupuesto del pueblo a través de traspaso de recursos
por medio del gobierno.
Se calcula el costo total de la propaganda-chatarra desplegada por las campañas
mediáticas y del derroche antiecológico multimillonario de los
partidos políticos en unos 10 mil millones de pesos que se podrían
utilizar en resolver las graves carencias de la población en materia
de salud, alimentación o educación. Simplemente ese derroche equivale
a 70% del subsidio federal de la Universidad Nacional Autónoma de México
que en 2003 ascendió a 14.1 mil millones de pesos.
Ante la agresiva propaganda plasmada en pintas, carteles y espots de que hacen
gala los partidos registrados, la población mexicana se indigna y toma
conciencia del costo humano, social, político, cultural, ambiental, etcétera,
que implica mantener un régimen de partidos ensamblados dentro del sistema
presidencialista autoritario, donde dichos partidos son verdaderos grupos de
presión para obtener recursos del erario público, y sin principios
a no ser los que derivan (y asumen) de la doctrina neoliberal. "Millones de
pesos gastados en propaganda y 'spots' televisivos de promoción al voto
han sido inútiles para cambiar la actitud indiferente que los ciudadanos
muestran ante las elecciones", titula su noticia el periódico El Universal
el 1 de julio de 2003.
Sin empacho ante lo que es un reconocimiento vergonzoso de la ilegitimidad de
los partidos políticos y del proceso electoral, en una entrevista la
lideresa del PRD reconoce que "…ninguna campaña penetró porque
hay desencanto y falta de interés de los ciudadanos, que es lo más
grave. La gente no siente la importancia de salir a votar por los diputados.
Lo ven como algo ajeno y lejano. El Congreso está muy desprestigiado
y ello merma el entusiasmo" (Entrevista a RR en La Jornada, 1 de julio
de 2003). Y, preguntamos, ¿por qué hay desencanto y falta de interés
de los ciudadanos?, ¿acaso es por obra de la magia blanca el hecho de que la
gente no salga a "votar por los diputados"? ¿Por qué razón "lo
ven como algo ajeno y lejano?
Simplemente porque la cultura e ideología dominante priísta que
de cualquier forma asumen y propagan los partidos políticos en México,
enfrenta directamente a todos los ciudadanos contra quienes desde el poder,
las prebendas, los privilegios y los "acuerdos en lo oscurito", tratan de imponerse
por todos los medios: con el chantaje, la corrupción, el reparto de despensas,
gorros, globos y todo tipo de "babosadas" que les afiancen un desdichado voto.
Frente a esta situación de franca indefensión total del ciudadano
medio, usted o yo, pregunta un articulista: " ¿qué haría este
elector? Pues abstenerse, pero no por indiferencia, desinterés o desconocimiento,
sino a raíz de su observación incluso minuciosa de los partidos
y los gobiernos que de ellos emanan…Se trataría, en tal caso, de una
abstención 'activa', deliberada, con la cual enviar un claro mensaje
de protesta contra todos y cada uno de los partidos, sea por su bajo desempeño
político, por su irresponsabilidad ante la democratización, por
su propaganda sucia y poco propositiva, por sus corruptelas o falta de democracia
interna. En tal situación podría estar la gran mayoría
de quienes votaron en el año 2000 y no piensan hacerlo en esta ocasión
(pues de ser abstencionistas pasivos, tampoco hubieran acudido a las urnas hace
tres años" (José Antonio Crespo, ¿Votar o no votar?, periódico
El Universal, Lunes 30 de junio de 2003, Primera sección).
Ante la pregunta de por cuál partido votar, la respuesta, en el tenor
popular, es "por ninguno" puesto que todos son lo mismo: variedades solamente
de priísmo o panismo y los consiguientes "ismos"; porque esos partidos
siempre hacen las incumplidas promesas que tan luego terminan las campañas
y pasan las elecciones se esfuman como pompas de jabón.
Son partidos-bisagra que solamente existen en la coyuntura electorera, para
las elecciones y tan pronto éstas desaparecen, con ellas los partidos
vuelven a su inmovilismo y a sus "quehaceres postelectorales" que por cierto
nada tienen que ver con lo que prometieron en sus campañas, ni con las
graves y enormes necesidades y problemáticas del pueblo mexicano.
Por eso a la pregunta, ¿para qué votar?, la respuesta es la misma: las
cosas seguirán como están…y peor: con topes salariales para los
trabajadores, más desempleo y miseria en la población, reducción
de las oportunidades de empleo, privatizaciones, entrega de los recursos humanos
y naturales al extranjero, tugurización de los barrios populares, narcotráfico
en ascenso, drogadicción entre la juventud, endeudamiento externo, autoritarismo,
represión, más riqueza para los ricos, desmantelamiento del campo
y de la agricultura nacional, crisis económica y desmantelamiento de
los sistemas sociales de seguridad y bienestar social. Y todo esto con la anuencia
y con el apoyo de todos los partidos ya sea explícitamente o con su sistemático
silencio ante la impunidad.
¿Para qué votar?, en el fondo, para darle continuidad a este estado de
cosas; no para cambiarle el rumbo en inexistentes "sistemas democráticos"
de que tanto alardean los ideólogos y personeros de los distintos partidos
políticos y del mismo gobierno neoliberal.
Al "abstencionismo" de quienes no ven ninguna alternativa de cambio en el sistema
actual del capitalismo dependiente de nuestro país, se le califica de
"falta de conciencia ciudadana", falta de información de la población,
poca difusión de las plataformas electoreras de los partidos, etcétera.
Pero, lo que no se dice es que ese abstencionismo es un fenómeno sociopolítico
que resulta del profundo desprestigio del régimen de gobierno y del desarraigo
histórico de los miembros y representantes de los partidos políticos
en la población. En la conciencia de ésta se da un extrañamiento
de éstos que sólo son vistos como comparsa del poder; como entes
que tan pronto enfrentan las demandas concretas de la población, de los
ciudadanos, se volatilizan y se encierran en sus seguras jaulas de hierro en
delegaciones, alcaldías, parlamentos y oficinas gubernamentales, desde
donde realizan su invisible quehacer y toma de decisiones que sí realmente
afectan a la población.
En el México oficial, donde sólo existe lo que se mueve en su
interior, el espectro político es uno ladeado hacia la derecha: de aquí
se mueven y se estiran, como en un péndulo, las "distintas fuerzas políticas",
sin cambiar el rumbo: sólo así se vislumbra un centro, un ala
izquierda y otra a la derecha. En el centro del espectro aparece el PRI, a la
derecha el PAN y en el polo opuesto el PRD. Los demás partidos y agrupaciones
luchan encarnizadamente por colocarse en cualquiera de estos puntos. La correa
de transmisión son las elecciones y las componendas.
En el México oficial, no cabe el pueblo sino como objeto pasivo de esas
fuerzas canibalescas que lo succionan, se nutren de él y, tan luego éste
reacciona y se revela, es reprimido por la fuerza policial y militar, y mediatizado-enajenado
a través de los medios masivos de comunicación e información,
de la propaganda gubernamental o mediante promesas incumplidas de "solución"
a las graves y crecientes problemáticas económicas, sociales,
políticas, de seguridad, ambientales históricamente desatendidas
por todos los gobiernos tanto populistas como neoliberales que han gobernando
el país.
En las condiciones estructurales y políticas de un capitalismo salvaje
y dependiente como el mexicano, solamente las verdaderas fuerzas de la izquierda
podrán constituirse fuera de ese espectro político ladeado a la
derecha del régimen del México oficial; a partir de aquí
los trabajadores, el pueblo y las fuerzas históricas de la transformación
podrán empezar a procesar y discutir desde abajo alternativas de transformación
y trascendencia del orden existente.
Mientras tanto, el México oficial, sus partidos y gobiernos seguirán
alimentando el carrusel de sus idílicas elecciones.
Ciudad de México, 1 de julio de 2003