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Latinoamérica

30 de julio del 2003

Ecuador
La política de "navegar al garete"

Alejandro Moreano
Quincenario Tintaji / Quito
La "prudente" afección al oído ha salvado a Gutiérrez de su obligación de pronunciarse frente a la declaración norteamericana de suspender la ayuda militar el Ecuador por su negativa a cuestionar la Corte Penal Internacional (CPI), medida tomada por la Cancillería.

Tal comportamiento plantea una interrogante clave para definir la política de los sectores populares: ¿el actual gobierno es un espacio de correlación de fuerzas donde coexisten en tensa pugna el movimiento indio y un sector neoliberal, liderado por el Ministro Pozo? ¿O, por el contrario, Gutiérrez está alineado, definitivamente y desde un principio, con la política neoliberal del Fondo Monetario Internacional (FMI) y, lo que es más grave, con la política guerrerista de Bush y de Alvaro Uribe en la perspectiva de involucrar al Ecuador en la estrategia militar del Plan Colombia? Analicemos, mas allá de las imágenes de distracción, los contenidos fundamentales de la política del gobierno.

Petróleo

El conflicto petrolero fue muy sintomático. La táctica gubernamental fue hábilmente ejecutada -¿asesores de la embajada?-. Promovió la salida de Petroecuador del sector nacionalista del ejército y del sindicato petrolero y de esa manera precipitó la obvia reacción del gremio que se ha distinguido por su tenaz defensa de los intereses del pueblo ecuatoriano frente a las corporaciones multinacionales. Contribuyó además, en alianza con los sectores empresariales y los medios de comunicación colectiva, a crear una imagen falsa muy negativa de la huelga y logró así derrotarla. Mas aún, jugó cartas falsas como los engaños del Secretario de la Administración Acosta, desactivó el Paro de la Unión Nacional de Educadores y dio marcha atrás en el anuncio del alza del precio del gas, para de esa manera aislar totalmente a los trabajadores petroleros. De inmediato promovió los despidos y, lo que es más grave, los juicios penales contra los dirigentes sindicales con miras a destruír toda resistencia nacionalista. Tal es uno de los propósitos estratégicos del Imperio. Gutiérrez se lanzó por un camino que ningún gobierno se ha atrevido a seguir, cumpliendo así el sueño de los "hombres de paja" del gran capital en el Ecuador. La alianza con el Partido Social Cristiano y las cámaras empresariales, en especial de la Costa- tuvo ese como uno de sus objetivos centrales.

El programa económico

La estratagema de los mass media ha reducido, ante el público, el programa económico del movimiento indio a un solo punto: el alza del precio del gas. El plan del Ministro Pozo, recusado por el movimiento indígena, es un proyecto neoliberal completo en el que amén de una política coyuntural de ajuste, incluye la entrega -por la vía de las concesiones- del petróleo, la energía eléctrica y las telefónicas al capital transnacional, en una era en que el neoliberalismo está en crisis en toda América Latina.

Mas allá del problema del precio del gas -que se activa o desactiva según exigencias políticas-, el programa económico del gobierno y su puntal, el Ministro Pozo, constituyen una columna vertebral coherente y continua de la acción gubernamental. Lo demás es cortina de humo. El Plan Colombia Otro de los ejes centrales de Gutiérrez, y que ha mantenido su continuidad y coherencia, es la posición respecto al Plan Colombia, pilar de la política internacional. Desde su precipitada huida a Colombia para no verse obligado a reunirse con Fidel Castro y el Coronel Chávez, la línea de Gutiérrez ha sido la alianza con Uribe y el creciente compromiso del Ecuador con el Plan Colombia. El momento decisivo de esa línea se dio en la reunión del Cuzco del Grupo de Río, en la que el presidente obtuvo una declaración que, bajo la figura de un ultimátum a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), abre las puertas para una eventual intervención militar internacional.

La desarticulación de la Comunidad Andina, en tanto proceso económico-político, y su metamorfosis en una alianza militar dominada por Washington, sería el golpe de muerte a la alternativa de la integración sudamericana que por primera vez en estos años ha creado una alternativa al Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Tal es otro de los designios de Lucio Gutiérrez

Colapso y deriva

La política de la Cancillería se presenta distinta. Tal el caso de la negativa a firmar el acuerdo con Estados Unidos. sobre la CPI. Se ha llegado a hablar de una doble agenda y una doble política. Empero, quién tiene la última palabra es Gutiérrez. La política del Ministerio de Relaciones Exteriores es parte del juego de prestidigitación que practican éste y otros gobiernos. En el área andina, los gobiernos de Perú, Bolivia y Ecuador -al igual que otros- parecen "navegar a la deriva" con una única ancla: las políticas económica e internacional impuesta a través de organismos como el FMI, el Comando Sur del Pentágono, y la dirección táctica de la Embajada y los asesores de Estados Unidos.

Ese "vagar a la deriva" es el efecto de un colapso en cámara lenta del neoliberalismo sin que surja todavía una política alternativa. El mayor índice del derrumbe es la emergencia de los movimientos populares, cuya acción ha tendido a desquiciar a los gobiernos, tal el motín boliviano de febrero del 2003 que derrotó al gobierno de Sánchez de Lozada y le quitó todo empuje. Pero ese "navegar al garete" es también una política, una imagen intencionada, una maniobra de distracción, cuya intención es pasar gato por liebre. El gobierno de Lucio Gutiérrez tiene tres recursos para el efecto: los escándalos por minucias protagonizados por Sociedad Patriótica -y que nos recuerda la táctica de Bucaram, pero sin gracia- el regateo con el movimiento indio y ciertas "actitudes de efecto" en momentos decisivos.

La astuta "jugada" respecto a los militares que participaron en la insurrección popular del 21 de Enero de 2000 es un claro ejemplo de esa táctica. Quedó aparentemente bien con todos y se lavó las manos. A la par, la imagen que proyectó inicialmente ayudó a desvíar la atención del problema petrolero y a confundir más al Movimiento Pachakutik. La escena política es eso "escena", tablado, teatro. Tiene como función distraer, divertir al público, en el doble sentido de la palabra. En tiempos de colapso del neoliberalismo y de una creciente y frontal oposición popular, esa función deviene en la cardinal de los gobiernos. La política real está dada -para eso están Pozo, Canesa, los banqueros, el FMI, Uribe, el Comando Sur-. La tarea del gobierno es encender los fuegos fatuos.

A estas alturas ¿tiene alguna razón la participación de Pachakutik en el Gobierno o la interminable negociación de la CONAIE?. La única política correcta es derrotar a Gutiérrez.