2 de julio del 2003
Daimon y Ethos
Leonardo Boff
Tal vez los lectores se extrañen de estas dos palabras griegas.
Pero ellas nos permiten acercarnos a un tema urgente: el rescate de los fundamentos
de la ética que se contrapone al desmán ético de los actuales
días, especialmente cuando jefes de Estado usan la mentira para engañar
a su pueblo y ganarlo para la perversidad de la guerra. En primer lugar cabe
decir que "daimon" en griego clásico no es demonio, al contrario, es
el ángel bueno, el genio protector. Y "ethos", primeramente no es ética
sino la morada humana. Heráclito, genial filósofo presocrático
(500 a.C.), unió las dos palabras en el aforismo 119: "el ethos es el
daimon del ser humano" vale decir, "la casa es el ángel protector del
ser humano". Esta formulación esconde la llave para toda una construcción
ética. Pero expliquemos porqué eso no es inmediatamente comprensible.
Veamos en profundidad.
Ethos/morada no está constituida simplemente por las cuatro paredes y
el techo. Es el conjunto de las relaciones que el ser humano establece con el
medio natural, separando un pedazo de el para que sea su morada, con los que
habitan en la morada para que sean cooperativos y pacíficos, con el cántico
sagrado, donde guardamos memorias queridas, la vela que arde a los santos de
nuestra devoción, y con los vecinos para que haya mutua ayuda y gentileza.
Morada es todo eso, por lo tanto, es un modo de ser de las personas y de las
cosas. La morada para ser morada tiene que tener buena estrella. Eso provee
el daimon, el genio bienhechor. El bien que el inspira hace de las cuatro paredes
y del conjunto de las relaciones, la morada humana. Ahí nos sentimos
bien, amamos y morimos. Y el daimon/ángel bueno, ¿que es? Sócrates
que siempre se dejaba orientar por el, lo llama la "voz profética dentro
de mi, proveniente de un poder superior" o también la "señal de
Dios". Es la voz de la interioridad, aquel consejero de la conciencia que disuade
o estimula, el sentimiento de lo conveniente y de lo justo en las palabras y
en los actos, que se anuncian en todas las circunstancias de la vida, pequeñas
o grandes. Todos poseen el daimon interior, ese ángel protector que nos
aconseja siempre, dado tan objetivo como la libido, la inteligencia, el amor
y el poder.
Por lo que se desprende, Heráclito, como buen filósofo, deja atrás
el sentido convencional de las palabras y capta su significado escondido: morada
(ethos) termina siendo la ética y el ángel bueno (daimon), la
inspiración para su existencia. Ser fiel a ese ángel bueno hace
que moremos bien en la casa, la individual, la ciudad, el país y el planeta
Tierra, la Casa Común. Todo lo que hagamos para que juntos se viva bien
(felicidad) es ético y bueno, lo contrario es antiético y malo.
Hay una especie de tragedia en nuestra historia: el daimon fue olvidado. En
su lugar, los filósofos como Platón y Aristóteles, Kant
y Habermas colocaron sistemas éticos, con normas entendidas por universales.
La voz del ángel bueno no deja de hablar, pero es confundida con las
otras mil voces, de las religiones, de las iglesias, de los estados y de otros
maestros.
Si quisiéramos una revolución ética duradera debemos liberar
el daimon y comenzar a auscultarlo de nuevo. Al final, es el buen juicio ético.
El nos sugerirá como ordenar la casa que es la ciudad, el Estado y la
Casa Común planetaria. No tenemos otra salida. ¿Es la utopía?
Si, pero es la dirección correcta que apunta el verdadero camino. Escuchar
el daimon trae paz general y permite que surja el cuidado para con todas las
cosas.
Traducción ALAI
Leonardo
Boff. Teólogo