La Batalla de Carabobo jamás sucedió
Por Norberto José Olivar
njolivar@hotmail.com
Cuenta la historiografía y la leyenda, que para el caso es lo mismo, que Bolívar, desde las alturas de Buenavista, advirtió que el ejército realista del Mariscal de Campo, Miguel de la Torre, era inabordable por el frente y por el sur, por lo cual ordenó una maniobra desbordante. Lo cierto es que Bolívar conocía muy bien el terreno sobre el cual se movían. No en vano, allí mismo, había derrotado al Mariscal Juan Manuel Cajigal durante la poco conocida primera batalla de Carabobo del 28 de mayo de 1814, en los ardores de la Segunda República.
Pero lo que realmente ocurrió durante aquella segunda y última batalla en Carabobo, jamás lo sabremos. Sus pormenores han sido redimensionados en función de los intereses de quienes asumieron el poder en los territorios liberados, para magnificar su significado y articularlo a un proyecto nacional auspiciado por un minúsculo grupo social. Es decir, la Batalla de Carabobo ha cumplido un doble propósito: 1) identificar y elevar a la categoría de próceres a un escogido número de hombres que, bajo esa especie de "titulo nobiliario", aspira un salvoconducto directo a una tajada digna y considerable de la riqueza nacional, así como a un espacio de poder incuestionable e irrevocable y 2), servir como elemento unificador, generador de identidad, que facilite el proceso de creación y consolidación de la nueva república.
Esta doble intención permite entender la obstinada ceguera historiográfica al reconocimiento definitivo, de que la Batalla de Carabobo no es el punto final de la guerra por la independencia. Como sí lo es la Batalla del Lago de Maracaibo, ocurrida el 24 de julio de 1823. Sin embargo, el reconocimiento de semejante hecho debilitaría la significación de Carabobo y, con ello, se harían visibles las truculentas peripecias y los juegos de prestidigitación del grupo social, económico y político que reclamó el derecho a controlar el devenir de la nueva nación.
En ningún caso se podía dar espacio a una provincia como el Zulia, donde anidaban grupos políticos y económicos amigos del facilismo, que siempre se habían mostrado renuentes a la causa patriótica y que, por esas desgracias del azar, ahora reclamaban un espacio de poder y parte de la torta por el sólo hecho de considerarse actores de primera línea entrados en última hora. Por ello había que ignorar lo que de verdad había sucedido, para dar paso a una falsificación de la realidad. Por ello Carabobo fue reinventado, transformado en un relato epopéyico, en una ficción literaria que engalana y enternece nuestros libros de historia patria, y que blindó extraordinariamente los intereses de una clase en particular.
Como explica Baudrillard, lo real, lo histórico, ha sido aniquilado para dar paso al mito, perdiéndose la posibilidad de conocer lo que realmente sucedió.
La Batalla de Carabobo no es el cierre del proceso de emancipación, pero sí la última oportunidad de obtener el título de prócer y gozar de los jugosos privilegios que implicaba.
Así, podemos concluir que Carabobo es un espejismo, una ilusión de nuestra historia, una invención de nuestros autofabricados próceres. Quizás se trata de una singular y espectacular simulación puesta en marcha por nuestras élites, ayudadas por eficientes y serviles historiadores, para lograr apoderarse de nuestros destinos y doblegarnos a su antojo.
Norberto José Olivar
Universidad del Zulia
C.I. v-7888685
04146351195
njolivar@hotmail.com